/ miércoles 8 de mayo de 2019

Democracia y economía reprobadas…

La insatisfacción con la democracia está asociada con el desempeño de los gobiernos, pero también con el progreso económico de las naciones.

Por lo menos eso parece indicar la primera lectura del informe del Pew Research Center, Many Across The Globe are Dissatisfied With How Democracy is Working, que fue dado a conocer hace apenas unos días y que contiene datos sobre cómo los ciudadanos de cada nación perciben los resultados de los sistemas democráticos en muchos países.

En el caso de México, los niveles de insatisfacción con la democracia casi llegan al 90 por ciento, 89 entre quienes tienen mayor nivel educativo y 82 en quienes han tenido escaso acceso a la escuela. Estos resultados son similares a los de otras economías emergentes, como Brasil, Kenia y Nigeria; pero opuestos a los que presentan economías avanzadas como Francia, Australia, Suecia, Alemania y Holanda, donde los más educados son quienes mayor satisfacción tienen con la democracia, y en que en términos generales, la población muestra una satisfacción que casi duplica la mostrada por los ciudadanos en México.

En los hechos, parece imposible disolver la asociación que el público parece hacer del desempeño económico como evidencia de la calidad de la democracia (hay mucha literatura al respecto pues si bien no pareciera haber en teoría una dependencia directa del desempeño económico de una nación con la forma de elección de sus gobernantes, es posible que el empoderamiento ciudadano a partir de la responsabilidad que supone la democracia, sea un aliento para mejorar el desempeño de las economías, especialmente en el sector privado). Aunque el problema de la insatisfacción con los resultados de la democracia se asocia con el desempeño económico de la nación, podría decirse que más que los errores en la democracia como sistema, lo que podría tener insatisfechos a los ciudadanos es el ejercicio de muchos gobernantes en su responsabilidad con el desarrollo de las economías locales y regionales. Es decir, los ciudadanos se sentirían insatisfechos con sus propias decisiones políticas que han afectado de manera más o menos grave el desempeño económico de sus naciones.

Si la asociación desempeño económico-satisfacción con la democracia se mantiene, poco durará la efervescencia del respaldo popular que aún mantiene Andrés Manuel López Obrador en la presidencia; de hecho, uno de los motivos de la caída de ya casi dos dígitos que empiezan a medir algunas encuestadoras respecto de la popularidad del presidente podría estar asociada mucho más con un desempeño económico francamente mediocre que con el conjunto de señalamientos que le hacen sus adversarios en la esfera estrictamente política. De hecho, si hay algo que parece estar costando mucho al presidente López Obrador es la mejora en el desempeño económico del país. En los hechos, los precios de los energéticos, la pobreza laboral, la informalidad, se mantienen en los mismos niveles o incluso peores que en la última etapa de la administración de Enrique Peña Nieto.

Pero más allá del apartado coyuntural sobre el probable desgaste a la imagen de López Obrador, convendría considerar el peligro que representa para las economías emergentes (que surgen de democracias igualmente frágiles), los altos niveles de insatisfacción con la democracia y la escasa perspectiva de mejora en sus economías. La confianza del consumidor en México ha caído y eso es un indicador tan grave en materia económica como la insatisfacción de los ciudadanos con la democracia en materia política. Probablemente sea el momento para que nuevos actores se involucren, desde la ciudadanía, en mejorar la economía y en fortalecer la democracia.

Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

La insatisfacción con la democracia está asociada con el desempeño de los gobiernos, pero también con el progreso económico de las naciones.

Por lo menos eso parece indicar la primera lectura del informe del Pew Research Center, Many Across The Globe are Dissatisfied With How Democracy is Working, que fue dado a conocer hace apenas unos días y que contiene datos sobre cómo los ciudadanos de cada nación perciben los resultados de los sistemas democráticos en muchos países.

En el caso de México, los niveles de insatisfacción con la democracia casi llegan al 90 por ciento, 89 entre quienes tienen mayor nivel educativo y 82 en quienes han tenido escaso acceso a la escuela. Estos resultados son similares a los de otras economías emergentes, como Brasil, Kenia y Nigeria; pero opuestos a los que presentan economías avanzadas como Francia, Australia, Suecia, Alemania y Holanda, donde los más educados son quienes mayor satisfacción tienen con la democracia, y en que en términos generales, la población muestra una satisfacción que casi duplica la mostrada por los ciudadanos en México.

En los hechos, parece imposible disolver la asociación que el público parece hacer del desempeño económico como evidencia de la calidad de la democracia (hay mucha literatura al respecto pues si bien no pareciera haber en teoría una dependencia directa del desempeño económico de una nación con la forma de elección de sus gobernantes, es posible que el empoderamiento ciudadano a partir de la responsabilidad que supone la democracia, sea un aliento para mejorar el desempeño de las economías, especialmente en el sector privado). Aunque el problema de la insatisfacción con los resultados de la democracia se asocia con el desempeño económico de la nación, podría decirse que más que los errores en la democracia como sistema, lo que podría tener insatisfechos a los ciudadanos es el ejercicio de muchos gobernantes en su responsabilidad con el desarrollo de las economías locales y regionales. Es decir, los ciudadanos se sentirían insatisfechos con sus propias decisiones políticas que han afectado de manera más o menos grave el desempeño económico de sus naciones.

Si la asociación desempeño económico-satisfacción con la democracia se mantiene, poco durará la efervescencia del respaldo popular que aún mantiene Andrés Manuel López Obrador en la presidencia; de hecho, uno de los motivos de la caída de ya casi dos dígitos que empiezan a medir algunas encuestadoras respecto de la popularidad del presidente podría estar asociada mucho más con un desempeño económico francamente mediocre que con el conjunto de señalamientos que le hacen sus adversarios en la esfera estrictamente política. De hecho, si hay algo que parece estar costando mucho al presidente López Obrador es la mejora en el desempeño económico del país. En los hechos, los precios de los energéticos, la pobreza laboral, la informalidad, se mantienen en los mismos niveles o incluso peores que en la última etapa de la administración de Enrique Peña Nieto.

Pero más allá del apartado coyuntural sobre el probable desgaste a la imagen de López Obrador, convendría considerar el peligro que representa para las economías emergentes (que surgen de democracias igualmente frágiles), los altos niveles de insatisfacción con la democracia y la escasa perspectiva de mejora en sus economías. La confianza del consumidor en México ha caído y eso es un indicador tan grave en materia económica como la insatisfacción de los ciudadanos con la democracia en materia política. Probablemente sea el momento para que nuevos actores se involucren, desde la ciudadanía, en mejorar la economía y en fortalecer la democracia.

Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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