/ jueves 30 de mayo de 2019

Algunas ideas por el medio ambiente

La semana pasada una apreciada lectora de esta columna me cuestionó por no haber presentado propuestas concretas para resolver la crisis ambiental y corregir las medidas adoptadas por el gobierno; propuestas de mayor impacto y debate. Por eso, en esta ocasión daré continuidad al asunto tratando de resolver este dilema.

En principio, toda intervención pública (como señalé) debería partir de la idea de las ciudades que pensamos diseñar a futuro. Desde ese punto sería posible identificar cambios disruptivos orientados a modificar nuestros patrones culturales.

Si consideramos que la mayor parte de la población de Morelos vive en zonas urbanas, debemos reconocer que estos polos demandan una gran cantidad de energía para el transporte de bienes y servicios; así como la movilidad de personas. La zona metropolitana de Cuernavaca y Cuautla son responsables de la mayor parte de los caóticos traslados diarios. Cerca de la mitad de las PM10 y PM2.5 se generan por el transporte (el más contaminante es el pesado, con uso de diésel); pero junto con los incendios, la quema de cultivos y las cocinas familiares con leña o carbón, son directamente responsables de miles de enfermedades y fallecimientos por afectaciones pulmonares o cardiacas.

Morelos no tiene ningún tipo de transporte público sustentable y de gran capacidad para movilizar personas. El debate del transporte lleva tiempo centrado en cuantos pesos pueden aumentar los dueños de las concesiones cada año y cómo logra el gobierno liberar las vialidades cuando se manifiestan los transportistas. Por la geografía de las ciudades podemos pensar en tranvías, líneas férreas o camiones híbridos. Usemos la inclinación de la ciudad de Cuernavaca para movilizarnos de forma sustentable; establezcamos restricciones al transporte para acceder a la ciudad; o construyamos centros modales en la periferia para ofrecer otras formas de movilización.

Debemos establecer controles eficaces al transporte contaminante y eventualmente acotar su presencia en los primeros cuadros de la ciudad. También, hay un reto importante en la eliminación de la quema de cultivos, la prevención de incendios y en reconvertir las cocinas de leña/carbón, todas ellas por contribuir en la generación de partículas finas. Por el lado de la salud, se debería garantizar anualmente a las personas un estudio médico para conocer sus condiciones respiratorias y cardíacas. El aire está matando.

En materia industrial, es necesario ajustar nuestra normatividad ambiental para asumir como interés público la responsabilidad que tienen las empresas como causantes de por lo menos una cuarta parte de la contaminación del aire; además del agua y los desechos. No dejar a la autorregulación o decisión voluntaria de los empresarios el establecimiento de metas específicas para reconvertir sus procesos o adoptar medidas sustentables a 3, 5 o 10 años. Para ello, el gobierno debe asumir que una intervención de este tipo requiere fuertes incentivos o subsidios para acelerar procesos.

Morelos es una de las entidades privilegiadas con la cantidad de sol promedio que recibe al año (27-34 grados); no obstante, hace falta una ambiciosa agenda para aprovecharlo como energía renovable en todas las viviendas y empresas. Adaptar tecnología renovable a las viviendas es útil, pero debe ir acompañada con otras medidas accesibles para la vida cotidiana: autos híbridos baratos, transporte público sustentable, ciclopistas, sistemas locales o en hogares para gestionar residuos sólidos y agua, alimentos, bienes y servicios con etiquetas ecológicas (así como pasa con las cajetillas de cigarros).

En este momento es cuando toma relevancia la inversión en la investigación científica y tecnológica. México está por lo menos a 40 o 50 años de distancia en esta materia, frente a los países desarrollados. Mientras no tomemos en cuenta la enorme brecha, seguiremos adaptándonos con medidas de corto plazo. Los países avanzados invierten en desarrollar los materiales del futuro y probar sus aplicaciones en distintas materias; investigan como producir alimentos que sean resistentes al aumento de la temperatura; generan innovaciones para diseñar prendas o vestimentas “verdes”; son más estrictos para reducir el uso de ciertos productos químicos; implementan procesos de agricultura e industrias ecológicas y certifican sus productos; construyen enormes plantas de tratamiento de basura y aguas residuales; y reconvierten sus ciudades en zonas verdes, productivas y funcionales.

A los expertos les toca decirnos todo lo que se puede hacer para mejorar nuestro medioambiente, a nosotros nos toca trabajar para que sus propuestas ocurran.

La semana pasada una apreciada lectora de esta columna me cuestionó por no haber presentado propuestas concretas para resolver la crisis ambiental y corregir las medidas adoptadas por el gobierno; propuestas de mayor impacto y debate. Por eso, en esta ocasión daré continuidad al asunto tratando de resolver este dilema.

En principio, toda intervención pública (como señalé) debería partir de la idea de las ciudades que pensamos diseñar a futuro. Desde ese punto sería posible identificar cambios disruptivos orientados a modificar nuestros patrones culturales.

Si consideramos que la mayor parte de la población de Morelos vive en zonas urbanas, debemos reconocer que estos polos demandan una gran cantidad de energía para el transporte de bienes y servicios; así como la movilidad de personas. La zona metropolitana de Cuernavaca y Cuautla son responsables de la mayor parte de los caóticos traslados diarios. Cerca de la mitad de las PM10 y PM2.5 se generan por el transporte (el más contaminante es el pesado, con uso de diésel); pero junto con los incendios, la quema de cultivos y las cocinas familiares con leña o carbón, son directamente responsables de miles de enfermedades y fallecimientos por afectaciones pulmonares o cardiacas.

Morelos no tiene ningún tipo de transporte público sustentable y de gran capacidad para movilizar personas. El debate del transporte lleva tiempo centrado en cuantos pesos pueden aumentar los dueños de las concesiones cada año y cómo logra el gobierno liberar las vialidades cuando se manifiestan los transportistas. Por la geografía de las ciudades podemos pensar en tranvías, líneas férreas o camiones híbridos. Usemos la inclinación de la ciudad de Cuernavaca para movilizarnos de forma sustentable; establezcamos restricciones al transporte para acceder a la ciudad; o construyamos centros modales en la periferia para ofrecer otras formas de movilización.

Debemos establecer controles eficaces al transporte contaminante y eventualmente acotar su presencia en los primeros cuadros de la ciudad. También, hay un reto importante en la eliminación de la quema de cultivos, la prevención de incendios y en reconvertir las cocinas de leña/carbón, todas ellas por contribuir en la generación de partículas finas. Por el lado de la salud, se debería garantizar anualmente a las personas un estudio médico para conocer sus condiciones respiratorias y cardíacas. El aire está matando.

En materia industrial, es necesario ajustar nuestra normatividad ambiental para asumir como interés público la responsabilidad que tienen las empresas como causantes de por lo menos una cuarta parte de la contaminación del aire; además del agua y los desechos. No dejar a la autorregulación o decisión voluntaria de los empresarios el establecimiento de metas específicas para reconvertir sus procesos o adoptar medidas sustentables a 3, 5 o 10 años. Para ello, el gobierno debe asumir que una intervención de este tipo requiere fuertes incentivos o subsidios para acelerar procesos.

Morelos es una de las entidades privilegiadas con la cantidad de sol promedio que recibe al año (27-34 grados); no obstante, hace falta una ambiciosa agenda para aprovecharlo como energía renovable en todas las viviendas y empresas. Adaptar tecnología renovable a las viviendas es útil, pero debe ir acompañada con otras medidas accesibles para la vida cotidiana: autos híbridos baratos, transporte público sustentable, ciclopistas, sistemas locales o en hogares para gestionar residuos sólidos y agua, alimentos, bienes y servicios con etiquetas ecológicas (así como pasa con las cajetillas de cigarros).

En este momento es cuando toma relevancia la inversión en la investigación científica y tecnológica. México está por lo menos a 40 o 50 años de distancia en esta materia, frente a los países desarrollados. Mientras no tomemos en cuenta la enorme brecha, seguiremos adaptándonos con medidas de corto plazo. Los países avanzados invierten en desarrollar los materiales del futuro y probar sus aplicaciones en distintas materias; investigan como producir alimentos que sean resistentes al aumento de la temperatura; generan innovaciones para diseñar prendas o vestimentas “verdes”; son más estrictos para reducir el uso de ciertos productos químicos; implementan procesos de agricultura e industrias ecológicas y certifican sus productos; construyen enormes plantas de tratamiento de basura y aguas residuales; y reconvierten sus ciudades en zonas verdes, productivas y funcionales.

A los expertos les toca decirnos todo lo que se puede hacer para mejorar nuestro medioambiente, a nosotros nos toca trabajar para que sus propuestas ocurran.

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