/ lunes 29 de junio de 2020

Desobedientes

Muy lejos han ido las cosas como para echarles más fuego. Porque mientras la crisis económica obliga a muchos a la osadía de abrir sus negocios (formales e informales) en semáforo epidemiológico rojo y con curva ascendente de contagios -que apenas cede un día para crecer seis más de cada semana; las autoridades endurecen sus formas de llamar al orden, especialmente al comercio informal; y ya comienzan a registrarse enfrentamientos que amenazan la aparente tranquilidad (ciertamente impuesta por el miedo a los contagios) de meses de confinamiento. Por si esa tensión fuera poca, hay quienes pretenden revivir viejos malentendidos, y recalibrar diferencias políticas absolutas en los discursos, recomendaciones a la autoridad, actos de autoridad, como si el horno estuviera para bollos y no a una temperatura capaz de quemarlo todo.

La crispación que hemos visto crecer en los últimos días, tiene fundamento en el abandono que la sociedad toda siente de autoridades rebasadas por la escandalosa realidad que significa la pandemia, y todos sus efectos colaterales. La desesperación de amplios sectores de la sociedad por la falta de ingreso, de producción, la acelerada pérdida de empleos, el compendio de mensajes discordantes de las autoridades y la sensación terrible de tránsito sin rumbo hacia una crisis mayor porque, en efecto, la situación va desgastando hasta la esperanza.

En este gravísimo momento, uno tendría que pensar en lo inconveniente de seguir atizando la flamígera coyuntura con enfrentamientos francamente aplazables, como el debate entre la libertad religiosa y de expresión y la justificada sensación de víctimas de algunas minorías; asunto innecesariamente revivido recientemente; o como la colección de pendientes y pifias del gobierno estatal y los de los municipios, que son amplísimos pero irrelevantes comparados con lo incluso criminal de su falta de coordinación en la crisis sanitaria y sus colaterales.

Frente al catálogo de desaguisados de políticos morelenses incapaces de llegar a acuerdos elementales, parece hasta esperanzadora la solicitud de intervención que el gobierno estatal hizo a la Suprema Corte de Justicia para esclarecer si en tiempos de pandemia valen más los ordenamientos de la autoridad sanitaria estatal o las determinaciones de los ayuntamientos, particularmente los de Cuernavaca y Cuautla que, presionados por grupos de interés cuyo poderío se vuelve más evidente conforme avanza la pandemia riesgo para la salud y ya también, hoy queda más claro que nunca, para el piso de los gobiernos que cada vez parecen más nubes de aire caliente.

Aunque, dada la tardanza con que el gobierno buscó la solución jurídica definitiva del asunto, las criaturas monstruosas hijas de esta crisis han crecido lo bastante como para que resulte ahora muy difícil acabarlas. La desobediencia de grupos de interés con raigambre radical y hasta violenta, derivada de semanas de abandono por olvido, descuido o incapacidad de los gobiernos, hace percibir casi imposible que una resolución que suspenda la reapertura sea acatada por la mayoría. Otra ruptura está próxima.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Muy lejos han ido las cosas como para echarles más fuego. Porque mientras la crisis económica obliga a muchos a la osadía de abrir sus negocios (formales e informales) en semáforo epidemiológico rojo y con curva ascendente de contagios -que apenas cede un día para crecer seis más de cada semana; las autoridades endurecen sus formas de llamar al orden, especialmente al comercio informal; y ya comienzan a registrarse enfrentamientos que amenazan la aparente tranquilidad (ciertamente impuesta por el miedo a los contagios) de meses de confinamiento. Por si esa tensión fuera poca, hay quienes pretenden revivir viejos malentendidos, y recalibrar diferencias políticas absolutas en los discursos, recomendaciones a la autoridad, actos de autoridad, como si el horno estuviera para bollos y no a una temperatura capaz de quemarlo todo.

La crispación que hemos visto crecer en los últimos días, tiene fundamento en el abandono que la sociedad toda siente de autoridades rebasadas por la escandalosa realidad que significa la pandemia, y todos sus efectos colaterales. La desesperación de amplios sectores de la sociedad por la falta de ingreso, de producción, la acelerada pérdida de empleos, el compendio de mensajes discordantes de las autoridades y la sensación terrible de tránsito sin rumbo hacia una crisis mayor porque, en efecto, la situación va desgastando hasta la esperanza.

En este gravísimo momento, uno tendría que pensar en lo inconveniente de seguir atizando la flamígera coyuntura con enfrentamientos francamente aplazables, como el debate entre la libertad religiosa y de expresión y la justificada sensación de víctimas de algunas minorías; asunto innecesariamente revivido recientemente; o como la colección de pendientes y pifias del gobierno estatal y los de los municipios, que son amplísimos pero irrelevantes comparados con lo incluso criminal de su falta de coordinación en la crisis sanitaria y sus colaterales.

Frente al catálogo de desaguisados de políticos morelenses incapaces de llegar a acuerdos elementales, parece hasta esperanzadora la solicitud de intervención que el gobierno estatal hizo a la Suprema Corte de Justicia para esclarecer si en tiempos de pandemia valen más los ordenamientos de la autoridad sanitaria estatal o las determinaciones de los ayuntamientos, particularmente los de Cuernavaca y Cuautla que, presionados por grupos de interés cuyo poderío se vuelve más evidente conforme avanza la pandemia riesgo para la salud y ya también, hoy queda más claro que nunca, para el piso de los gobiernos que cada vez parecen más nubes de aire caliente.

Aunque, dada la tardanza con que el gobierno buscó la solución jurídica definitiva del asunto, las criaturas monstruosas hijas de esta crisis han crecido lo bastante como para que resulte ahora muy difícil acabarlas. La desobediencia de grupos de interés con raigambre radical y hasta violenta, derivada de semanas de abandono por olvido, descuido o incapacidad de los gobiernos, hace percibir casi imposible que una resolución que suspenda la reapertura sea acatada por la mayoría. Otra ruptura está próxima.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx