/ jueves 30 de junio de 2022

¿En qué piensan?

Tengo la edad de Cristo cuando lo crucificaron, pero mis papás se siguen preocupando por dónde va a vivir su hijo. Siempre y cuando no sea en su casa, claro está. Traté de venderles la idea de regresar y que fuéramos roomies como en una comuna hippie. No tuve éxito. Sé que en caso de necesitarlo me recibirían, en primer lugar, por el amor que me tienen, pero también porque cuando me salí de su casa dejé un par de mocasines usados en un closet, así en cualquier momento tengo la excusa para entrar o pruebas de uso y habitación si a eso llegara.

Pero como ellos no saben de esa estrategia (ni sabrán, hasta que sea demasiado tarde) la realidad es que están preocupados. Por un lado, les preocupa que viva en el corazón de nuestra ciudad y por el otro, que lo haga a la afueras de ella. La inseguridad, en el Estado, no tiene límites ya, no tiene zona que coincida con un espacio de seguridad y que a la vez me guste para vivir (que se adecue a mi presupuesto). A final de cuentas, la decisión es mía, pero siento también la misma ansiedad que ellos y temo por mi seguridad, como todos y cada uno de nosotros, en esta ciudad, la de los baches y las balaceras que no son balaceras, porque sólo eran los guardaespaldas de un empresario. ¿O cómo era?

Soy afortunado. Al día de hoy no he sufrido más allá de un par de asaltos y vidrios rotos. Pero la ansiedad que veo en los ojos de mis seres queridos cuando le digo que encontré una casita más cerca de Temixco que de Cuernavaca, esa ansiedad me hace pensar. ¿Qué es más importante? Vivir donde yo quiera, expuesto a la inseguridad, o vivir donde no quiero, pero más protegido. Quiero inclinarme a vivir donde yo quiera. Pero no puedo dejar de pensar en la inseguridad. No puedo evitar pensar en Melissa.

Kimberly Melissa salió de su casa un día, a vivir su vida, y se topó con un final de horror. Sus papás pasaron noches en vela, alimentando su ansiedad, hasta que ésta se convirtió en dolor.

¿En qué piensa el Gober cuando le comunican noticias como las de este fin de semana en el motel de Cuautla o la plaza en Cuernavaca? Él tiene camionetas blindadas y guardaespaldas, que evidentemente lo dejan ir tranquilo a echar una cascarita a Coapa, pero ¿se acordara de Melissa? ¿se pondrán en los zapatos del padre de familia que se arrastró abajo de una mesa cubriendo a sus hijos en el suelo de una área de comida rápida?

Cuando sale una Diputada a encarar a los medios que bajo el flash de las cámaras y decenas de manos con teléfonos grabando comunica el mensaje que estratégicamente le preparó su asesor diciendo “pedimos a las autoridades que no haya más simulaciones” ¿Se acordará que hoy ella es autoridad? La realidad es que la seguridad es un problema sin soluciones simples, sencillas o accesibles. También es una realidad que carecemos de instituciones capaces de abordar el problema.

Tengo que tomar la decisión de dónde voy a vivir y tiene que tener una estrategia clara, eficiente y ejecutable para mi seguridad. Por dos razones: una, la salud emocional de mis papás y; dos, porque la Mesa de Coordinación para la Construcción de la Paz, la Comisión de Seguridad del Congreso del Estado y el Ayuntamiento de Cuernavaca no lo van a hacer por mí. Desgraciadamente, ellos no parecen estar pensando ni en mi seguridad.

Tengo la edad de Cristo cuando lo crucificaron, pero mis papás se siguen preocupando por dónde va a vivir su hijo. Siempre y cuando no sea en su casa, claro está. Traté de venderles la idea de regresar y que fuéramos roomies como en una comuna hippie. No tuve éxito. Sé que en caso de necesitarlo me recibirían, en primer lugar, por el amor que me tienen, pero también porque cuando me salí de su casa dejé un par de mocasines usados en un closet, así en cualquier momento tengo la excusa para entrar o pruebas de uso y habitación si a eso llegara.

Pero como ellos no saben de esa estrategia (ni sabrán, hasta que sea demasiado tarde) la realidad es que están preocupados. Por un lado, les preocupa que viva en el corazón de nuestra ciudad y por el otro, que lo haga a la afueras de ella. La inseguridad, en el Estado, no tiene límites ya, no tiene zona que coincida con un espacio de seguridad y que a la vez me guste para vivir (que se adecue a mi presupuesto). A final de cuentas, la decisión es mía, pero siento también la misma ansiedad que ellos y temo por mi seguridad, como todos y cada uno de nosotros, en esta ciudad, la de los baches y las balaceras que no son balaceras, porque sólo eran los guardaespaldas de un empresario. ¿O cómo era?

Soy afortunado. Al día de hoy no he sufrido más allá de un par de asaltos y vidrios rotos. Pero la ansiedad que veo en los ojos de mis seres queridos cuando le digo que encontré una casita más cerca de Temixco que de Cuernavaca, esa ansiedad me hace pensar. ¿Qué es más importante? Vivir donde yo quiera, expuesto a la inseguridad, o vivir donde no quiero, pero más protegido. Quiero inclinarme a vivir donde yo quiera. Pero no puedo dejar de pensar en la inseguridad. No puedo evitar pensar en Melissa.

Kimberly Melissa salió de su casa un día, a vivir su vida, y se topó con un final de horror. Sus papás pasaron noches en vela, alimentando su ansiedad, hasta que ésta se convirtió en dolor.

¿En qué piensa el Gober cuando le comunican noticias como las de este fin de semana en el motel de Cuautla o la plaza en Cuernavaca? Él tiene camionetas blindadas y guardaespaldas, que evidentemente lo dejan ir tranquilo a echar una cascarita a Coapa, pero ¿se acordara de Melissa? ¿se pondrán en los zapatos del padre de familia que se arrastró abajo de una mesa cubriendo a sus hijos en el suelo de una área de comida rápida?

Cuando sale una Diputada a encarar a los medios que bajo el flash de las cámaras y decenas de manos con teléfonos grabando comunica el mensaje que estratégicamente le preparó su asesor diciendo “pedimos a las autoridades que no haya más simulaciones” ¿Se acordará que hoy ella es autoridad? La realidad es que la seguridad es un problema sin soluciones simples, sencillas o accesibles. También es una realidad que carecemos de instituciones capaces de abordar el problema.

Tengo que tomar la decisión de dónde voy a vivir y tiene que tener una estrategia clara, eficiente y ejecutable para mi seguridad. Por dos razones: una, la salud emocional de mis papás y; dos, porque la Mesa de Coordinación para la Construcción de la Paz, la Comisión de Seguridad del Congreso del Estado y el Ayuntamiento de Cuernavaca no lo van a hacer por mí. Desgraciadamente, ellos no parecen estar pensando ni en mi seguridad.

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