/ martes 6 de agosto de 2019

Cuernavaca, pueblos y desorden

Cuernavaca tiene 260 colonias, una buena parte de ellas están en los 12 pueblos , Acapantinzgo, Ahuatepec, Amatitlán, Buena Vista del Monte, , Chamilpa, Chapultepec, Chipitlán, Ocotepec, San Antón, Santa María Ahuacatitlán, Tetela del Monte y Tlaltenango.

Estos pueblos han gozado de cierto margen de autonomía durante décadas, lo que les ha permitido mantener una identidad propia, pero también, algunos de ellos han consolidado formas de organización propias que son sumamente laxas en términos de respeto a los ordenamientos municipales, especialmente en lo que refiere a comercio en la vía pública, venta de alcohol y hasta permisos para construcción.

Por muchos años el problema fue menor. La ciudad podía tolerar el establecimiento de un puesto de garnachas aquí y allá, de otro con mercancía de dudosa procedencia por allá; un señor podía vender cervezas en su cochera; un vecino podía ampliar su casa con uno o dos cuartos más. Se trataba, entonces se pensó, de ayudar a la gente que menos tiene. Una parte de la población de Cuernavaca vivía en situación de pobreza, y torcer un poco la ley parecía una forma de apoyo para superar la marginación. Sólo parecía.

Al cabo de décadas, la mitad de las 260 colonias de Cuernavaca enfrentan situaciones de pobreza y marginación. El crecimiento desordenado ha traído consigo la imposibilidad de prestar servicios públicos a amplias zonas de la ciudad. La situación de ilegalidad que viven comerciantes y prestadores de servicios “tolerados” por los ayudantes municipales y comisariados ejidales, les ha convertido en fáciles presas de grupos delincuenciales y con ello los riesgos para la seguridad pública se han extendido de forma ya insostenible. La recaudación del Ayuntamiento de Cuernavaca es extraordinariamente baja, y tampoco ayudan las tomas clandestinas que afectan el ingreso del Sistema de Agua Potable. Portarse como pobres ha extendido la marginación en muchas colonias de Cuernavaca. Paradójicamente, las omisiones que se permitieron para “apoyar” a los que menos tienen, generaron mayor pobreza de la que se buscaba paliar.

El tímido intento de la alcaldía de Cuernavaca para poner orden hasta ahora ha consistido solamente en llamar a la disciplina legal a los ayudantes municipales para que no excedan sus funciones y, en el caso de Acapantzingo, suspender el servicio de recolección de basura en la zona del ejido por las amenazas del comisariado ejidal que se negó a la revisión de expendios de alcohol en el área. No es un asunto sencillo, en tanto pueblos como Ocotepec y Ahuatepec tienen incluso sus propias organizaciones para la vigilancia en un extremo, o la raigambre de tradiciones en otras zonas como Tlaltenango y el propio Acapantzingo, se traducen en fuerzas sociales y políticas difíciles de enfrentar. Mucho más cuando el discurso popular ha colocado a los pueblos como los débiles y a la alcaldía como una autoridad opresora. Ese discurso popular se refleja incluso en el tratamiento que se da a los temas desde una vertiente del periodismo social que prejuzga como inocentes a los que presume débiles –representantes de colonias y poblados- y como perversos a quienes están dotados legalmente de algún poder.

El llamado debe agradecerse porque no hay registros recientes de que se haya hecho uno parecido, y porque podría ser el inicio de una serie de acciones del Ayuntamiento para buscar poner en orden a esos pueblos, cuyos esquemas de corrupción se han convertido ya en problemas graves de seguridad pública. Sin embargo, se ve difícil que la fuerza actual del cabildo sea suficiente para encarar a las llamadas autoridades auxiliares (algunas de ellas incluso señaladas en algún tiempo por presunta colusión con grupos delictivos, sin que se hayan realizado, hasta donde se sabe, investigaciones al respecto). Recuperar la legalidad en Cuernavaca, y en el resto del estado, es urgente en tanto significa una oportunidad de crecer como a la ciudad le urge.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Cuernavaca tiene 260 colonias, una buena parte de ellas están en los 12 pueblos , Acapantinzgo, Ahuatepec, Amatitlán, Buena Vista del Monte, , Chamilpa, Chapultepec, Chipitlán, Ocotepec, San Antón, Santa María Ahuacatitlán, Tetela del Monte y Tlaltenango.

Estos pueblos han gozado de cierto margen de autonomía durante décadas, lo que les ha permitido mantener una identidad propia, pero también, algunos de ellos han consolidado formas de organización propias que son sumamente laxas en términos de respeto a los ordenamientos municipales, especialmente en lo que refiere a comercio en la vía pública, venta de alcohol y hasta permisos para construcción.

Por muchos años el problema fue menor. La ciudad podía tolerar el establecimiento de un puesto de garnachas aquí y allá, de otro con mercancía de dudosa procedencia por allá; un señor podía vender cervezas en su cochera; un vecino podía ampliar su casa con uno o dos cuartos más. Se trataba, entonces se pensó, de ayudar a la gente que menos tiene. Una parte de la población de Cuernavaca vivía en situación de pobreza, y torcer un poco la ley parecía una forma de apoyo para superar la marginación. Sólo parecía.

Al cabo de décadas, la mitad de las 260 colonias de Cuernavaca enfrentan situaciones de pobreza y marginación. El crecimiento desordenado ha traído consigo la imposibilidad de prestar servicios públicos a amplias zonas de la ciudad. La situación de ilegalidad que viven comerciantes y prestadores de servicios “tolerados” por los ayudantes municipales y comisariados ejidales, les ha convertido en fáciles presas de grupos delincuenciales y con ello los riesgos para la seguridad pública se han extendido de forma ya insostenible. La recaudación del Ayuntamiento de Cuernavaca es extraordinariamente baja, y tampoco ayudan las tomas clandestinas que afectan el ingreso del Sistema de Agua Potable. Portarse como pobres ha extendido la marginación en muchas colonias de Cuernavaca. Paradójicamente, las omisiones que se permitieron para “apoyar” a los que menos tienen, generaron mayor pobreza de la que se buscaba paliar.

El tímido intento de la alcaldía de Cuernavaca para poner orden hasta ahora ha consistido solamente en llamar a la disciplina legal a los ayudantes municipales para que no excedan sus funciones y, en el caso de Acapantzingo, suspender el servicio de recolección de basura en la zona del ejido por las amenazas del comisariado ejidal que se negó a la revisión de expendios de alcohol en el área. No es un asunto sencillo, en tanto pueblos como Ocotepec y Ahuatepec tienen incluso sus propias organizaciones para la vigilancia en un extremo, o la raigambre de tradiciones en otras zonas como Tlaltenango y el propio Acapantzingo, se traducen en fuerzas sociales y políticas difíciles de enfrentar. Mucho más cuando el discurso popular ha colocado a los pueblos como los débiles y a la alcaldía como una autoridad opresora. Ese discurso popular se refleja incluso en el tratamiento que se da a los temas desde una vertiente del periodismo social que prejuzga como inocentes a los que presume débiles –representantes de colonias y poblados- y como perversos a quienes están dotados legalmente de algún poder.

El llamado debe agradecerse porque no hay registros recientes de que se haya hecho uno parecido, y porque podría ser el inicio de una serie de acciones del Ayuntamiento para buscar poner en orden a esos pueblos, cuyos esquemas de corrupción se han convertido ya en problemas graves de seguridad pública. Sin embargo, se ve difícil que la fuerza actual del cabildo sea suficiente para encarar a las llamadas autoridades auxiliares (algunas de ellas incluso señaladas en algún tiempo por presunta colusión con grupos delictivos, sin que se hayan realizado, hasta donde se sabe, investigaciones al respecto). Recuperar la legalidad en Cuernavaca, y en el resto del estado, es urgente en tanto significa una oportunidad de crecer como a la ciudad le urge.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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