/ miércoles 24 de junio de 2020

Del Estado “soy yo”, al Estado “teatral”

Casi todos, en algún momento, hemos escuchado la frase “El Estado Soy Yo”; atribuida al rey Luis XIV de Francia. No me detendré a dar más explicación, pero es la idea que parece estar presente en el ambiente político mexicano desde la llegada de AMLO a la Presidencia.

Desde las “mañaneras”, hasta las decisiones “por cuenta propia”, se dibuja esta realidad; aunque hay muchos ejemplos que se podrían citar a lo largo del espectro de estos extremos. Sin embargo, hay otro tipo de Estado que lleva tiempo formándose en la 4T y es el “Estado teatral”.

Paul Cartledge dice que en la sociedad griega, el ciudadano ateniense estaba acostumbrado a participar en la vida política de forma activa (en el gimnasio, la asamblea, los tribunales, banquetes, concursos o guerras). Podía ser actor, orador, soldado o espectador. Distante a esta categoría, el “Estado teatral” al que me refiero es a un Estado donde persiste la simulación, donde no sólo está ausente la participación ciudadana sino que el Estado, al estar tan alejado de la realidad y sumamente limitado, lo único que puede hacer es simular.

El contenido discursivo de la 4T, que usualmente raya en lo metafísico o en el anacronismo religioso ha sido uno en la teoría y otro en la práctica. No robar, no mentir y no traicionar. Tres mandamientos que parecerían sencillos de cumplir, parecen no serlo. Y sólo basta recapitular lo sucedido en los últimos días: se mintió en lo sucedido durante el operativo de Culiacán; se nos engaña cuando se destruyen instituciones de derechos humanos ó se impone la militarización del país ó se interviene con policías y militares en Guanajuato, cuando se dijo que no harían lo mismo.

El “Estado teatral” simula una realidad para ofrecerla a la opinión pública y generar una impresión distinta a los hechos: engañan cuando los funcionarios presentan declaraciones patrimoniales con sorpresas inexplicables; cuando destruye los derechos de los trabajadores de la burocracia; ó también cuando tienen el tino y el tiempo para hacer un montaje en hospitales federales y burlarse de quienes buscan desesperadamente una cama de hospital en medio de la mayor crisis sanitaria de las últimas décadas.

La 4T se mueve políticamente entre el “Estado Soy yo” y el “Estado Teatral”, entre la omnipotencia y la simulación. A los gobernadores que se han reunido para recriminarle en conjunto a AMLO por la falta de recursos, se les respondió diciéndoles que no les dará facilidades para endeudarse porque no permitirá más “derroches” ni “uso electorero” del presupuesto. Con esto, asume la paternidad política de los ciudadanos de esas entidades federativas y usa los poderes (políticos y económicos) del gobierno federal para anunciar desde ahora que la Presidencia se volverá en “guardián” de las elecciones.

Al “Estado Teatral” no le importa participar en los asuntos públicos que demanda la realidad: no le importó atender las recientes inundaciones del sureste ni supervisar los daños por el sismo de esta semana, no le importan las agendas de derechos humanos, no está garantizando la seguridad de los ciudadanos ni pacificando territorios, no está salvando empleos ni la economía.

El resultado de todo esto es que los ciudadanos están solos. Morelos vive un desesperante espasmo de abandono institucional y lo único que se ofrece desde la federación es una simulación y el inicio del canibalismo político.


Twitter / Facebook: @CzarArenas

Casi todos, en algún momento, hemos escuchado la frase “El Estado Soy Yo”; atribuida al rey Luis XIV de Francia. No me detendré a dar más explicación, pero es la idea que parece estar presente en el ambiente político mexicano desde la llegada de AMLO a la Presidencia.

Desde las “mañaneras”, hasta las decisiones “por cuenta propia”, se dibuja esta realidad; aunque hay muchos ejemplos que se podrían citar a lo largo del espectro de estos extremos. Sin embargo, hay otro tipo de Estado que lleva tiempo formándose en la 4T y es el “Estado teatral”.

Paul Cartledge dice que en la sociedad griega, el ciudadano ateniense estaba acostumbrado a participar en la vida política de forma activa (en el gimnasio, la asamblea, los tribunales, banquetes, concursos o guerras). Podía ser actor, orador, soldado o espectador. Distante a esta categoría, el “Estado teatral” al que me refiero es a un Estado donde persiste la simulación, donde no sólo está ausente la participación ciudadana sino que el Estado, al estar tan alejado de la realidad y sumamente limitado, lo único que puede hacer es simular.

El contenido discursivo de la 4T, que usualmente raya en lo metafísico o en el anacronismo religioso ha sido uno en la teoría y otro en la práctica. No robar, no mentir y no traicionar. Tres mandamientos que parecerían sencillos de cumplir, parecen no serlo. Y sólo basta recapitular lo sucedido en los últimos días: se mintió en lo sucedido durante el operativo de Culiacán; se nos engaña cuando se destruyen instituciones de derechos humanos ó se impone la militarización del país ó se interviene con policías y militares en Guanajuato, cuando se dijo que no harían lo mismo.

El “Estado teatral” simula una realidad para ofrecerla a la opinión pública y generar una impresión distinta a los hechos: engañan cuando los funcionarios presentan declaraciones patrimoniales con sorpresas inexplicables; cuando destruye los derechos de los trabajadores de la burocracia; ó también cuando tienen el tino y el tiempo para hacer un montaje en hospitales federales y burlarse de quienes buscan desesperadamente una cama de hospital en medio de la mayor crisis sanitaria de las últimas décadas.

La 4T se mueve políticamente entre el “Estado Soy yo” y el “Estado Teatral”, entre la omnipotencia y la simulación. A los gobernadores que se han reunido para recriminarle en conjunto a AMLO por la falta de recursos, se les respondió diciéndoles que no les dará facilidades para endeudarse porque no permitirá más “derroches” ni “uso electorero” del presupuesto. Con esto, asume la paternidad política de los ciudadanos de esas entidades federativas y usa los poderes (políticos y económicos) del gobierno federal para anunciar desde ahora que la Presidencia se volverá en “guardián” de las elecciones.

Al “Estado Teatral” no le importa participar en los asuntos públicos que demanda la realidad: no le importó atender las recientes inundaciones del sureste ni supervisar los daños por el sismo de esta semana, no le importan las agendas de derechos humanos, no está garantizando la seguridad de los ciudadanos ni pacificando territorios, no está salvando empleos ni la economía.

El resultado de todo esto es que los ciudadanos están solos. Morelos vive un desesperante espasmo de abandono institucional y lo único que se ofrece desde la federación es una simulación y el inicio del canibalismo político.


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