Tres visitas me bastaron para enamorarme de los tacos de Mauro. Y es que Mauro es un maestro en la confección de los de tripa bien doradita, como los imagino y me hacen babear hasta en sueños.
Y cómo no van a ser una delicia, si a Mauro se le ve el cariño por lo que hace, desde cómo mueve la carne que flota en la manteca y la deja reposar un poco más en esas burbujas que la ablandan, la perfuman y la impregnan de su propio jugo.
Ya en la plancha la tripa llora sus penas poco a poco como sufriendo lento. Justo en ese momento Mauro la toma de nuevo, la pone al centro del comal y la tapa con un par de tortillas, como si tuviera frío, hasta que adquiere un color que anticipa cómo va a crujir al momento de la mordida.
Y es que la tripa nunca está suficientemente doradita, como para llegar hirviendo hasta tu plato, donde un buen chorro de limón, unos granos de sal y al menos dos cucharadas de salsa, le hacen los honores al manjar antes de ir a la boca.
A los de suadero Mauro les pasa el machete con suavidad: primero en el sentido de la hebra y después en perpendicular, para obtener cubos que serían perfectos, si no necesitaran más golpes para definitivamente perder la forma y dejar solo el sabor.
Si los pides campechanos con longaniza no te vas a arrepentir, pues esta última es de esas que no invade, no abruma, solo acompaña. Pídete uno solo de longaniza y –a la limón- alterna una mordida al taco y otra a los rábanos y pápalos que no pueden faltar en la mesa.
Mauro comienza a vender como a las 7 de la tarde, pero si llegas en hora pico, corres el riesgo de tener que esperar varios minutos para encontrar asiento, pues la fama que le da su sabor no es nueva y tiene clientes de todos lados.
Abre todos los días excepto los miércoles en Avenida Lázaro Cárdenas de la colonia El Porvenir de Jiutepec, entrando por bomberos de Civac, unos metros adelante del semáforo, casi frente a la eterna mueblería Cosmos.
Si vas de mi parte no te va a hacer descuento, pero te van a tratar de lujo.
Sígueme en Facebook como Castrando Ando