/ lunes 3 de diciembre de 2018

Conservadores y corruptos

Aún con algunos matices tranquilizadores, el primer discurso de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México resulta sumamente preocupante específicamente en una frase: “haré cuanto pueda para obstaculizar las regresiones en las que conservadores y corruptos estarán empeñados”, así lo dijo esbozando un talante de activista que no conviene en quien deberá ser presidente para todos. Frente a una declaración así, cualquier proyecto de revocación del mandato, y cualquier promesa de respeto a la democracia, de consulta a la ciudadanía, de tolerancia, de no a la persecución, languidecen por no usar el más extremo, desaparecen.

La precalificación de quienes pudieran oponerse a políticas públicas que apenas han sido esbozadas resulta en extremo preocupante pues evidencia un enorme prejuicio de alguien que, en su posición, no debiera darse el lujo de tenerlos. Si quien se oponga a las políticas lopezobradoristas será de antemano calificado como conservador o corrupto, se está declarando anulado de antemano el diálogo político, la posibilidad de construir acuerdos mixtos, moderados, consensuados. Porque “hacer cuanto pueda por obstaculizar”, se traduce, desde la posición presidencial, a usar toda la fuerza del gobierno en contra de quienes busquen restablecer aquello que el presidente busca borrar; y así cualquier diálogo es impensable.

La Real Academia Española define conservador como: “En política, especialmente favorable a mantener el orden social y los valores tradicionales frente a las innovaciones y los cambios radicales”; uno pensaría que muchos en México están convencidos de mantener los valores tradicionales del país, y de preservar el orden social que nos ha permitido tener una democracia que ha llevado al poder a gente tan disímbola como Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador. Ser conservador no es malo, como no lo es tener ideas políticas radicales o transformadoras. Igual, en todo caso, no amerita ser obstaculizado por el Estado de ninguna forma. Incluso diríamos que asociar conservador con corrupto es profundamente injusto, perverso.

Por supuesto que el discurso presidencial evidencia una visión maniquea que ha servido a López Obrador durante muchos años para construir a una base de fieles seguidores acostumbrados a un discurso político del siglo pasado en que se identifica invariablemente a los adversarios u opositores como malvados que buscan hacerle daño a la gente. En este sentido, la asociación entre “conservadores” (esos que se atreven a cuestionar o que intentarán dar reversa a los cambios que se proponen), y “corruptos” es natural; lo que no la vuelve correcta, ni deseable.

El riesgo de intolerancia sigue latente en un discurso al que salieron a atajar de inmediato los empresarios de Coparmex, que llamaron “a dejar atrás maniqueísmos, y posiciones polarizantes… El Presidente de la República debe ser factor de inspiración, moderación, concordia, y de cohesión social”.

Así, a pesar de algunas señales tranquilizadoras, el primer discurso de López Obrador, con todo y su longitud, dejó más preocupaciones que certezas, especialmente para quienes se han pronunciado abiertamente en contra de algunas de sus propuestas y que ahora pueden andar con la vida con un mote que se sume a lo fifí, el de conservadores. En cualquiera de los casos, sugerimos portarlo orgullosos, a final de cuentas, ya advirtió que no se reelegirá, así que el apelativo sólo les durará seis años.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Aún con algunos matices tranquilizadores, el primer discurso de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México resulta sumamente preocupante específicamente en una frase: “haré cuanto pueda para obstaculizar las regresiones en las que conservadores y corruptos estarán empeñados”, así lo dijo esbozando un talante de activista que no conviene en quien deberá ser presidente para todos. Frente a una declaración así, cualquier proyecto de revocación del mandato, y cualquier promesa de respeto a la democracia, de consulta a la ciudadanía, de tolerancia, de no a la persecución, languidecen por no usar el más extremo, desaparecen.

La precalificación de quienes pudieran oponerse a políticas públicas que apenas han sido esbozadas resulta en extremo preocupante pues evidencia un enorme prejuicio de alguien que, en su posición, no debiera darse el lujo de tenerlos. Si quien se oponga a las políticas lopezobradoristas será de antemano calificado como conservador o corrupto, se está declarando anulado de antemano el diálogo político, la posibilidad de construir acuerdos mixtos, moderados, consensuados. Porque “hacer cuanto pueda por obstaculizar”, se traduce, desde la posición presidencial, a usar toda la fuerza del gobierno en contra de quienes busquen restablecer aquello que el presidente busca borrar; y así cualquier diálogo es impensable.

La Real Academia Española define conservador como: “En política, especialmente favorable a mantener el orden social y los valores tradicionales frente a las innovaciones y los cambios radicales”; uno pensaría que muchos en México están convencidos de mantener los valores tradicionales del país, y de preservar el orden social que nos ha permitido tener una democracia que ha llevado al poder a gente tan disímbola como Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador. Ser conservador no es malo, como no lo es tener ideas políticas radicales o transformadoras. Igual, en todo caso, no amerita ser obstaculizado por el Estado de ninguna forma. Incluso diríamos que asociar conservador con corrupto es profundamente injusto, perverso.

Por supuesto que el discurso presidencial evidencia una visión maniquea que ha servido a López Obrador durante muchos años para construir a una base de fieles seguidores acostumbrados a un discurso político del siglo pasado en que se identifica invariablemente a los adversarios u opositores como malvados que buscan hacerle daño a la gente. En este sentido, la asociación entre “conservadores” (esos que se atreven a cuestionar o que intentarán dar reversa a los cambios que se proponen), y “corruptos” es natural; lo que no la vuelve correcta, ni deseable.

El riesgo de intolerancia sigue latente en un discurso al que salieron a atajar de inmediato los empresarios de Coparmex, que llamaron “a dejar atrás maniqueísmos, y posiciones polarizantes… El Presidente de la República debe ser factor de inspiración, moderación, concordia, y de cohesión social”.

Así, a pesar de algunas señales tranquilizadoras, el primer discurso de López Obrador, con todo y su longitud, dejó más preocupaciones que certezas, especialmente para quienes se han pronunciado abiertamente en contra de algunas de sus propuestas y que ahora pueden andar con la vida con un mote que se sume a lo fifí, el de conservadores. En cualquiera de los casos, sugerimos portarlo orgullosos, a final de cuentas, ya advirtió que no se reelegirá, así que el apelativo sólo les durará seis años.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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