/ martes 29 de junio de 2021

Albert Camus y la carta de agradecimiento a Louis Germain

Hace unos días asistí a la presentación del libro “Emoción de una profesión” de Saúl Atónal Ortiz. Durante los comentarios que expresó el autor, hubo una serie de anécdotas que me atraparon. Entre ellas estaba involucrado el nombre del brillante filósofo y escritor Albert Camus.

De ahí surgió el interés de compartir con ustedes, lectores asiduos y conocedores, por escribir y recordar a la par, qué hay detrás de este hombre que creció en uno de los barrios más pobres de Argel.

Comenzaré por relatar el factor que detuvo el tiempo por unos segundos en mi cabeza, lapso en el que apareció un reloj imaginario, cuando el maestro Saúl Atónal habló sobre la relevancia que tiene una persona en la formación y el logro de metas en la vida de un ser humano, instante en el que equiparó lo que Louis Germain significó para Albert Camus.

Sin duda, el papel de Germain en el camino al éxito de Camus queda muy bien cincelado cuando Albert recibe en 1957 el Premio Nobel de Literatura, evento en el que pronunció uno de los discursos más emotivos y significativos. Para después dedicarle una carta de agradecimiento escrita de su puño y letra. Misiva que fue publicada en el libro More Letters of note y en la cual manifestó lo siguiente:

“Querido señor Germain:

He esperado a que se apagase un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso continúan siempre vivos en uno de sus pequeños discípulos, que, a pesar de los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.

Le mando un abrazo de todo corazón”.

Tal vez para comprender la fuerza que cobran las palabras que quedaron pendidas en la memoria de Louis Germain, como una ofrenda, habría que explicar que el contexto social y económico en el que se desarrolló uno de los grandes autores del siglo XX, estuvo enmarcado en un ambiente de carencias e incluso de la ausencia de una figura paterna.

Albert Camus nació el 7 de noviembre de 1913, en Mondovi (hoy Drean, Argelia).

Sus primeros años de vida están ensalzados con toques de crudeza. Su madre, Catherine Hélène Sintès, era analfabeta y sordomuda. Su padre, Lucien Camus, a quien prácticamente no conoció, fallece en la batalla del Marne en 1914 durante la primera guerra mundial.

Sin dinero suficiente en casa, sin libros y sin acceso a lo que otros niños podían tener. Albert resiste al encontrar una puerta de esperanza. Primero en una beca para los hijos de los acaecidos en guerra. Después, gracias a la insistencia pertinaz de su profesor de la primaria, Louis Germain.

La influencia de Germain lo introduce a Friedrich Nietzsche y a André Gide, de este último refirió “leyéndolo, entendí qué era la Literatura”.

Entonces Louis Germain personificó una pieza medular en el proceso de formación, resistencia y lucha personal de Camus.

Luego de esta premisa, brotó en mí una interrogante. Me pregunto si las generaciones actuales cuentan con figuras como Germain. Si bien la pandemia ha modificado en demasía las formas y procesos de vida, respecto al ámbito académico ¿existirán maestros que estén comprometidos con chicos como Camus?. La respuesta póngala ustedes, conforme a sus experiencias.

Quienes hemos leído la novela “El extranjero”, “La peste” o el ensayo “El mito del Sísifo”, sabemos que muy al margen de que rechazó la fórmula de un acto de fe en Dios, en la historia o la razón, Camus elaboró una reflexión sobre la condición humana. Y que al margen de las corrientes filosóficas, se enfrentó a las abstracciones que alejan al hombre de lo humano.

Y quizás ahí también encontraremos muchos atributos que Germain forjó en Camus.

Hace unos días asistí a la presentación del libro “Emoción de una profesión” de Saúl Atónal Ortiz. Durante los comentarios que expresó el autor, hubo una serie de anécdotas que me atraparon. Entre ellas estaba involucrado el nombre del brillante filósofo y escritor Albert Camus.

De ahí surgió el interés de compartir con ustedes, lectores asiduos y conocedores, por escribir y recordar a la par, qué hay detrás de este hombre que creció en uno de los barrios más pobres de Argel.

Comenzaré por relatar el factor que detuvo el tiempo por unos segundos en mi cabeza, lapso en el que apareció un reloj imaginario, cuando el maestro Saúl Atónal habló sobre la relevancia que tiene una persona en la formación y el logro de metas en la vida de un ser humano, instante en el que equiparó lo que Louis Germain significó para Albert Camus.

Sin duda, el papel de Germain en el camino al éxito de Camus queda muy bien cincelado cuando Albert recibe en 1957 el Premio Nobel de Literatura, evento en el que pronunció uno de los discursos más emotivos y significativos. Para después dedicarle una carta de agradecimiento escrita de su puño y letra. Misiva que fue publicada en el libro More Letters of note y en la cual manifestó lo siguiente:

“Querido señor Germain:

He esperado a que se apagase un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso continúan siempre vivos en uno de sus pequeños discípulos, que, a pesar de los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.

Le mando un abrazo de todo corazón”.

Tal vez para comprender la fuerza que cobran las palabras que quedaron pendidas en la memoria de Louis Germain, como una ofrenda, habría que explicar que el contexto social y económico en el que se desarrolló uno de los grandes autores del siglo XX, estuvo enmarcado en un ambiente de carencias e incluso de la ausencia de una figura paterna.

Albert Camus nació el 7 de noviembre de 1913, en Mondovi (hoy Drean, Argelia).

Sus primeros años de vida están ensalzados con toques de crudeza. Su madre, Catherine Hélène Sintès, era analfabeta y sordomuda. Su padre, Lucien Camus, a quien prácticamente no conoció, fallece en la batalla del Marne en 1914 durante la primera guerra mundial.

Sin dinero suficiente en casa, sin libros y sin acceso a lo que otros niños podían tener. Albert resiste al encontrar una puerta de esperanza. Primero en una beca para los hijos de los acaecidos en guerra. Después, gracias a la insistencia pertinaz de su profesor de la primaria, Louis Germain.

La influencia de Germain lo introduce a Friedrich Nietzsche y a André Gide, de este último refirió “leyéndolo, entendí qué era la Literatura”.

Entonces Louis Germain personificó una pieza medular en el proceso de formación, resistencia y lucha personal de Camus.

Luego de esta premisa, brotó en mí una interrogante. Me pregunto si las generaciones actuales cuentan con figuras como Germain. Si bien la pandemia ha modificado en demasía las formas y procesos de vida, respecto al ámbito académico ¿existirán maestros que estén comprometidos con chicos como Camus?. La respuesta póngala ustedes, conforme a sus experiencias.

Quienes hemos leído la novela “El extranjero”, “La peste” o el ensayo “El mito del Sísifo”, sabemos que muy al margen de que rechazó la fórmula de un acto de fe en Dios, en la historia o la razón, Camus elaboró una reflexión sobre la condición humana. Y que al margen de las corrientes filosóficas, se enfrentó a las abstracciones que alejan al hombre de lo humano.

Y quizás ahí también encontraremos muchos atributos que Germain forjó en Camus.