/ martes 28 de enero de 2020

Autoritarismo y reforma constitucional

El politólogo, Manuel Alcántara Sáez considera que la institucionalización de las elecciones ha sido altamente positiva, a pesar de las crisis, la corrupción y otros factores, pero reconoce también que las redes de representación política han decaído y que el gran reto es permanecer en el tiempo. Si bien han aparecido nuevos vínculos entre sociedad y actores políticos, esto no ha sustituido a los partidos. Éstos, sin embargo, deben reconocer que el repudio ciudadano hacia ellos obedece a que los evalúa negativamente.

Al abordar el problema de la institucionalización de los partidos políticos, considera que a la par de que los ciudadanos los hacen depositarios de la búsqueda de soluciones a los problemas, también los hacen responsables de ellos, lo que deriva en una crisis de representación política, por su corrupción, por la asociación de otros intereses, su ineficacia y des legitimidad.

El problema es distinguir cuando se convierten en instituciones o en máquinas. Los primeros presuponen su desvinculación de los liderazgos personales, apostando por un programa, ideología y estructuración con criterios de racionalidad y eficacia, especialmente en la elección de sus líderes y sus relaciones tanto con sus militantes como con la sociedad. Las segundas son instrumentos temporales de los caudillos. Y esta es la disyuntiva que enfrenta el panorama Latinoamericano.

Es así como Alcántara percibe que las crisis de los partidos también pueden interpretarse como evolución porque en los últimos años y de cara al siglo XXI, han sabido en muchos casos modernizarse y adaptar sus estrategias programáticas y organizativas. Porque a pesar de la fragmentación, conservan elementos de viabilidad mínima. En la búsqueda de la rentabilidad electoral han surgido Frentes, lo mismo regionales que producto de escisiones de otros partidos. Otra de las características de los partidos latinoamericanos es su origen caudillista, el desarrollo de relaciones clientelares y patrimonialistas, lo mismo que su carácter anti sistémico al momento de nacer.

Los partidos han ido evolucionando de forma muy diferente de manera que, conforme transcurre el tiempo, el peso de su origen se va diluyendo y su impacto en su realidad contemporánea tiene menor sentido. Las adaptaciones a los cambios registrados en el entorno en el que se encuentran y las dinámicas propias derivadas de las transformaciones en su liderazgo y de las distintas opciones tomadas con relación a sus estrategias políticas, sus ofertas electorales y sus reacomodos organizativos tienen efectos de hondo calado en el recuerdo de su origen, evoca Manuel Alcántara Sáez.

Para medir el grado de institucionalización de los partidos, hay que analizar, de acuerdo con Alcántara, factores como su programa, que constituye su identidad. En América Latina, el Estado populista diluyó el contenido ideológico sin lugar para otras visiones, convirtiendo a los partidos en comparsas. En los 80s, el neoliberalismo, considera, a nuestro juicio equivocadamente, que terminó con el populismo e introdujo la competencia política y trajo nuevas contiendas ideológicas, lo cual es parcialmente cierto.

Otro de los elementos para medir a los partidos y su institucionalización, se deriva de la organización, estructura administrativa y de servicios, recursos humanos. A partir de los 80s, se implantaron las reglas de la poliarquía, considera Alcántara, con un mayor peso para la competencia y el rendimiento electoral y el papel de los medios de comunicación, entre otros. La organización de los partidos en América Latina es diversa de país en país.

Sin embargo, a pesar de las “bondades” que Alcántara considera el neoliberalismo trajo a Latinoamérica para la competencia político-electoral, la estabilidad de los sistemas de partidos no muestra homogeneidad, como él mismo reconoce. Nuevamente su supervivencia ha dependido de su capacidad de adaptación, de su evolución después de cada crisis tanto interna como derivada de las condiciones contextuales de cada nación.

Por lo que hace a la fragmentación de los partidos, se trata de un elemento importante a considerar, porque impacta en las posibilidades de que un gobierno obtenga mayoría sólida en el Legislativo y cuente con su apoyo para aprobar políticas públicas y reformas de fondo. La tendencia es que a pesar de la alta fragmentación de los partidos, el sistema electoral contribuye a que se modere y que sólo unos cuantos partidos políticos sean los importantes, como planteaba Giovanni Sartori.

En cuanto a la competencia partidista, lo mismo que su nivel de vinculación con el electorado, también aborda la importancia de la volatilidad agregada, porque determina la conversión de votos en escaños. Consiste en el cambio de preferencia del electorado de un partido a otro. De ser alta, tiende a la dispersión; lo contrario indica mayor estabilidad y consolidación del sistema de partidos. Los cambios en las preferencias obedecen a las modificaciones de la oferta partidista, la extensión en el número de votantes por el crecimiento de la población y los derechos políticos de los jóvenes. Otro de los factores es el abstencionismo, lo mismo que el comportamiento del voto en las regiones de un país.

En cuanto a la polarización ideológica de los sistemas de partidos en América Latina, el espectro izquierda-derecha utilizado en Europa también aplica aquí, con las particularidades de cada país. Aunque no son las únicas, bajo esa conceptualización la gente expresa sus preferencias y esto permite, además de la identidad para los partidos, la cercanía de sus simpatizantes y votantes, también facilita prever su desplazamiento. La fragmentación y polarización afectan la gobernabilidad y estabilidad democrática. A partir de ello, se pueden definir los espacios que ocupan los partidos y los que quedan vacíos, así como la presencia de fuerzas radicales. Con base en ello, se da la clasificación de los sistemas de partidos en Latinoamérica, con fragmentación media en términos generales.

Los retos que aguardan a los partidos políticos en este siglo, identificados por Alcántara con base en la literatura en la materia establece cuatro grupos de problemas: la financiación de la política, derivada de los procesos de democratización; la debilidad en las herramientas de transparencia y de sanción para el financiamiento ilícito, la democracia interna de los partidos y la capacidad de los candidatos para no provocar su fraccionamiento, así como la profesionalización de los políticos, y la madurez de la política electoral, en sistemas en los que el presidencialismo domina la arena política.

En México, la administración AMLO conduce la política del espectáculo como táctica de propaganda y se dispone por ejemplo ( a través de su mayoría calificada en el congreso mexicano) a proponer reformas constitucionales para lograr el avance del proyecto político del presidente y de ese modo, las garantías, derechos, libertades y el amparo, no sean sus obstáculos en el diseño institucional.


Facebook: Daniel Adame Osorio

Instagram: @danieladameosorio

Twitter: @Danieldao1

El politólogo, Manuel Alcántara Sáez considera que la institucionalización de las elecciones ha sido altamente positiva, a pesar de las crisis, la corrupción y otros factores, pero reconoce también que las redes de representación política han decaído y que el gran reto es permanecer en el tiempo. Si bien han aparecido nuevos vínculos entre sociedad y actores políticos, esto no ha sustituido a los partidos. Éstos, sin embargo, deben reconocer que el repudio ciudadano hacia ellos obedece a que los evalúa negativamente.

Al abordar el problema de la institucionalización de los partidos políticos, considera que a la par de que los ciudadanos los hacen depositarios de la búsqueda de soluciones a los problemas, también los hacen responsables de ellos, lo que deriva en una crisis de representación política, por su corrupción, por la asociación de otros intereses, su ineficacia y des legitimidad.

El problema es distinguir cuando se convierten en instituciones o en máquinas. Los primeros presuponen su desvinculación de los liderazgos personales, apostando por un programa, ideología y estructuración con criterios de racionalidad y eficacia, especialmente en la elección de sus líderes y sus relaciones tanto con sus militantes como con la sociedad. Las segundas son instrumentos temporales de los caudillos. Y esta es la disyuntiva que enfrenta el panorama Latinoamericano.

Es así como Alcántara percibe que las crisis de los partidos también pueden interpretarse como evolución porque en los últimos años y de cara al siglo XXI, han sabido en muchos casos modernizarse y adaptar sus estrategias programáticas y organizativas. Porque a pesar de la fragmentación, conservan elementos de viabilidad mínima. En la búsqueda de la rentabilidad electoral han surgido Frentes, lo mismo regionales que producto de escisiones de otros partidos. Otra de las características de los partidos latinoamericanos es su origen caudillista, el desarrollo de relaciones clientelares y patrimonialistas, lo mismo que su carácter anti sistémico al momento de nacer.

Los partidos han ido evolucionando de forma muy diferente de manera que, conforme transcurre el tiempo, el peso de su origen se va diluyendo y su impacto en su realidad contemporánea tiene menor sentido. Las adaptaciones a los cambios registrados en el entorno en el que se encuentran y las dinámicas propias derivadas de las transformaciones en su liderazgo y de las distintas opciones tomadas con relación a sus estrategias políticas, sus ofertas electorales y sus reacomodos organizativos tienen efectos de hondo calado en el recuerdo de su origen, evoca Manuel Alcántara Sáez.

Para medir el grado de institucionalización de los partidos, hay que analizar, de acuerdo con Alcántara, factores como su programa, que constituye su identidad. En América Latina, el Estado populista diluyó el contenido ideológico sin lugar para otras visiones, convirtiendo a los partidos en comparsas. En los 80s, el neoliberalismo, considera, a nuestro juicio equivocadamente, que terminó con el populismo e introdujo la competencia política y trajo nuevas contiendas ideológicas, lo cual es parcialmente cierto.

Otro de los elementos para medir a los partidos y su institucionalización, se deriva de la organización, estructura administrativa y de servicios, recursos humanos. A partir de los 80s, se implantaron las reglas de la poliarquía, considera Alcántara, con un mayor peso para la competencia y el rendimiento electoral y el papel de los medios de comunicación, entre otros. La organización de los partidos en América Latina es diversa de país en país.

Sin embargo, a pesar de las “bondades” que Alcántara considera el neoliberalismo trajo a Latinoamérica para la competencia político-electoral, la estabilidad de los sistemas de partidos no muestra homogeneidad, como él mismo reconoce. Nuevamente su supervivencia ha dependido de su capacidad de adaptación, de su evolución después de cada crisis tanto interna como derivada de las condiciones contextuales de cada nación.

Por lo que hace a la fragmentación de los partidos, se trata de un elemento importante a considerar, porque impacta en las posibilidades de que un gobierno obtenga mayoría sólida en el Legislativo y cuente con su apoyo para aprobar políticas públicas y reformas de fondo. La tendencia es que a pesar de la alta fragmentación de los partidos, el sistema electoral contribuye a que se modere y que sólo unos cuantos partidos políticos sean los importantes, como planteaba Giovanni Sartori.

En cuanto a la competencia partidista, lo mismo que su nivel de vinculación con el electorado, también aborda la importancia de la volatilidad agregada, porque determina la conversión de votos en escaños. Consiste en el cambio de preferencia del electorado de un partido a otro. De ser alta, tiende a la dispersión; lo contrario indica mayor estabilidad y consolidación del sistema de partidos. Los cambios en las preferencias obedecen a las modificaciones de la oferta partidista, la extensión en el número de votantes por el crecimiento de la población y los derechos políticos de los jóvenes. Otro de los factores es el abstencionismo, lo mismo que el comportamiento del voto en las regiones de un país.

En cuanto a la polarización ideológica de los sistemas de partidos en América Latina, el espectro izquierda-derecha utilizado en Europa también aplica aquí, con las particularidades de cada país. Aunque no son las únicas, bajo esa conceptualización la gente expresa sus preferencias y esto permite, además de la identidad para los partidos, la cercanía de sus simpatizantes y votantes, también facilita prever su desplazamiento. La fragmentación y polarización afectan la gobernabilidad y estabilidad democrática. A partir de ello, se pueden definir los espacios que ocupan los partidos y los que quedan vacíos, así como la presencia de fuerzas radicales. Con base en ello, se da la clasificación de los sistemas de partidos en Latinoamérica, con fragmentación media en términos generales.

Los retos que aguardan a los partidos políticos en este siglo, identificados por Alcántara con base en la literatura en la materia establece cuatro grupos de problemas: la financiación de la política, derivada de los procesos de democratización; la debilidad en las herramientas de transparencia y de sanción para el financiamiento ilícito, la democracia interna de los partidos y la capacidad de los candidatos para no provocar su fraccionamiento, así como la profesionalización de los políticos, y la madurez de la política electoral, en sistemas en los que el presidencialismo domina la arena política.

En México, la administración AMLO conduce la política del espectáculo como táctica de propaganda y se dispone por ejemplo ( a través de su mayoría calificada en el congreso mexicano) a proponer reformas constitucionales para lograr el avance del proyecto político del presidente y de ese modo, las garantías, derechos, libertades y el amparo, no sean sus obstáculos en el diseño institucional.


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Instagram: @danieladameosorio

Twitter: @Danieldao1

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