/ martes 26 de julio de 2022

Educación de calidad, inclusiva y equitativa, un reto en tiempos de crisis

Han pasado más de tres años desde que nuestras vidas dieron un cambio de 360 grados, una pandemia que trajo consigo una crisis de salud mental y el empeoramiento en otras enfermedades, un revés económico del que todavía seguimos recuperándonos; además de enormes batallas políticas. Las calles desiertas, los hospitales llenos. La pandemia ha trastocado lo cotidiano, ha cambiado nuestra manera de actuar, pensar y educar y sí, la infancia y la juventud son los más afectados.

Aún estamos en crisis. La educación está en crisis. Si bien generalmente asociamos el término “crisis” con el concepto de amenaza, desde una mirada más optimista, con el de oportunidad, en realidad la palabra significa “momento de decisión”.

La educación transforma vidas y garantizar este derecho en situaciones de emergencia, nos da la oportunidad para reforzar la capacidad de resiliencia como seres humanos.

Creo que padres, educadores y sociedad en general debemos reflexionar un poco qué es lo que pretendemos con la educación, qué es lo que queremos inculcar a nuestras niñas, niños y adolescentes. Con la llegada de este fin de curso, tenemos en nuestras manos la capacidad de tomar decisiones que nos permitan comenzar con el cambio que deseamos ver en nuestra comunidad.

La pandemia de la COVID-19 ha traído consigo la deserción escolar de numerosos niños, niñas y adolescentes. Por tales motivos, ha requerido la activa puesta en práctica de disímiles y creativas soluciones con el objetivo de preparar a las escuelas y a las autoridades educativas para hacer frente a los peligros, mitigar sus repercusiones y reforzar la resiliencia de los sistemas.

Son muchas las causas que generan desmotivación, sin embargo el desafío está en la convicción colectiva de que todos los obstáculos se superan con esfuerzo y trabajo en equipo. Reflexionemos sobre lo que realmente significa “aprender, enseñar y educar” y también sobre lo que realmente somos o queremos ser en la vida de aquellos que nos miran como modelos.

Así como toda crisis nos desestabiliza, es también una oportunidad para seguir creciendo, renovando y cambiando las estructuras para que sean funcionales a las necesidades reales de la humanidad.

Hoy esta incertidumbre nos llama a replantear nuestras certezas y reorientar nuestra vida con esperanza para superarla y hacer que sea una oportunidad de crecimiento y desarrollo de nuestras potencialidades, para juntos lograr construir una sociedad capaz de asumir los retos y superar las adversidades con una educación que nos abre a la vida. Que seamos esos agentes de transformación que hoy la sociedad necesita.

Se requiere de los esfuerzos mancomunados de instituciones gubernamentales, sociales y comunitarias. Educar en crisis se ha convertido en un reto para quienes tienen el deber de enseñar y una experiencia que mide su entereza. Para los millones de jóvenes que anhelan superarse, la crisis se ha convertido en su principal reto. Por eso la urgencia de implementar acciones reales, optar por estrategias pedagógicas adaptadas a las nuevas realidades.

Y aunque no puede parar, la educación tampoco puede seguir haciendo lo que siempre ha hecho: trabajos mecánicos, rutinarios y repetitivos, que no enseñan a leer, pensar y convivir a nuestras próximas generaciones.

La educación no parará, porque como sociedad no podemos dejar que niños y jóvenes se queden sin su derecho a estudiar y no volverá a ser la misma, porque las crisis bien manejadas, son excelentes oportunidades para impulsar el desarrollo.

Llegó el momento de replantear el sistema y de incorporar un verdadero plan de renovación para garantizar un mínimo de calidad en la educación pública.

¡El momento es ahora!

Por Andy Gordillo




Han pasado más de tres años desde que nuestras vidas dieron un cambio de 360 grados, una pandemia que trajo consigo una crisis de salud mental y el empeoramiento en otras enfermedades, un revés económico del que todavía seguimos recuperándonos; además de enormes batallas políticas. Las calles desiertas, los hospitales llenos. La pandemia ha trastocado lo cotidiano, ha cambiado nuestra manera de actuar, pensar y educar y sí, la infancia y la juventud son los más afectados.

Aún estamos en crisis. La educación está en crisis. Si bien generalmente asociamos el término “crisis” con el concepto de amenaza, desde una mirada más optimista, con el de oportunidad, en realidad la palabra significa “momento de decisión”.

La educación transforma vidas y garantizar este derecho en situaciones de emergencia, nos da la oportunidad para reforzar la capacidad de resiliencia como seres humanos.

Creo que padres, educadores y sociedad en general debemos reflexionar un poco qué es lo que pretendemos con la educación, qué es lo que queremos inculcar a nuestras niñas, niños y adolescentes. Con la llegada de este fin de curso, tenemos en nuestras manos la capacidad de tomar decisiones que nos permitan comenzar con el cambio que deseamos ver en nuestra comunidad.

La pandemia de la COVID-19 ha traído consigo la deserción escolar de numerosos niños, niñas y adolescentes. Por tales motivos, ha requerido la activa puesta en práctica de disímiles y creativas soluciones con el objetivo de preparar a las escuelas y a las autoridades educativas para hacer frente a los peligros, mitigar sus repercusiones y reforzar la resiliencia de los sistemas.

Son muchas las causas que generan desmotivación, sin embargo el desafío está en la convicción colectiva de que todos los obstáculos se superan con esfuerzo y trabajo en equipo. Reflexionemos sobre lo que realmente significa “aprender, enseñar y educar” y también sobre lo que realmente somos o queremos ser en la vida de aquellos que nos miran como modelos.

Así como toda crisis nos desestabiliza, es también una oportunidad para seguir creciendo, renovando y cambiando las estructuras para que sean funcionales a las necesidades reales de la humanidad.

Hoy esta incertidumbre nos llama a replantear nuestras certezas y reorientar nuestra vida con esperanza para superarla y hacer que sea una oportunidad de crecimiento y desarrollo de nuestras potencialidades, para juntos lograr construir una sociedad capaz de asumir los retos y superar las adversidades con una educación que nos abre a la vida. Que seamos esos agentes de transformación que hoy la sociedad necesita.

Se requiere de los esfuerzos mancomunados de instituciones gubernamentales, sociales y comunitarias. Educar en crisis se ha convertido en un reto para quienes tienen el deber de enseñar y una experiencia que mide su entereza. Para los millones de jóvenes que anhelan superarse, la crisis se ha convertido en su principal reto. Por eso la urgencia de implementar acciones reales, optar por estrategias pedagógicas adaptadas a las nuevas realidades.

Y aunque no puede parar, la educación tampoco puede seguir haciendo lo que siempre ha hecho: trabajos mecánicos, rutinarios y repetitivos, que no enseñan a leer, pensar y convivir a nuestras próximas generaciones.

La educación no parará, porque como sociedad no podemos dejar que niños y jóvenes se queden sin su derecho a estudiar y no volverá a ser la misma, porque las crisis bien manejadas, son excelentes oportunidades para impulsar el desarrollo.

Llegó el momento de replantear el sistema y de incorporar un verdadero plan de renovación para garantizar un mínimo de calidad en la educación pública.

¡El momento es ahora!

Por Andy Gordillo