/ martes 14 de mayo de 2019

Cuernavaca y la planeación…

Siendo una ciudad que por décadas se ha permitido un crecimiento desordenado, es hasta obvio que Cuernavaca carezca de albergues para recibir a los cientos de personas que habitan en zonas de riesgo frente a las lluvias que están por venir. En un contexto así, llamar a las familias (casi doscientas según el cálculo del Ayuntamiento de Cuernavaca) a abandonar sus hogares para evitar el peligro que representan los caudales de agua que hay en la ciudad en la época de lluvias parece un desliz optimista. Lo es porque se les pide que abandonen sus viviendas sin ofrecerles alternativa alguna: “veremos habilitar albergues temporales en escuelas” es una respuesta que supone muy poca seguridad. Sin embargo, es lo que hay.

Las familias que viven en zonas de riesgo evidencian un problema grave en la ciudad que ha permitido la aparición de asentamientos irregulares durante muchos años. Ninguna de las administraciones anteriores fue capaz, en su momento, de evitar los asentamientos irregulares, de programar el crecimiento de la ciudad, de administrar las reservas territoriales para favorecer el desarrollo a futuro. Los ayuntamientos se convirtieron en administradores (no siempre buenos) del presente, y con ello negaron la posibilidad de futuro a una de las ciudades más importantes de la región.

Porque en términos elementales, los problemas de la ciudad surgen de la falta de planeación, y de la incapacidad de las autoridades de adaptar sus proyectos a las nuevas realidades. El mismo día que nos enteramos de las acciones del municipio para notificar a las personas en las zonas de riesgo, y las que se toman para procurar que el temporal de lluvias no genere tantas afectaciones en la ciudad, nos recuerdan que las Plazas Lido y Degollado, que se hicieron para reubicar a comerciantes ambulantes a finales del siglo pasado presentan muchos locales vacíos. En el caso de la Plaza Degollado el abandono se calcula en el 90 por ciento, lo que evidencia el descuido del municipio respecto de los proyectos de desarrollo de la ciudad.

En su momento, las plazas Lido y Degollado, igual que los mercados municipales, sirvieron para atender las necesidades de cientos de comerciantes que se instalaban en la vía pública. Durante años, esos pequeños locales, pagados con los impuestos de la gente de Cuernavaca, sirvieron para el sustento de muchas familias. Las difíciles condiciones económicas, la inseguridad, o la propia dinámica social, provocaron que se abandonaran decenas de locales con el paso del tiempo. Parece obvio que la reubicación de los comerciantes ambulantes tiene un destino natural en esos espacios que deben ser rescatados por el municipio, que también podría facilitar la reubicación con verdaderos programas de desarrollo para esos espacios. Una de las condiciones tendrá que ser la regularización de los comercios que les permitiría acceder a diversos beneficios.

Básicamente, el problema parece estar en ir de la ocurrencia a la planeación; transitar de poner parches a evitar que haya hoyos (o que los hoyos que por la propia dinámica citadina surjan sean atendidos bajo un protocolo de actuación). Las autoridades municipales deben empezar a ver más allá de la próxima elección, evadir el cálculo político para elaborar un proyecto de desarrollo de largo alcance para una Cuernavaca que les ha quedado grande a las administraciones públicas posteriores a la de Sergio Estrada Cajigal que, con todos sus defectos, fue el último en atreverse a generar acciones de largo aliento para una ciudad que no puede vivir en medio de la improvisación.

El gran reto para la administración de Antonio Villalobos es lograr vencer la inercia de los últimos tiempos entregada a la reacción inmediata y sentarse con toda calma a planear una mejor ciudad para todos. La probabilidad de que eso pase depende justamente de su capacidad de liderazgo.

Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Siendo una ciudad que por décadas se ha permitido un crecimiento desordenado, es hasta obvio que Cuernavaca carezca de albergues para recibir a los cientos de personas que habitan en zonas de riesgo frente a las lluvias que están por venir. En un contexto así, llamar a las familias (casi doscientas según el cálculo del Ayuntamiento de Cuernavaca) a abandonar sus hogares para evitar el peligro que representan los caudales de agua que hay en la ciudad en la época de lluvias parece un desliz optimista. Lo es porque se les pide que abandonen sus viviendas sin ofrecerles alternativa alguna: “veremos habilitar albergues temporales en escuelas” es una respuesta que supone muy poca seguridad. Sin embargo, es lo que hay.

Las familias que viven en zonas de riesgo evidencian un problema grave en la ciudad que ha permitido la aparición de asentamientos irregulares durante muchos años. Ninguna de las administraciones anteriores fue capaz, en su momento, de evitar los asentamientos irregulares, de programar el crecimiento de la ciudad, de administrar las reservas territoriales para favorecer el desarrollo a futuro. Los ayuntamientos se convirtieron en administradores (no siempre buenos) del presente, y con ello negaron la posibilidad de futuro a una de las ciudades más importantes de la región.

Porque en términos elementales, los problemas de la ciudad surgen de la falta de planeación, y de la incapacidad de las autoridades de adaptar sus proyectos a las nuevas realidades. El mismo día que nos enteramos de las acciones del municipio para notificar a las personas en las zonas de riesgo, y las que se toman para procurar que el temporal de lluvias no genere tantas afectaciones en la ciudad, nos recuerdan que las Plazas Lido y Degollado, que se hicieron para reubicar a comerciantes ambulantes a finales del siglo pasado presentan muchos locales vacíos. En el caso de la Plaza Degollado el abandono se calcula en el 90 por ciento, lo que evidencia el descuido del municipio respecto de los proyectos de desarrollo de la ciudad.

En su momento, las plazas Lido y Degollado, igual que los mercados municipales, sirvieron para atender las necesidades de cientos de comerciantes que se instalaban en la vía pública. Durante años, esos pequeños locales, pagados con los impuestos de la gente de Cuernavaca, sirvieron para el sustento de muchas familias. Las difíciles condiciones económicas, la inseguridad, o la propia dinámica social, provocaron que se abandonaran decenas de locales con el paso del tiempo. Parece obvio que la reubicación de los comerciantes ambulantes tiene un destino natural en esos espacios que deben ser rescatados por el municipio, que también podría facilitar la reubicación con verdaderos programas de desarrollo para esos espacios. Una de las condiciones tendrá que ser la regularización de los comercios que les permitiría acceder a diversos beneficios.

Básicamente, el problema parece estar en ir de la ocurrencia a la planeación; transitar de poner parches a evitar que haya hoyos (o que los hoyos que por la propia dinámica citadina surjan sean atendidos bajo un protocolo de actuación). Las autoridades municipales deben empezar a ver más allá de la próxima elección, evadir el cálculo político para elaborar un proyecto de desarrollo de largo alcance para una Cuernavaca que les ha quedado grande a las administraciones públicas posteriores a la de Sergio Estrada Cajigal que, con todos sus defectos, fue el último en atreverse a generar acciones de largo aliento para una ciudad que no puede vivir en medio de la improvisación.

El gran reto para la administración de Antonio Villalobos es lograr vencer la inercia de los últimos tiempos entregada a la reacción inmediata y sentarse con toda calma a planear una mejor ciudad para todos. La probabilidad de que eso pase depende justamente de su capacidad de liderazgo.

Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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