/ miércoles 3 de marzo de 2021

Campañas contra candidatas

Es común que apenas alguien revela su anhelo por ser candidato a un puesto de elección popular en Morelos, las críticas más acres y acusaciones más absurdas respecto a sus antecedentes, el partido político que lo postula, o su proyecto personal. Esto ocurre indistintamente de filiación política, edad y sexo. ¿Dónde estaría entonces la disparidad de género en cuestiones de violencia política? Los hombres también son susceptibles de intromisiones con su vida privada, pero estos ataques son menores en grado, intensidad y nivel de intromisión que en el caso de las mujeres.

En efecto, las precandidatas son sujetas a vejaciones mucho mayores que sus adversarios hombres; a ellas se les cuestiona más que sus historias políticas (que pueden o no ser dignas de comentarios diversos) su vida personal, se cuestiona su capacidad y dureza para asumir liderazgos políticos. La pregunta común sobre los candidatos gira en torno a lo que puede ofrecer; la que se hace sobre las candidatas pretende hacer una radiografía de su vida personal, condición casi siempre irrelevante para el ejercicio público. En el caso de los hombres se pregunta ¿Cómo llegó hasta ahí? Mientras que cuando se habla de candidatas la pregunta que suele hacerse es ¿quién la puso ahí?

En esencia la carrilla política contra las mujeres incluye todo lo que se ataca a los hombres, y una serie de suplementos criminales que atentan contra la participación femenina en la vida pública, lesionan el derecho de las candidatas, pero también el de la sociedad a contar con una oferta política que incluya en igualdad de condiciones a las mujeres.

Habrá quienes aseguren, porque probablemente nunca han sido víctimas de campañas verbales tan invasivas, que ese tipo de comentarios que suelen hacerse en redes sociales digitales y de las otras, son normales y no debiera dárseles tanta importancia. Por supuesto que no es así, la violencia verbal y conceptual también es criminal y por lo mismo no debería de tolerarse. Además, se trata de una trampa, en tanto las candidatas deben dedicar mucho más tiempo que los candidatos a desmentir o aclarar difamaciones o cuestiones que tendrían que ser irrelevantes.

Cierto que el origen de muchos de los ataques a las candidatas está en sus propios partidos políticos, en los que siempre habrá grupos que se sienten desplazados y consideran atacar las “debilidades” que suponen tienen las mujeres que osan postularse a cargos públicos. Pero también es cierto que los medios de comunicación y los grupos de interés suelen reproducir los contenidos que generan los desplazados, y otros que tradicionalmente han servido para criticar-marginar a las mujeres en el ejercicio de lo público, y así la mujer tiene que dedicarse a un ejercicio de legitimación de su personal, su trayectoria y sus intenciones, que difícilmente se le exige a los candidatos hombres.

Por eso es tan relevante la queja de precandidatas sobre las campañas en su contra en redes sociales donde se promueven elementos del discurso de odio, y otros aparentemente más moderados pero que han sido sistemáticamente utilizados para marginar a las mujeres de participar en la política. Por la democracia y la justicia, no los reproduzcamos.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Es común que apenas alguien revela su anhelo por ser candidato a un puesto de elección popular en Morelos, las críticas más acres y acusaciones más absurdas respecto a sus antecedentes, el partido político que lo postula, o su proyecto personal. Esto ocurre indistintamente de filiación política, edad y sexo. ¿Dónde estaría entonces la disparidad de género en cuestiones de violencia política? Los hombres también son susceptibles de intromisiones con su vida privada, pero estos ataques son menores en grado, intensidad y nivel de intromisión que en el caso de las mujeres.

En efecto, las precandidatas son sujetas a vejaciones mucho mayores que sus adversarios hombres; a ellas se les cuestiona más que sus historias políticas (que pueden o no ser dignas de comentarios diversos) su vida personal, se cuestiona su capacidad y dureza para asumir liderazgos políticos. La pregunta común sobre los candidatos gira en torno a lo que puede ofrecer; la que se hace sobre las candidatas pretende hacer una radiografía de su vida personal, condición casi siempre irrelevante para el ejercicio público. En el caso de los hombres se pregunta ¿Cómo llegó hasta ahí? Mientras que cuando se habla de candidatas la pregunta que suele hacerse es ¿quién la puso ahí?

En esencia la carrilla política contra las mujeres incluye todo lo que se ataca a los hombres, y una serie de suplementos criminales que atentan contra la participación femenina en la vida pública, lesionan el derecho de las candidatas, pero también el de la sociedad a contar con una oferta política que incluya en igualdad de condiciones a las mujeres.

Habrá quienes aseguren, porque probablemente nunca han sido víctimas de campañas verbales tan invasivas, que ese tipo de comentarios que suelen hacerse en redes sociales digitales y de las otras, son normales y no debiera dárseles tanta importancia. Por supuesto que no es así, la violencia verbal y conceptual también es criminal y por lo mismo no debería de tolerarse. Además, se trata de una trampa, en tanto las candidatas deben dedicar mucho más tiempo que los candidatos a desmentir o aclarar difamaciones o cuestiones que tendrían que ser irrelevantes.

Cierto que el origen de muchos de los ataques a las candidatas está en sus propios partidos políticos, en los que siempre habrá grupos que se sienten desplazados y consideran atacar las “debilidades” que suponen tienen las mujeres que osan postularse a cargos públicos. Pero también es cierto que los medios de comunicación y los grupos de interés suelen reproducir los contenidos que generan los desplazados, y otros que tradicionalmente han servido para criticar-marginar a las mujeres en el ejercicio de lo público, y así la mujer tiene que dedicarse a un ejercicio de legitimación de su personal, su trayectoria y sus intenciones, que difícilmente se le exige a los candidatos hombres.

Por eso es tan relevante la queja de precandidatas sobre las campañas en su contra en redes sociales donde se promueven elementos del discurso de odio, y otros aparentemente más moderados pero que han sido sistemáticamente utilizados para marginar a las mujeres de participar en la política. Por la democracia y la justicia, no los reproduzcamos.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx