/ viernes 11 de octubre de 2019

Calidad de gobierno

Acostumbrados los morelenses al pésimo servicio en los gobiernos estatal y municipales, pareciera que desde hace un par de décadas las opciones politicas van de las francamente malas a las absolutamente peores, o al relevo total de la práctica política con los resultados que hoy comienzan a configurarse en la vida pública del estado y las afectaciones gravisinas que ésta tiene en la esfera privada de los morelenses.

Mezquino es pensar que porque aquella política del pasado, corrupta, necia, indolente, era mala, la indolencia, autoritarismo, falta de acuerdos y hasta corrupción de hoy son excusables o hasta mejores. La pésima calidad del servicio público en términos generales es imperdonable más allá de quién sea el ejecutor, de las simpatías o antipatías que pueda colectar.

Quienes hoy ocupan puestos de elección popular y los que colaboran con ellos son políticos aunque no lo quieran reconocer, y en ta función tendrían que ser evaluados. La responsabilidad de gobierno estatal o municipal o de representación popular es una cuestión seria y requiere de responder a la exigencia popular en los mejores términos. Cierto que el problema es de muchos políticos en los últimos sexenios, pero eso no debiera ser un relevo de responsabilidad para quienes hoy han sido llamados a cumplir en los poderes públicos una responsabilidad urgente.

Triste que la baja calidad en la política coincida con el arribo de la alternancia política en los gobiernos estatal y federal, porque ello ha ocultado las enormes virtudes de la democracia. La crisis de malos gobiernos trajo al poder a una clase política emergente que pareciera aprovechar de forma irresponsable el bono que les otorgaron sus antecesores. "Somos malos pero ¿qué tal los anteriores?", pareciera decirse en todos los gabinetes y despachos públicos. Lo terrible es que algunos de los nuevos están mostrándose peores que sus antecesores. En el Congreso, los ayuntamientos y algunos despachos del Ejecutivo, los nuevos funcionarios exhiben virtudes mucho menores a quienes les precedieron generando en los ciudadanos una decepción que se convierte en cinismo "todos son iguales", se dice y se calla en la desesperanza.

A dos años de una nueva elección, la sensación de vacío político se agrava ante la falta de cuadros que puedan ser considerados opciones de relevo. Pensar en revocar mandatos len cualquier nivel deja de ser opción si uno considera los probables relevos. ¿Quién para dónde? Y espacios urgidos de cambio hay cientos, pero opciones para cubrirlos son escasas o nulas.

Tenemos, entonces que aar con éstos mientras preparamos a los nuevos, a quienes puedan constituirse como la clase política del futuro cercano, lo que sólo constituye una osadía si los dejamos andar por su cuenta. La ciudadanía está llamada a involucrarse más en la cuestión pública, a vigilar a los gobernantes y representantes, señalar y proponer sin esperar a la próxima elección.

La decisión de actuar contra el ambulantaje en Cuernavaca, por ejemplo, ha generado un enorme respaldo ciudadano (no al alcalde o a sus funcionarios sino a la determinación), el respaldo debe notarse de forma activa para que la decisión se mantenga, lo mismo que en el caso de políticas que se consideran lesivas tiene que haber la intervención activa de los ciudadanos para frenarlas.

Pensar que los políticos actuales cambiarán por compromiso con la ciudadanía, es como esperar el aire de La Rosa de Guadalupe. Los ciudadanos pueden y deben hacerse responsables de la marcha de las instituciones que los políticos han arriesgado hasta el punto de debilitarlas y comprometerlas. Esta visto hoy que no el Congreso, los municipios, ni el Ejecutivo pueden funcionar por sí mismos sin la vigilancia, propuesta y seguimiento de quienes los han puesto ahí.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Acostumbrados los morelenses al pésimo servicio en los gobiernos estatal y municipales, pareciera que desde hace un par de décadas las opciones politicas van de las francamente malas a las absolutamente peores, o al relevo total de la práctica política con los resultados que hoy comienzan a configurarse en la vida pública del estado y las afectaciones gravisinas que ésta tiene en la esfera privada de los morelenses.

Mezquino es pensar que porque aquella política del pasado, corrupta, necia, indolente, era mala, la indolencia, autoritarismo, falta de acuerdos y hasta corrupción de hoy son excusables o hasta mejores. La pésima calidad del servicio público en términos generales es imperdonable más allá de quién sea el ejecutor, de las simpatías o antipatías que pueda colectar.

Quienes hoy ocupan puestos de elección popular y los que colaboran con ellos son políticos aunque no lo quieran reconocer, y en ta función tendrían que ser evaluados. La responsabilidad de gobierno estatal o municipal o de representación popular es una cuestión seria y requiere de responder a la exigencia popular en los mejores términos. Cierto que el problema es de muchos políticos en los últimos sexenios, pero eso no debiera ser un relevo de responsabilidad para quienes hoy han sido llamados a cumplir en los poderes públicos una responsabilidad urgente.

Triste que la baja calidad en la política coincida con el arribo de la alternancia política en los gobiernos estatal y federal, porque ello ha ocultado las enormes virtudes de la democracia. La crisis de malos gobiernos trajo al poder a una clase política emergente que pareciera aprovechar de forma irresponsable el bono que les otorgaron sus antecesores. "Somos malos pero ¿qué tal los anteriores?", pareciera decirse en todos los gabinetes y despachos públicos. Lo terrible es que algunos de los nuevos están mostrándose peores que sus antecesores. En el Congreso, los ayuntamientos y algunos despachos del Ejecutivo, los nuevos funcionarios exhiben virtudes mucho menores a quienes les precedieron generando en los ciudadanos una decepción que se convierte en cinismo "todos son iguales", se dice y se calla en la desesperanza.

A dos años de una nueva elección, la sensación de vacío político se agrava ante la falta de cuadros que puedan ser considerados opciones de relevo. Pensar en revocar mandatos len cualquier nivel deja de ser opción si uno considera los probables relevos. ¿Quién para dónde? Y espacios urgidos de cambio hay cientos, pero opciones para cubrirlos son escasas o nulas.

Tenemos, entonces que aar con éstos mientras preparamos a los nuevos, a quienes puedan constituirse como la clase política del futuro cercano, lo que sólo constituye una osadía si los dejamos andar por su cuenta. La ciudadanía está llamada a involucrarse más en la cuestión pública, a vigilar a los gobernantes y representantes, señalar y proponer sin esperar a la próxima elección.

La decisión de actuar contra el ambulantaje en Cuernavaca, por ejemplo, ha generado un enorme respaldo ciudadano (no al alcalde o a sus funcionarios sino a la determinación), el respaldo debe notarse de forma activa para que la decisión se mantenga, lo mismo que en el caso de políticas que se consideran lesivas tiene que haber la intervención activa de los ciudadanos para frenarlas.

Pensar que los políticos actuales cambiarán por compromiso con la ciudadanía, es como esperar el aire de La Rosa de Guadalupe. Los ciudadanos pueden y deben hacerse responsables de la marcha de las instituciones que los políticos han arriesgado hasta el punto de debilitarlas y comprometerlas. Esta visto hoy que no el Congreso, los municipios, ni el Ejecutivo pueden funcionar por sí mismos sin la vigilancia, propuesta y seguimiento de quienes los han puesto ahí.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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