/ lunes 1 de julio de 2019

Ciencia y desigualdad

La sociedad moderna basa una parte importante de su desarrollo en el conocimiento científico. Salud, alimentación, energía, transporte y educación se agilizan, facilitan y democratizan gracias a la disponibilidad de soluciones tecnológicas de base científica.

Si le dedicamos el suficiente tiempo podríamos demostrar que todos los sectores industriales actuales tuvieron su origen en demostraciones experimentales, algunas de tiempos tan remotos como el siglo XVII.

Aún sin tener formación científica es razonable concluir que la mayor longevidad, mejor salud general y supervivencia de nuestra generación se debe a la existencia de vacunas, antibióticos y otros medicamentos así como del conocimiento de las bases fisiológicas de la nutrición que permiten una alimentación más nutritiva. Igualmente en la vida diaria gozamos de los beneficios del conocimiento científico en forma de maquinaria y de dispositivos electrónicos que facilitan el trabajo haciéndonos más productivos. A esta lista habría que incluir las telecomunicaciones y las energías renovables entre miles de beneficios sociales que aporta la ciencia.

Escribo esto porque esta semana que termina durante una presentación que realizó la Directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, la entidad del gobierno federal encargada del desarrollo científico y tecnológico de la nación, se transmitió de parte del equipo de comunicación un concepto que fue retomado por varios medios de comunicación respecto a que los “avances científicos han creado nuevas oportunidades para mejorar la vida de todos, pero hasta ahora sus beneficios han alcanzado a muy pocos e incluso han aumentado la desigualdad”.

La relevancia de esta declaración amerita profundizar el tema. Retomando las palabras del filósofo polaco Henryk Skolimowski, “la ciencia comprende lo que es y la tecnología lo que será”. Es decir, mientras la ciencia se concentra en el entendimiento del universo y las leyes que lo gobiernan, la tecnología busca la solución de problemas prácticos mediante la aplicación del conocimiento científico.

El conocimiento científico por sí mismo es amoral y no busca ni hacer un bien ni dañar, limitándose exclusivamente a la descripción de la naturaleza. El desarrollo de tecnología, por otro lado, tiene un fin práctico y puede ser sensible a intereses comerciales, políticos e inclusive militares. El gran armonizador responsable de este equilibrio es el gobierno, no solamente fomentando la tecnología benéfica sino limitando el desarrollo de tecnología dañina a la sociedad.

Por lo tanto es el gobierno el responsable de garantizar que los bebés reciban sus vacunas así como también lo es de asegurar que todos los hogares cuenten con agua potable y electricidad. De igual manera, el gobierno debe evitar que consumamos alimentos contaminados o medicamentos cuya seguridad no esté garantizada sin importar qué tan sofisticada sea la tecnología utilizada para su producción.

En consecuencia, si parte de la sociedad no tiene acceso a agua potable o no recibe sus vacunas no es culpa de la tecnología sino de la deficiencia de los mecanismos e instrumentos necesarios para que esto ocurra y es a a resolver eso a lo que debemos aspirar cuando hablamos de igualdad. Pero aquí hay que tener cuidado, tener como meta una sociedad con menos desigualdad puede representar un peligro si se interpreta de manera incorrecta ya que puede derivar en un desplazamiento hacia el otro extremo, a la pérdida generalizada de los beneficios del conocimiento científico y su consecuencia la tecnología.

Esperamos que los gobernantes de nuestro país compartan esta visión y sienten las condiciones no solamente para una sociedad con menos desigualdad sino definitivamente más próspera. Si es así, cuentan con nosotros.

Información adicional de éste y otros temas de interés http://reivindicandoapluton.blogspot.mx

La sociedad moderna basa una parte importante de su desarrollo en el conocimiento científico. Salud, alimentación, energía, transporte y educación se agilizan, facilitan y democratizan gracias a la disponibilidad de soluciones tecnológicas de base científica.

Si le dedicamos el suficiente tiempo podríamos demostrar que todos los sectores industriales actuales tuvieron su origen en demostraciones experimentales, algunas de tiempos tan remotos como el siglo XVII.

Aún sin tener formación científica es razonable concluir que la mayor longevidad, mejor salud general y supervivencia de nuestra generación se debe a la existencia de vacunas, antibióticos y otros medicamentos así como del conocimiento de las bases fisiológicas de la nutrición que permiten una alimentación más nutritiva. Igualmente en la vida diaria gozamos de los beneficios del conocimiento científico en forma de maquinaria y de dispositivos electrónicos que facilitan el trabajo haciéndonos más productivos. A esta lista habría que incluir las telecomunicaciones y las energías renovables entre miles de beneficios sociales que aporta la ciencia.

Escribo esto porque esta semana que termina durante una presentación que realizó la Directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, la entidad del gobierno federal encargada del desarrollo científico y tecnológico de la nación, se transmitió de parte del equipo de comunicación un concepto que fue retomado por varios medios de comunicación respecto a que los “avances científicos han creado nuevas oportunidades para mejorar la vida de todos, pero hasta ahora sus beneficios han alcanzado a muy pocos e incluso han aumentado la desigualdad”.

La relevancia de esta declaración amerita profundizar el tema. Retomando las palabras del filósofo polaco Henryk Skolimowski, “la ciencia comprende lo que es y la tecnología lo que será”. Es decir, mientras la ciencia se concentra en el entendimiento del universo y las leyes que lo gobiernan, la tecnología busca la solución de problemas prácticos mediante la aplicación del conocimiento científico.

El conocimiento científico por sí mismo es amoral y no busca ni hacer un bien ni dañar, limitándose exclusivamente a la descripción de la naturaleza. El desarrollo de tecnología, por otro lado, tiene un fin práctico y puede ser sensible a intereses comerciales, políticos e inclusive militares. El gran armonizador responsable de este equilibrio es el gobierno, no solamente fomentando la tecnología benéfica sino limitando el desarrollo de tecnología dañina a la sociedad.

Por lo tanto es el gobierno el responsable de garantizar que los bebés reciban sus vacunas así como también lo es de asegurar que todos los hogares cuenten con agua potable y electricidad. De igual manera, el gobierno debe evitar que consumamos alimentos contaminados o medicamentos cuya seguridad no esté garantizada sin importar qué tan sofisticada sea la tecnología utilizada para su producción.

En consecuencia, si parte de la sociedad no tiene acceso a agua potable o no recibe sus vacunas no es culpa de la tecnología sino de la deficiencia de los mecanismos e instrumentos necesarios para que esto ocurra y es a a resolver eso a lo que debemos aspirar cuando hablamos de igualdad. Pero aquí hay que tener cuidado, tener como meta una sociedad con menos desigualdad puede representar un peligro si se interpreta de manera incorrecta ya que puede derivar en un desplazamiento hacia el otro extremo, a la pérdida generalizada de los beneficios del conocimiento científico y su consecuencia la tecnología.

Esperamos que los gobernantes de nuestro país compartan esta visión y sienten las condiciones no solamente para una sociedad con menos desigualdad sino definitivamente más próspera. Si es así, cuentan con nosotros.

Información adicional de éste y otros temas de interés http://reivindicandoapluton.blogspot.mx

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