El año que recién terminó, el 2018, fue, sin duda, uno atípico y por demás, histórico. Lo fue por los resultados electorales de julio, el triunfo abrumador de Andrés Manuel López Obrador, su llegada a la presidencia de la república y el turbulento inicio de lo que ha llamado “la cuarta transformación”. Para Morelos también fue un ciclo complicado, inmersos en un proceso de reconstrucción nacional (desde Jojutla) luego del sismo de septiembre de 2017 y el hecho de ser gobernados por un exfutbolista. Claro que también hubo buenas noticias, como la llegada de Toño Villalobos a la alcaldía de Cuernavaca.
Luego entonces, para que llegaran los nuevos gobernantes, al renovarse de manera integral los niveles de gobierno, debieron irse los anteriores. Y no se marcharon de forma ni discreta ni sigilosa, sino todo lo contario. Arramblaron hasta con las cortinas, clips, papel de baño, presupuesto, ahorros, prestaciones, cuotas y estabilidad de las instituciones. Fue el año de Hidalgo (“chingue a su madre el que deje algo”) y esa voracidad, cinismo e irresponsabilidad han sumido al país, pero muy especialmente a nuestra entidad, en una serie de conflictos que han afectad nuestra convivencia.
El adeudo millonario a los trabajadores de la UAEM ha provocado paros, bloqueos, movilizaciones e incluso una huelga. La tragedia por carencias salariales puso en riesgo el semestre para los estudiantes y otras tareas sustantivas de nuestra máxima casa de estudios. El problema se ha paliado, pero no resuelto y en este año que comienza, amenaza con agudizarse y escalar a otro nivel. El secuestro y homicidio del director de la Facultad de Derecho, Rubén Toledo, conmovió e indignó aún más a la comunidad, harta del flagelo de la violencia, la delincuencia común y sobre todo, la impunidad.
A esto se sumaron crisis en los servicios de agua potable, suministro interrumpido por adeudos en el pago a la energía eléctrica; de recolección de basura, por falta de pago de la empresa a sus trabajadores y en las últimas semanas, desabasto, especulación y acaparamiento de gas doméstico. Todo este caldo de cultivo, mas la incumplida promesa de bajar el precio de las gasolinas y el anuncio de un nuevo proceso de reemplacamiento, están crispando el de por si álgido mal humor social. La cuesta de enero, con todo y el salario mínimo a 102.68 pesos, estará durísima.
Vamos, ni el presupuesto estatal fue aprobado por el Poder Legislativo, a pesar de haberse de desarrollado (a medias) un período extraordinario de sesiones con ese único fin. Las ausencias de unos, el protagonismo de otros, tanto en el Congreso como en el Poder Ejecutivo, han sido la constante en este inicio de año, que se anunció meses atrás, será el de Emiliano Zapata, “El Caudillo del Sur”, al cumplirse 100 años de su muerte, víctima de una traición. Por lo pronto, su efigie fue movida de la Glorieta de Buena Vista a un costado del Paso Exprés, ahora, bulevar de los balazos.
Conferencias, exposiciones, mesas redondas y una revolución que no le ha hecho justicia a los veteranos zapatistas y sus familias, son algunas de las actividades para conmemorar al apóstol del agrarismo, cuya biblia, el Plan de Ayala se ha quedado, en gran medida, en mero nombre de avenida. La papelería oficial llevará la leyenda alusiva al hombre que expresó que la tierra es de quien la trabaja, pero hoy, es de quien te la baja.
En fin, que este año, pese a todo mal augurio, sea bueno y que los dones, la prosperidad, la salud, el amor y la alegría, alcancen para todo y para todos. Y es unánime: lo que todos deseamos es paz. Por ello rescato del olvido en su año, lo expresado por Mi General Miliano: “La paz sólo puede restablecerse teniendo por la base la justicia, por palanca y sostén la libertad y el derecho y por cúpula de ese edificio, la reforma y el bienestar social”.
Hasta la próxima entrega, donde podrán seguir leyendo lo que hay en mi mente.
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