/ lunes 12 de abril de 2021

Democracia, la alternativa

Sociedades enteras enfrentarían élites políticas que se turnan la representación y el poder a partir de su complicidad para minar toda oferta diferente ante el electorado. Y más aún: derivan también en convertirse en socios de los beneficios que otorga legislar y gobernar de espaldas a la sociedad, porque el costo político a pagar es mínimo: acaso perder el poder, pero para que gobierne el socio, al cual le unen la corrupción y la impunidad.

Citamos dos ejemplos claros de ello:

En el caso México, el retraso en la creación y operación de un sistema anticorrupción ha sido responsabilidad de todos los partidos y actores políticos, porque de fondo a ninguno conviene. Y para hacer frente a ese compromiso contraído con la sociedad, a fin de enfatizar la idea de que se está cumpliendo, se aprueban legislaciones incompletas y se nombran funcionarios proclives al régimen y de entre la misma clase política asociada.

La decisión de que alguien gobierne puesta en manos de un tribunal no parece ser del todo un ejercicio democrático, sino acaso mostraría que las instituciones funcionan para dirimir controversias, cuando de antemano el resultado de las elecciones está cuestionado, determinado no por los electores, la sociedad, sino por los grupos de interés y de presión.

No es, por tanto, nada sencillo llegar a la verdadera representación y mucho menos hacer realidad la democracia, lo mismo en países en transición política, que en aquellos que aparentemente tienen mayor experiencia en esta práctica efectiva de la competencia política.

Acaso la democracia participativa podría arrojar algunos visos de solución, pero tampoco es cierto del todo. El caso de Reino Unido es muy ilustrativo: se pregunta a la sociedad si desea abandonar la Eurozona, y contra todos los pronósticos y la lógica de relaciones comerciales, así como las posiciones en el ajedrez de la geopolítica, decide abandonarlo, atentando en su contra, acaso por la falta de información suficiente, tal vez por un nacionalismo mal enfocado en la interdependencia de las economías y los intercambios comerciales.

En las campañas iniciadas este día (abril 4) es conveniente evocar al ensayo, “La disputa por la Nación”, dado que o bien, se trata de que la élite política actual termine de desmantelar el tejido institucional (a través de la remisión del INE) o bien, con todas sus contradicciones, las oposiciones y los ciudadanos mantenemos viva nuestra forma de democracia, dado que siguen siendo mejores alternativas de desarrollo, las democracias, así sean imperfectas, disfuncionales, son mejores opciones que toda forma de autoritarismo con apellido nacionalista.

Facebook: Daniel Adame Osorio.

Instagram: @danieladameosorio.

Twitter: @Danieldao1

Sociedades enteras enfrentarían élites políticas que se turnan la representación y el poder a partir de su complicidad para minar toda oferta diferente ante el electorado. Y más aún: derivan también en convertirse en socios de los beneficios que otorga legislar y gobernar de espaldas a la sociedad, porque el costo político a pagar es mínimo: acaso perder el poder, pero para que gobierne el socio, al cual le unen la corrupción y la impunidad.

Citamos dos ejemplos claros de ello:

En el caso México, el retraso en la creación y operación de un sistema anticorrupción ha sido responsabilidad de todos los partidos y actores políticos, porque de fondo a ninguno conviene. Y para hacer frente a ese compromiso contraído con la sociedad, a fin de enfatizar la idea de que se está cumpliendo, se aprueban legislaciones incompletas y se nombran funcionarios proclives al régimen y de entre la misma clase política asociada.

La decisión de que alguien gobierne puesta en manos de un tribunal no parece ser del todo un ejercicio democrático, sino acaso mostraría que las instituciones funcionan para dirimir controversias, cuando de antemano el resultado de las elecciones está cuestionado, determinado no por los electores, la sociedad, sino por los grupos de interés y de presión.

No es, por tanto, nada sencillo llegar a la verdadera representación y mucho menos hacer realidad la democracia, lo mismo en países en transición política, que en aquellos que aparentemente tienen mayor experiencia en esta práctica efectiva de la competencia política.

Acaso la democracia participativa podría arrojar algunos visos de solución, pero tampoco es cierto del todo. El caso de Reino Unido es muy ilustrativo: se pregunta a la sociedad si desea abandonar la Eurozona, y contra todos los pronósticos y la lógica de relaciones comerciales, así como las posiciones en el ajedrez de la geopolítica, decide abandonarlo, atentando en su contra, acaso por la falta de información suficiente, tal vez por un nacionalismo mal enfocado en la interdependencia de las economías y los intercambios comerciales.

En las campañas iniciadas este día (abril 4) es conveniente evocar al ensayo, “La disputa por la Nación”, dado que o bien, se trata de que la élite política actual termine de desmantelar el tejido institucional (a través de la remisión del INE) o bien, con todas sus contradicciones, las oposiciones y los ciudadanos mantenemos viva nuestra forma de democracia, dado que siguen siendo mejores alternativas de desarrollo, las democracias, así sean imperfectas, disfuncionales, son mejores opciones que toda forma de autoritarismo con apellido nacionalista.

Facebook: Daniel Adame Osorio.

Instagram: @danieladameosorio.

Twitter: @Danieldao1

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