/ jueves 14 de noviembre de 2019

Apuntes sobre el caso Bolivia

Sería muy irresponsable evaluar la actual coyuntura política de Bolivia mirando únicamente el desenlace o los últimos acontecimientos, desde el anuncio de Evo Morales para ir a la segunda vuelta, hasta su dimisión; por lo que sólo me atrevería a dejar apuntado algunos aspectos generales.

Lo primero que llama la atención y donde parece haber un consenso ciudadano es que el gobierno de Bolivia usó todos los instrumentos legales y las instituciones para acomodar el ejercicio de poder a su conveniencia. Tal vez dirán que el “fin justifica los medios”, pero la lección es que muy a pesar del buen desempeño económico y social (crecimiento del PIB per cápita y la reducción de la pobreza), los ciudadanos no están dispuestos a permitir cambios a modo en las reglas del juego democrático.

Otro aspecto visible es el nivel de odio que se puede encontrar en las redes sociales. Facebook y Twitter dan cuenta en videos, imágenes y cientos de miles de textos la confrontación de quienes están a favor y en contra de Evo Morales. Pero el tono de los mensajes parece evocar un nivel de discrepancia irreconciliable, que 13 años de gobierno no fueron suficientes para reducir o disminuir.

Un tercer apunte radica en la personificación de la política boliviana, es decir, en el pecado Evo Morales llevó la penitencia al buscar perpetuarse en el cargo presidencial de manera personalísima, en lugar de formar cuadros políticos desde el MAS o desde el gobierno. Ningún político mexicano priísta del siglo pasado se hubiera atrevido a cometer este error, ya que el sistema de relevos-pactados funcionó (con sus asegunes) por más de 80 años.

Hacia el futuro, otro aspecto que surge es la inestabilidad social, la violencia y la confrontación aún no cerrada entre los ciudadanos bolivianos. Además de la abierta provocación para animar a los ciudadanos opositores de los gobiernos de Venezuela y Cuba. Tomar las representaciones diplomáticas de Venezuela en Bolivia es un símbolo y es muy probable que sea cuestión de tiempo para que Guaidó vuelva a movilizarse.

Un quinto elemento y en donde también parece existir un consenso en la opinión pública es que la destitución de Evo fue por un golpe de Estado. La intervención del ejército nunca será un mecanismo o vía democrático para resolver los problemas sociales. Aunque también, deberá cuestionarse el papel de la OEA ya que su tono y manejo de la situación fue parte detonante de las manifestaciones, la violencia e intolerancia que ahora se vive; así como los riesgos y posibles retrocesos que puedan darse en términos económicos, políticos y sociales en Bolivia.

Finalmente, diversos actores políticos en México han intentado comparar la realidad boliviana con la nuestra para generar una réplica forzada y hasta irrisoria, como pedir al ejército mexicano concluir con el recién iniciado mandato de AMLO. Por supuesto que lo ocurrido en Bolivia nos da muchas lecciones, pero no debemos caer en ideas tan sórdidas y superficiales.

Lo que ocurre en la región es sintomático, si nos cuestionamos cuál es la razón de fondo de las protestas en Chile, Ecuador, Venezuela y ahora Bolivia, encontramos que podrán derrumbarse los compromisos de las grandes instituciones sociales, económicas y ahora políticas, pero nunca las causas o intereses de las personas y su dignidad humana.


Twitter / Facebook: @CzarArenas

Sería muy irresponsable evaluar la actual coyuntura política de Bolivia mirando únicamente el desenlace o los últimos acontecimientos, desde el anuncio de Evo Morales para ir a la segunda vuelta, hasta su dimisión; por lo que sólo me atrevería a dejar apuntado algunos aspectos generales.

Lo primero que llama la atención y donde parece haber un consenso ciudadano es que el gobierno de Bolivia usó todos los instrumentos legales y las instituciones para acomodar el ejercicio de poder a su conveniencia. Tal vez dirán que el “fin justifica los medios”, pero la lección es que muy a pesar del buen desempeño económico y social (crecimiento del PIB per cápita y la reducción de la pobreza), los ciudadanos no están dispuestos a permitir cambios a modo en las reglas del juego democrático.

Otro aspecto visible es el nivel de odio que se puede encontrar en las redes sociales. Facebook y Twitter dan cuenta en videos, imágenes y cientos de miles de textos la confrontación de quienes están a favor y en contra de Evo Morales. Pero el tono de los mensajes parece evocar un nivel de discrepancia irreconciliable, que 13 años de gobierno no fueron suficientes para reducir o disminuir.

Un tercer apunte radica en la personificación de la política boliviana, es decir, en el pecado Evo Morales llevó la penitencia al buscar perpetuarse en el cargo presidencial de manera personalísima, en lugar de formar cuadros políticos desde el MAS o desde el gobierno. Ningún político mexicano priísta del siglo pasado se hubiera atrevido a cometer este error, ya que el sistema de relevos-pactados funcionó (con sus asegunes) por más de 80 años.

Hacia el futuro, otro aspecto que surge es la inestabilidad social, la violencia y la confrontación aún no cerrada entre los ciudadanos bolivianos. Además de la abierta provocación para animar a los ciudadanos opositores de los gobiernos de Venezuela y Cuba. Tomar las representaciones diplomáticas de Venezuela en Bolivia es un símbolo y es muy probable que sea cuestión de tiempo para que Guaidó vuelva a movilizarse.

Un quinto elemento y en donde también parece existir un consenso en la opinión pública es que la destitución de Evo fue por un golpe de Estado. La intervención del ejército nunca será un mecanismo o vía democrático para resolver los problemas sociales. Aunque también, deberá cuestionarse el papel de la OEA ya que su tono y manejo de la situación fue parte detonante de las manifestaciones, la violencia e intolerancia que ahora se vive; así como los riesgos y posibles retrocesos que puedan darse en términos económicos, políticos y sociales en Bolivia.

Finalmente, diversos actores políticos en México han intentado comparar la realidad boliviana con la nuestra para generar una réplica forzada y hasta irrisoria, como pedir al ejército mexicano concluir con el recién iniciado mandato de AMLO. Por supuesto que lo ocurrido en Bolivia nos da muchas lecciones, pero no debemos caer en ideas tan sórdidas y superficiales.

Lo que ocurre en la región es sintomático, si nos cuestionamos cuál es la razón de fondo de las protestas en Chile, Ecuador, Venezuela y ahora Bolivia, encontramos que podrán derrumbarse los compromisos de las grandes instituciones sociales, económicas y ahora políticas, pero nunca las causas o intereses de las personas y su dignidad humana.


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