/ miércoles 17 de noviembre de 2021

A 111 años de la Revolución

El 20 de noviembre se cumple un aniversario más del inicio de la Revolución Mexicana, que originalmente inicio como rebelión en contra del gobierno de Porfirio Díaz que se había perpetuado en el poder por casi treinta años, generando y consolidando una oligarquía.

Si bien es cierto con Porfirio Díaz es cuando se consolida el Estado mexicano dando orden político al país (los levantamientos en armas de caudillos habían quedado atrás) y generando también crecimiento y estabilidad económica configurándose una pequeña clase privilegiada, no hubo desarrollo económico que permeara en la mayoría de la población desplegándose así una opresión a los trabajadores tanto de la ciudad como del campo, y además se despojó a los campesinos de sus tierras mediante tretas jurídicas, algo que se venía haciendo desde la Colonia, construyéndose así un malestar social.

Cabe mencionar que durante el régimen porfirista se construyó un hermetismo político que no permitía que más actores pudiesen entrar al gobierno, generando inconformidad para algunos empresarios e intelectuales. Es con la publicación en marzo de 1908 de la entrevista hecha por James Creelman al presidente Díaz donde el gobernante expresó que México estaba listo para la democracia y por ende no buscaría otra reelección, que se generó un entusiasmo democrático entre la ciudadanía, sobresaliendo Francisco I. Madero, un empresario proveniente de una familia acaudalada de Coahuila, que publicó en ese mismo año su libro “La sucesión presidencial” y que se convirtió en candidato presidencial del Partido Antirreeleccionista; sin embargo, Díaz nuevamente se reeligió en 1910, causando una inconformidad política en la ciudadanía por lo que Madero mediante el Plan de San Luis convoca a una rebelión el domingo 20 de noviembre de ese año en contra del gobierno de Díaz.

De tal forma que la Revolución Mexicana surge como un movimiento político-electoral, al que se le fueron sumando otras consignas, principalmente las de carácter laboral y agrario. Y es precisamente con la lucha de Villa y Zapata que el movimiento iniciado por Madero adquiere el carácter de revolución de masas, sin embargo, en ideas de Arnaldo Córdova, la Revolución Mexicana se configuró como una revolución política y no social porque solo se reformaron el régimen político y la propiedad privilegiada en el campo mexicano, es decir, no se eliminó la propiedad privada de los bienes de producción.

Por lo tanto, la Revolución Mexicana fue una revolución que se inclinó por las libertades y derechos de los ciudadanos para lograr una igualdad jurídica garantizados por un Estado de derecho, pero que le añadieron matices de corte social que se verían consagrados en los artículos constitucionales 3°, 5°, 27° y 123°, principalmente. Lo anterior en virtud de que los movimientos zapatista y villista fueron sobrepasados por el grupo constitucionalista encabezado por Venustiano Carranza que buscaba la continuación de la Constitución de 1857.

Ahora bien, hay que precisar que gracias a lo establecido en el artículo 27 constitucional referente a que las tierras y aguas comprendidas dentro del territorio nacional corresponden originalmente a la nación, y que posteriormente se le fueron haciendo modificaciones para determinar que los bienes y recursos naturales son propiedad de la nación, había un fundamento para que las empresas extranjeras que se habían beneficiado durante el porfiriato dejaran de sobreexplotar los recursos naturales del país, algo que se vería materializado no de manera inmediata, teniendo el claro ejemplo de la Expropiación Petrolera con Lázaro Cárdenas hasta 1938.

Entonces, con la Revolución Mexicana se reconfiguró el poder político con un arista de tipo social pero siguió dejando las estructuras capitalistas, y que darían pauta a que en los años ochenta del siglo pasado se impulsara una política neoliberal que buscara desmantelar las instituciones y logros sociales conseguidos después del período revolucionario con el argumento de hacer más dinámica a la economía, acrecentando una desigualdad social y nuevamente una oligarquía similar a los tiempos de don Porfirio. Recordemos las políticas tanto de gobiernos priistas como panistas que desmantelaron paulatinamente la industria eléctrica y petrolera que habían sido los motores de desarrollo industrial del país en el siglo XX, aunado a reformas constitucionales y legales que bajo el discurso de atraer mayor inversión privada extranjera nuevamente fueron entregando bienes y recursos nacionales a empresas trasnacionales así como a empresarios nacionales que se vieron beneficiados con gobiernos neoliberales y que hoy critican duramente la política de la 4T (como Claudio X. González).

Y en el contexto de hoy, a 111 años del inicio de la Revolución Mexicana que reconfiguró al país y cuyas bases aún sostienen al México de hoy, con la 4T aún quedan muchos vicios de la política de la que tanto se quejan los mexicanos, tenemos a personajes de credibilidad dudosa que están en las filas de Morena, así como políticos oportunistas que no atienden y no entienden las causas que dieron nacimiento a un movimiento de izquierda que hoy está en el poder gracias a muchos ciudadanos que votaron por un verdadero cambio que solo está en el imaginario de los grandes jefes políticos. Es cierto, no se puede hacer un cambio tan radical en poco tiempo, sin embargo, hay mucho por corregir, recalcando que el gran reto del gobierno de López Obrador es el combate a la corrupción, pero con la “renuncia forzada” de Santiago Nieto, parece que falta mucho camino por recorrer y ojalá no se quede trunco lo ya recorrido.

En este sentido, no sólo basta la buena voluntad del titular del Ejecutivo sino que se establezcan y consoliden las estructuras políticas, jurídicas, económicas y también sociales para hablar así de una cuarta transformación, y esperar a que no pase con Morena lo mismo que al PRD, que se infestó de corrupción dejando a un lado los ideales de izquierda por hacer negociaciones políticas con partidos como el PAN para atender a intereses partidistas y no para el bien común.

Una revolución es un cambio que implica acabar con los privilegios en determinados sectores de la sociedad, y en México se debe seguir con esa línea: lograr un país con mayor igualdad y justicia social, y no necesariamente con un movimiento armado como el de 1910 sino con una re-evolución en los mexicanos para ser ciudadanos más comprometidos con su país y no dejar todo al gobierno.

El 20 de noviembre se cumple un aniversario más del inicio de la Revolución Mexicana, que originalmente inicio como rebelión en contra del gobierno de Porfirio Díaz que se había perpetuado en el poder por casi treinta años, generando y consolidando una oligarquía.

Si bien es cierto con Porfirio Díaz es cuando se consolida el Estado mexicano dando orden político al país (los levantamientos en armas de caudillos habían quedado atrás) y generando también crecimiento y estabilidad económica configurándose una pequeña clase privilegiada, no hubo desarrollo económico que permeara en la mayoría de la población desplegándose así una opresión a los trabajadores tanto de la ciudad como del campo, y además se despojó a los campesinos de sus tierras mediante tretas jurídicas, algo que se venía haciendo desde la Colonia, construyéndose así un malestar social.

Cabe mencionar que durante el régimen porfirista se construyó un hermetismo político que no permitía que más actores pudiesen entrar al gobierno, generando inconformidad para algunos empresarios e intelectuales. Es con la publicación en marzo de 1908 de la entrevista hecha por James Creelman al presidente Díaz donde el gobernante expresó que México estaba listo para la democracia y por ende no buscaría otra reelección, que se generó un entusiasmo democrático entre la ciudadanía, sobresaliendo Francisco I. Madero, un empresario proveniente de una familia acaudalada de Coahuila, que publicó en ese mismo año su libro “La sucesión presidencial” y que se convirtió en candidato presidencial del Partido Antirreeleccionista; sin embargo, Díaz nuevamente se reeligió en 1910, causando una inconformidad política en la ciudadanía por lo que Madero mediante el Plan de San Luis convoca a una rebelión el domingo 20 de noviembre de ese año en contra del gobierno de Díaz.

De tal forma que la Revolución Mexicana surge como un movimiento político-electoral, al que se le fueron sumando otras consignas, principalmente las de carácter laboral y agrario. Y es precisamente con la lucha de Villa y Zapata que el movimiento iniciado por Madero adquiere el carácter de revolución de masas, sin embargo, en ideas de Arnaldo Córdova, la Revolución Mexicana se configuró como una revolución política y no social porque solo se reformaron el régimen político y la propiedad privilegiada en el campo mexicano, es decir, no se eliminó la propiedad privada de los bienes de producción.

Por lo tanto, la Revolución Mexicana fue una revolución que se inclinó por las libertades y derechos de los ciudadanos para lograr una igualdad jurídica garantizados por un Estado de derecho, pero que le añadieron matices de corte social que se verían consagrados en los artículos constitucionales 3°, 5°, 27° y 123°, principalmente. Lo anterior en virtud de que los movimientos zapatista y villista fueron sobrepasados por el grupo constitucionalista encabezado por Venustiano Carranza que buscaba la continuación de la Constitución de 1857.

Ahora bien, hay que precisar que gracias a lo establecido en el artículo 27 constitucional referente a que las tierras y aguas comprendidas dentro del territorio nacional corresponden originalmente a la nación, y que posteriormente se le fueron haciendo modificaciones para determinar que los bienes y recursos naturales son propiedad de la nación, había un fundamento para que las empresas extranjeras que se habían beneficiado durante el porfiriato dejaran de sobreexplotar los recursos naturales del país, algo que se vería materializado no de manera inmediata, teniendo el claro ejemplo de la Expropiación Petrolera con Lázaro Cárdenas hasta 1938.

Entonces, con la Revolución Mexicana se reconfiguró el poder político con un arista de tipo social pero siguió dejando las estructuras capitalistas, y que darían pauta a que en los años ochenta del siglo pasado se impulsara una política neoliberal que buscara desmantelar las instituciones y logros sociales conseguidos después del período revolucionario con el argumento de hacer más dinámica a la economía, acrecentando una desigualdad social y nuevamente una oligarquía similar a los tiempos de don Porfirio. Recordemos las políticas tanto de gobiernos priistas como panistas que desmantelaron paulatinamente la industria eléctrica y petrolera que habían sido los motores de desarrollo industrial del país en el siglo XX, aunado a reformas constitucionales y legales que bajo el discurso de atraer mayor inversión privada extranjera nuevamente fueron entregando bienes y recursos nacionales a empresas trasnacionales así como a empresarios nacionales que se vieron beneficiados con gobiernos neoliberales y que hoy critican duramente la política de la 4T (como Claudio X. González).

Y en el contexto de hoy, a 111 años del inicio de la Revolución Mexicana que reconfiguró al país y cuyas bases aún sostienen al México de hoy, con la 4T aún quedan muchos vicios de la política de la que tanto se quejan los mexicanos, tenemos a personajes de credibilidad dudosa que están en las filas de Morena, así como políticos oportunistas que no atienden y no entienden las causas que dieron nacimiento a un movimiento de izquierda que hoy está en el poder gracias a muchos ciudadanos que votaron por un verdadero cambio que solo está en el imaginario de los grandes jefes políticos. Es cierto, no se puede hacer un cambio tan radical en poco tiempo, sin embargo, hay mucho por corregir, recalcando que el gran reto del gobierno de López Obrador es el combate a la corrupción, pero con la “renuncia forzada” de Santiago Nieto, parece que falta mucho camino por recorrer y ojalá no se quede trunco lo ya recorrido.

En este sentido, no sólo basta la buena voluntad del titular del Ejecutivo sino que se establezcan y consoliden las estructuras políticas, jurídicas, económicas y también sociales para hablar así de una cuarta transformación, y esperar a que no pase con Morena lo mismo que al PRD, que se infestó de corrupción dejando a un lado los ideales de izquierda por hacer negociaciones políticas con partidos como el PAN para atender a intereses partidistas y no para el bien común.

Una revolución es un cambio que implica acabar con los privilegios en determinados sectores de la sociedad, y en México se debe seguir con esa línea: lograr un país con mayor igualdad y justicia social, y no necesariamente con un movimiento armado como el de 1910 sino con una re-evolución en los mexicanos para ser ciudadanos más comprometidos con su país y no dejar todo al gobierno.