/ miércoles 26 de agosto de 2020

De lo ideal a lo real, el covid-19 ¿nos cambió?

Durante las primeras semanas de la actual pandemia y conforme transcurrieron los meses de marzo a la fecha, muchos analistas económicos prospectaron cambios estructurales como resultado de la enorme afectación que tendría la contingencia sanitaria sobre el trabajo y la capacidad productiva de todos los países.

La mayoría de ellos, urgía a los gobiernos a crear planes de contención económica; y luego, a crear planes de recuperación post-pandemia. Otros analistas, señalaban que la crisis causada por el covid-19 debería verse como una oportunidad histórica para construir una nueva arquitectura institucional y redimensionar el papel del Estado en la economía. Pensaban que sería posible crear por fin, un nuevo Estado de Bienestar para generar relaciones más equilibradas y socialmente justas entre el capital y el trabajo.

Para otros economistas (los desarrollistas), la respuesta a la pandemia debía pasar por una estrategia de política industrial moderna acorde al siglo XXI, siendo inaplazable contar con un Estado desarrollador y productivo; ya que de otra forma no sería posible recuperar el trabajo, la capacidad productiva destruida durante la pandemia (y yo diría también, de la recesión que ya teníamos) ni generar expectativas de mejores condiciones de vida.

El economista Joseph Stiglitz advirtió que los más golpeados por la pandemia serían las personas que se encuentran en la parte baja de la escala socioeconómica, ya que al perder sus trabajos dejarían de obtener los escasos ingresos que de por sí tenían. Lo anterior haría engrosar lo que Nouriel Roubini llama, la nueva clase del “precariado”, es decir, la de empleos precarios, sin seguridad social y sin futuro.

Muy pocos países como España, Italia, EU y otros, aprobaron apoyos ciudadanos como el “ingreso mínimo vital” o el “ingreso ciudadano”; además de medidas de emergencia para proteger el derecho a la vivienda de las personas de escasos recursos afectadas.

En nuestro caso, dejamos lo ideal y desoímos las recomendaciones. El gobierno mexicano decidió no buscar modelos distintos que permitieran guiar el rumbo de sus decisiones. Lo que imperó fue la política en los cálculos, diagnósticos y las decisiones. Sin embargo, el riesgo de convertir la agenda pública en discursos monotemáticos y con prioridades públicas que invisibilizan los problemas nacionales, es que tarde o temprano volverán a surgir con mayor fuerza.

La población mexicana tiene más de cuarenta años sometidos a presiones, ajustes, cambios y recortes por las malas o acotadas decisiones públicas. Mucha gente está agotada social y económicamente, y la pandemia solo vino a exacerbar esta condición. Pero ante la reciente reactivación de la economía y la reapertura paulatina de actividades, lo que se advierte es la urgencia por trabajar y generar ingresos por las mismas personas, aunque arriesguen la vida, ya que quedó claro que si no se salvan ellos mismos nadie más lo hará.

Algunos imaginaron idealmente que la pandemia daría luz a cambios en los valores culturales y modificaciones abruptas del comportamiento humano en la economía y el desarrollo sostenible para el futuro.

Lo real es que en México nunca llegó el gran Acuerdo o Pacto Nacional para dar un rumbo concertado e integral, ni habrá un nuevo Estado de Bienestar. Sin embargo, lo ideal sigue siendo necesario: construir un nuevo futuro de prosperidad y bienestar social.

No importa que lo anterior no sea prioridad del actual gobierno; los ideales nunca deben perderse…


Twitter / Facebook: @CzarArenas

Durante las primeras semanas de la actual pandemia y conforme transcurrieron los meses de marzo a la fecha, muchos analistas económicos prospectaron cambios estructurales como resultado de la enorme afectación que tendría la contingencia sanitaria sobre el trabajo y la capacidad productiva de todos los países.

La mayoría de ellos, urgía a los gobiernos a crear planes de contención económica; y luego, a crear planes de recuperación post-pandemia. Otros analistas, señalaban que la crisis causada por el covid-19 debería verse como una oportunidad histórica para construir una nueva arquitectura institucional y redimensionar el papel del Estado en la economía. Pensaban que sería posible crear por fin, un nuevo Estado de Bienestar para generar relaciones más equilibradas y socialmente justas entre el capital y el trabajo.

Para otros economistas (los desarrollistas), la respuesta a la pandemia debía pasar por una estrategia de política industrial moderna acorde al siglo XXI, siendo inaplazable contar con un Estado desarrollador y productivo; ya que de otra forma no sería posible recuperar el trabajo, la capacidad productiva destruida durante la pandemia (y yo diría también, de la recesión que ya teníamos) ni generar expectativas de mejores condiciones de vida.

El economista Joseph Stiglitz advirtió que los más golpeados por la pandemia serían las personas que se encuentran en la parte baja de la escala socioeconómica, ya que al perder sus trabajos dejarían de obtener los escasos ingresos que de por sí tenían. Lo anterior haría engrosar lo que Nouriel Roubini llama, la nueva clase del “precariado”, es decir, la de empleos precarios, sin seguridad social y sin futuro.

Muy pocos países como España, Italia, EU y otros, aprobaron apoyos ciudadanos como el “ingreso mínimo vital” o el “ingreso ciudadano”; además de medidas de emergencia para proteger el derecho a la vivienda de las personas de escasos recursos afectadas.

En nuestro caso, dejamos lo ideal y desoímos las recomendaciones. El gobierno mexicano decidió no buscar modelos distintos que permitieran guiar el rumbo de sus decisiones. Lo que imperó fue la política en los cálculos, diagnósticos y las decisiones. Sin embargo, el riesgo de convertir la agenda pública en discursos monotemáticos y con prioridades públicas que invisibilizan los problemas nacionales, es que tarde o temprano volverán a surgir con mayor fuerza.

La población mexicana tiene más de cuarenta años sometidos a presiones, ajustes, cambios y recortes por las malas o acotadas decisiones públicas. Mucha gente está agotada social y económicamente, y la pandemia solo vino a exacerbar esta condición. Pero ante la reciente reactivación de la economía y la reapertura paulatina de actividades, lo que se advierte es la urgencia por trabajar y generar ingresos por las mismas personas, aunque arriesguen la vida, ya que quedó claro que si no se salvan ellos mismos nadie más lo hará.

Algunos imaginaron idealmente que la pandemia daría luz a cambios en los valores culturales y modificaciones abruptas del comportamiento humano en la economía y el desarrollo sostenible para el futuro.

Lo real es que en México nunca llegó el gran Acuerdo o Pacto Nacional para dar un rumbo concertado e integral, ni habrá un nuevo Estado de Bienestar. Sin embargo, lo ideal sigue siendo necesario: construir un nuevo futuro de prosperidad y bienestar social.

No importa que lo anterior no sea prioridad del actual gobierno; los ideales nunca deben perderse…


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