/ martes 2 de marzo de 2021

Desastre neoliberal en el sector energético

Las tormentas invernales que se han presentado en el sureste de USA (principalmente en Texas) han impactado gravemente tanto allá como el norte de México, no solo por su cercanía geográfica, sino porque fue suspendido el suministro de gas texano a las plantas mexicanas generadoras de electricidad.

En nuestro país la crisis energética ha golpeado duramente a la población. En muchas ciudades del norte del país han pasado varios días sin agua, luz ni gas, porque no hay reservas de esos materiales en México, ni se han construido obras de almacenamiento, y todo en medio de un clima congelante que revienta todo, desde las tuberías de agua hasta los sistemas de calefacción.

Estas penalidades se han producido principalmente porque los gobiernos de Calderón y Peña Nieto nos hicieron dependientes del gas importado, durante el proceso de privatización de energéticos. Trataron de desmantelar la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y convertirla en una simple oficina administrativa, conservando solo su capacidad de cobrar recibos de luz y firmar contratos de compra-venta de energía con empresas privadas, nacionales y extranjeras.

Centenares de instalaciones que pudieron haber generado energía eléctrica fueron abandonadas durante esos años, a pesar de las altas cifras invertidas en su construcción. Presas hidroeléctricas, termoeléctricas y generadoras de energía a partir del carbón y el combustóleo* fueron abandonadas para privilegiar la importación de gas, porque ese era el negocio, ahí se realizaban las transas del transporte, suministro y otros relacionados con la corrupción. Solo se construyeron los gasoductos por los cuales las empresas texanas hacían llegar su producción a México, ya que hasta dos terceras partes del gas utilizado por la CFE provienen de aquellos campos.

Las pérdidas industriales, comerciales y de servicios ocasionadas por la suspensión del suministro se elevan a muchos miles de millones de pesos, aunque apenas estamos al inicio de la crisis. El gobierno obradorista está contratando la compra de gas transportado por buques, y enviando carbón y combustóleo a las plantas con capacidad de producción, para cubrir las necesidades de la población. El gobierno de Venezuela ha ofrecido surtir al país de gas para suplir el déficit de Texas.

Al mismo tiempo, el gobierno obradorista ha programado “apagones” controlados en todo el país, por pocos minutos, de manera que se mantenga el equilibrio entre producción y abasto de energía en todo el territorio nacional. Asimismo, se han hecho llamados a la población para que ahorre energía eléctrica en las horas de mayor consumo, sobre todo en las noches, de 18 a 23 horas. De este modo, esa energía se dirige a cubrir las necesidades de regiones más afectadas por los “apagones”.

Hay dos aspectos que es necesario destacar:

  • La cuestión ecológica. Los gobiernos de USA y México han enviado combustóleo y otros contaminantes a las plantas eléctricas para resolver el problema. A pesar de ello, los ecologistas no han objetado los envíos, entendiendo que se hacen en condiciones de emergencia.
  • Los límites entre los negocios privados y las necesidades públicas. En la sociedad que vivimos, es normal que los empresarios hagan negocios con la energía que se usa en atender asuntos de la colectividad; pero si lo hacen en condiciones que coloquen al país en desventaja, o causen daño a la población, deben tomarse las medidas más enérgicas para defender nuestros intereses como nación, como entidad soberana que debe controlar sus energéticos en beneficio de todo el pueblo.

EL ASPECTO ECOLÓGICO

La electricidad, como el agua, es un elemento que se encuentra libremente en la naturaleza. El agua del mar se evapora y forma nubes, que al llegar al continente y encontrar las condiciones adecuadas, se condensa y cae en forma de lluvia. En ocasiones, la carga eléctrica de las nubes genera descargas en forma de rayos y centellas.

Para controlar la energía eléctrica, los hombres han aprovechado de múltiples formas la fuerza de la naturaleza: por ejemplo, han construido represas, o han aprovechado la fuerza de las olas, o del viento, o de las múltiples maneras que se tienen de producir, almacenar y distribuir esa energía para servicio de todos.

Todas ellas, sin excepción, generan daños al ecosistema: las represas generan daños a la población, a la flora y fauna de las cuencas inundadas; o bien los terrenos anexos a las instalaciones eólicas o térmicas sufren cambios en su entorno que generan daños de mayor o menor cuantía.

Las termoeléctricas generan contaminación de las aguas que corren por los terrenos anexos, y pasa lo mismo con las geotérmicas. Pero las que generan el daño mayor son las que usan carbón, combustóleo y en grado máximo las nucleoeléctricas, que son en sí mismas como bombas de tiempo.

LA PRIVATIZACIÓN ENERGÉTICA DEL VIEJO RÉGIMEN

La clase dominante en México adoptó con entusiasmo las teorías neoliberales resumidas en el Consenso de Washington, que estableció normas en todo el mundo occidental, básicamente la privatización de los servicios públicos y la reducción de las funciones del estado, hasta convertirlo en solo una especie de policía que guarda el orden público en beneficio de los grandes corporativos.

Con Miguel de la Madrid comenzó el proceso en 1982, siguió con el alud de privatizaciones del salinato (1988-1994) pasando por Zedillo, Fox y Calderón, hasta culminar con el gobierno de Enrique Peña Nieto, en el cual se atrevieron a desmantelar las empresas energéticas fundamentales del gobierno mexicano: Pemex y la CFE.

La reforma energética auspiciada por EPN –cuyos votos que se requirieron para aprobarla en el Congreso fueron comprados con dinero procedente de sobornos-- hizo los mayores intentos de convertir esas empresas en simples oficinas gestoras al servicio de las trasnacionales. Las dividieron en varias pequeñas entidades con el fin de restar fuerza al mando central y las fueron entregando a pedazos a la iniciativa privada nacional y extranjera, sobre todo a las empresas españolas (Repsol, OHL, Iberdrola).

Por ejemplo: durante el gobierno de Calderón la empresa Repsol compró gas en Perú por un total de 6 mil millones de dólares, y lo vendió a México por 21 mmd, en entregas realizadas en el puerto de Manzanillo, Colima. Una ganancia de unos 15 mil mdd en una sola operación. Mientras tanto, en los pozos de la Sonda de Campeche Pemex quemaba el gas anexo al petróleo. Fue casi un modelo de entrega y destrucción de nuestros recursos naturales.

Los resultados están a la vista: a la vuelta de algunos años, las ventiscas polares de Texas han exhibido las debilidades de la estructura energética del país, y han dejado a miles de empresas y millones de personas en ambos países sin recibir electricidad, sobre todo en los estados fronterizos, que hoy sufren en carne propia los efectos de la política de privatización.

El propio gobierno de Texas, en medio de la crisis, decretó un embargo a las exportaciones de gas, dando preferencia a sus propias plantas. Vaya, ni siquiera vendió gas a los estados circunvecinos (Arkansas, Luisiana, Oklahoma, Nuevo México) porque la crisis está afectando gravemente toda la vida de su población. En este momento dicha prohibición se ha levantado, pero la normalización del abasto aún tardará mucho tiempo.

El carácter voraz y depredador de las empresas privadas nacionales y extranjeras ha quedado en evidencia. Nos queda en adelante la tarea de reforzar el apoyo a las empresas mexicanas, en primer término Pemex y la CFE, para conseguir el objetivo de mantener la soberanía de la nación e incrementar la autosuficiencia en materia de energéticos.

  • Combustóleo: residuo que queda después de la refinación del petróleo; contiene altas cantidades de azufre, que lo convierten en altamente contaminante.
  • Como combustible, el combustóleo es muy caro: producir un megawatt de electricidad cuesta 158 dólares, mientras la energía solar cuesta 67 y 66 dólares la de origen eólico.

Las tormentas invernales que se han presentado en el sureste de USA (principalmente en Texas) han impactado gravemente tanto allá como el norte de México, no solo por su cercanía geográfica, sino porque fue suspendido el suministro de gas texano a las plantas mexicanas generadoras de electricidad.

En nuestro país la crisis energética ha golpeado duramente a la población. En muchas ciudades del norte del país han pasado varios días sin agua, luz ni gas, porque no hay reservas de esos materiales en México, ni se han construido obras de almacenamiento, y todo en medio de un clima congelante que revienta todo, desde las tuberías de agua hasta los sistemas de calefacción.

Estas penalidades se han producido principalmente porque los gobiernos de Calderón y Peña Nieto nos hicieron dependientes del gas importado, durante el proceso de privatización de energéticos. Trataron de desmantelar la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y convertirla en una simple oficina administrativa, conservando solo su capacidad de cobrar recibos de luz y firmar contratos de compra-venta de energía con empresas privadas, nacionales y extranjeras.

Centenares de instalaciones que pudieron haber generado energía eléctrica fueron abandonadas durante esos años, a pesar de las altas cifras invertidas en su construcción. Presas hidroeléctricas, termoeléctricas y generadoras de energía a partir del carbón y el combustóleo* fueron abandonadas para privilegiar la importación de gas, porque ese era el negocio, ahí se realizaban las transas del transporte, suministro y otros relacionados con la corrupción. Solo se construyeron los gasoductos por los cuales las empresas texanas hacían llegar su producción a México, ya que hasta dos terceras partes del gas utilizado por la CFE provienen de aquellos campos.

Las pérdidas industriales, comerciales y de servicios ocasionadas por la suspensión del suministro se elevan a muchos miles de millones de pesos, aunque apenas estamos al inicio de la crisis. El gobierno obradorista está contratando la compra de gas transportado por buques, y enviando carbón y combustóleo a las plantas con capacidad de producción, para cubrir las necesidades de la población. El gobierno de Venezuela ha ofrecido surtir al país de gas para suplir el déficit de Texas.

Al mismo tiempo, el gobierno obradorista ha programado “apagones” controlados en todo el país, por pocos minutos, de manera que se mantenga el equilibrio entre producción y abasto de energía en todo el territorio nacional. Asimismo, se han hecho llamados a la población para que ahorre energía eléctrica en las horas de mayor consumo, sobre todo en las noches, de 18 a 23 horas. De este modo, esa energía se dirige a cubrir las necesidades de regiones más afectadas por los “apagones”.

Hay dos aspectos que es necesario destacar:

  • La cuestión ecológica. Los gobiernos de USA y México han enviado combustóleo y otros contaminantes a las plantas eléctricas para resolver el problema. A pesar de ello, los ecologistas no han objetado los envíos, entendiendo que se hacen en condiciones de emergencia.
  • Los límites entre los negocios privados y las necesidades públicas. En la sociedad que vivimos, es normal que los empresarios hagan negocios con la energía que se usa en atender asuntos de la colectividad; pero si lo hacen en condiciones que coloquen al país en desventaja, o causen daño a la población, deben tomarse las medidas más enérgicas para defender nuestros intereses como nación, como entidad soberana que debe controlar sus energéticos en beneficio de todo el pueblo.

EL ASPECTO ECOLÓGICO

La electricidad, como el agua, es un elemento que se encuentra libremente en la naturaleza. El agua del mar se evapora y forma nubes, que al llegar al continente y encontrar las condiciones adecuadas, se condensa y cae en forma de lluvia. En ocasiones, la carga eléctrica de las nubes genera descargas en forma de rayos y centellas.

Para controlar la energía eléctrica, los hombres han aprovechado de múltiples formas la fuerza de la naturaleza: por ejemplo, han construido represas, o han aprovechado la fuerza de las olas, o del viento, o de las múltiples maneras que se tienen de producir, almacenar y distribuir esa energía para servicio de todos.

Todas ellas, sin excepción, generan daños al ecosistema: las represas generan daños a la población, a la flora y fauna de las cuencas inundadas; o bien los terrenos anexos a las instalaciones eólicas o térmicas sufren cambios en su entorno que generan daños de mayor o menor cuantía.

Las termoeléctricas generan contaminación de las aguas que corren por los terrenos anexos, y pasa lo mismo con las geotérmicas. Pero las que generan el daño mayor son las que usan carbón, combustóleo y en grado máximo las nucleoeléctricas, que son en sí mismas como bombas de tiempo.

LA PRIVATIZACIÓN ENERGÉTICA DEL VIEJO RÉGIMEN

La clase dominante en México adoptó con entusiasmo las teorías neoliberales resumidas en el Consenso de Washington, que estableció normas en todo el mundo occidental, básicamente la privatización de los servicios públicos y la reducción de las funciones del estado, hasta convertirlo en solo una especie de policía que guarda el orden público en beneficio de los grandes corporativos.

Con Miguel de la Madrid comenzó el proceso en 1982, siguió con el alud de privatizaciones del salinato (1988-1994) pasando por Zedillo, Fox y Calderón, hasta culminar con el gobierno de Enrique Peña Nieto, en el cual se atrevieron a desmantelar las empresas energéticas fundamentales del gobierno mexicano: Pemex y la CFE.

La reforma energética auspiciada por EPN –cuyos votos que se requirieron para aprobarla en el Congreso fueron comprados con dinero procedente de sobornos-- hizo los mayores intentos de convertir esas empresas en simples oficinas gestoras al servicio de las trasnacionales. Las dividieron en varias pequeñas entidades con el fin de restar fuerza al mando central y las fueron entregando a pedazos a la iniciativa privada nacional y extranjera, sobre todo a las empresas españolas (Repsol, OHL, Iberdrola).

Por ejemplo: durante el gobierno de Calderón la empresa Repsol compró gas en Perú por un total de 6 mil millones de dólares, y lo vendió a México por 21 mmd, en entregas realizadas en el puerto de Manzanillo, Colima. Una ganancia de unos 15 mil mdd en una sola operación. Mientras tanto, en los pozos de la Sonda de Campeche Pemex quemaba el gas anexo al petróleo. Fue casi un modelo de entrega y destrucción de nuestros recursos naturales.

Los resultados están a la vista: a la vuelta de algunos años, las ventiscas polares de Texas han exhibido las debilidades de la estructura energética del país, y han dejado a miles de empresas y millones de personas en ambos países sin recibir electricidad, sobre todo en los estados fronterizos, que hoy sufren en carne propia los efectos de la política de privatización.

El propio gobierno de Texas, en medio de la crisis, decretó un embargo a las exportaciones de gas, dando preferencia a sus propias plantas. Vaya, ni siquiera vendió gas a los estados circunvecinos (Arkansas, Luisiana, Oklahoma, Nuevo México) porque la crisis está afectando gravemente toda la vida de su población. En este momento dicha prohibición se ha levantado, pero la normalización del abasto aún tardará mucho tiempo.

El carácter voraz y depredador de las empresas privadas nacionales y extranjeras ha quedado en evidencia. Nos queda en adelante la tarea de reforzar el apoyo a las empresas mexicanas, en primer término Pemex y la CFE, para conseguir el objetivo de mantener la soberanía de la nación e incrementar la autosuficiencia en materia de energéticos.

  • Combustóleo: residuo que queda después de la refinación del petróleo; contiene altas cantidades de azufre, que lo convierten en altamente contaminante.
  • Como combustible, el combustóleo es muy caro: producir un megawatt de electricidad cuesta 158 dólares, mientras la energía solar cuesta 67 y 66 dólares la de origen eólico.