/ jueves 14 de julio de 2022

Días de Soltar | Por qué hay que hablar de Mariguana

Quemarle las patas al Diablo. Esa es mi referencia favorita de fumar mariguana. Como si el Diablo se fuera a dejar quemar las patas. Así hay muchas referencias más. Nuestra sociedad tiende a vincular la mariguana con lo peor. Tenía un jefe que le decía mariguanos a todos los vagabundos que se topaba en la calle, a pesar de que a todas luces se veía que esos pobres hombres estaban más bien moneados en tiner. Pero él no entiende esa diferencia, ni le importa. Ese es el problema, no le interesa saber qué hace en la calle, qué drogas consume o por qué. Se limita a emitir un juicio de valor sustentado en su opinión desinformada.

Las drogas en sí no son el problema, sino como las usamos. No estoy diciendo que está bien drogarse. Estoy diciendo que hay que regular como nos relacionamos con ellas. La Suprema Corte de Justicia de la Nación ya reconoció que fumar mota es un derecho al libre desarrollo de la personalidad, siempre y cuando no afecte a terceros o el orden público. Ese fue el primer paso. Pero más allá del uso lúdico, tiene un uso industrial con implicaciones económicas enormes, suficientes para sacar un ejido de la pobreza. En el sector salud, que también representa una oportunidad económica enorme, tiene el agregado de ser un ingrediente que puede ser usado para el tratamiento de ciertas enfermedades.

Para como están las cosas, no nos podemos dar el lujo de desperdiciar la oportunidad de regular las drogas, todas, no sólo la mariguana. Es un tema de Salud, Seguridad, Economía, Medio Ambiente y Sociedad. Quién, cuándo y dónde puede consumir qué drogas. Cuál es la política de prevención de adicciones. Quién controla el mercado. Con qué estándares se elaboran los productos. Qué impacto tiene ese uso de la tierra en el ecosistema. Estas son las preguntas duras que tenemos que resolver con una buena regulación. A estas alturas, sólo prohibirlas y gritarle <<mariguanos>> a vagabundos en la calle es querer tapar el sol con un dedo.

Hay que llamar la atención a la situación actual de este proceso político- social. Ya existe un principio de regulación en el Congreso de la Unión. Fue propuesta de campaña de Andrés Manuel López Obrador. Desgraciadamente, por un lado se está politizando demasiado el tema, y por otro, hasta ahorita la falta de una regulación profunda le da una ventaja competitiva a unos pocos que tienen el dinero o los contactos para entrar en el “bisne”.

Hace casi un año me empecé a involucrar con el Plan Tetecala. Con Alejandro Vello, un médico de profesión, joven, originario de Tetecala, que trabaja entre semana en un hospital público y en su tiempo libre ayuda a su comunidad a organizarse alrededor del tema. También con Andrés Saavedra, un abogado de profesión. Doctor en Derecho por la UAEM, que se dedica a litigar temas sociales y que construyó, junto con otros, la propuesta legal del Plan Tetecala: que la comunidad campesina salga adelante alrededor del negocio de la mariguana. Una evolución moderna del Plan de Ayala, tierra y libertad para el campesino. Ellos son mariguanos, sí, pero de los buenos. De los que plantean una solución diferente a un problema complejo que no se ha logrado resolver.

Ayer hubo un foro sobre el tema donde se involucraron algunos políticos. Este es el principio de la solución. El siguiente paso es una iniciativa de ley. Cuando digo que hay que hacer las cosas diferentes, si queremos resultados diferentes, me refiero a esto. A pensar afuera de la caja. No por ser propuestas diferentes son menos serias. Dejemos de estigmatizar las drogas y reconozcamos su relación con nuestra sociedad, para que podamos emitir juicios de valor más certeros.

Quemarle las patas al Diablo. Esa es mi referencia favorita de fumar mariguana. Como si el Diablo se fuera a dejar quemar las patas. Así hay muchas referencias más. Nuestra sociedad tiende a vincular la mariguana con lo peor. Tenía un jefe que le decía mariguanos a todos los vagabundos que se topaba en la calle, a pesar de que a todas luces se veía que esos pobres hombres estaban más bien moneados en tiner. Pero él no entiende esa diferencia, ni le importa. Ese es el problema, no le interesa saber qué hace en la calle, qué drogas consume o por qué. Se limita a emitir un juicio de valor sustentado en su opinión desinformada.

Las drogas en sí no son el problema, sino como las usamos. No estoy diciendo que está bien drogarse. Estoy diciendo que hay que regular como nos relacionamos con ellas. La Suprema Corte de Justicia de la Nación ya reconoció que fumar mota es un derecho al libre desarrollo de la personalidad, siempre y cuando no afecte a terceros o el orden público. Ese fue el primer paso. Pero más allá del uso lúdico, tiene un uso industrial con implicaciones económicas enormes, suficientes para sacar un ejido de la pobreza. En el sector salud, que también representa una oportunidad económica enorme, tiene el agregado de ser un ingrediente que puede ser usado para el tratamiento de ciertas enfermedades.

Para como están las cosas, no nos podemos dar el lujo de desperdiciar la oportunidad de regular las drogas, todas, no sólo la mariguana. Es un tema de Salud, Seguridad, Economía, Medio Ambiente y Sociedad. Quién, cuándo y dónde puede consumir qué drogas. Cuál es la política de prevención de adicciones. Quién controla el mercado. Con qué estándares se elaboran los productos. Qué impacto tiene ese uso de la tierra en el ecosistema. Estas son las preguntas duras que tenemos que resolver con una buena regulación. A estas alturas, sólo prohibirlas y gritarle <<mariguanos>> a vagabundos en la calle es querer tapar el sol con un dedo.

Hay que llamar la atención a la situación actual de este proceso político- social. Ya existe un principio de regulación en el Congreso de la Unión. Fue propuesta de campaña de Andrés Manuel López Obrador. Desgraciadamente, por un lado se está politizando demasiado el tema, y por otro, hasta ahorita la falta de una regulación profunda le da una ventaja competitiva a unos pocos que tienen el dinero o los contactos para entrar en el “bisne”.

Hace casi un año me empecé a involucrar con el Plan Tetecala. Con Alejandro Vello, un médico de profesión, joven, originario de Tetecala, que trabaja entre semana en un hospital público y en su tiempo libre ayuda a su comunidad a organizarse alrededor del tema. También con Andrés Saavedra, un abogado de profesión. Doctor en Derecho por la UAEM, que se dedica a litigar temas sociales y que construyó, junto con otros, la propuesta legal del Plan Tetecala: que la comunidad campesina salga adelante alrededor del negocio de la mariguana. Una evolución moderna del Plan de Ayala, tierra y libertad para el campesino. Ellos son mariguanos, sí, pero de los buenos. De los que plantean una solución diferente a un problema complejo que no se ha logrado resolver.

Ayer hubo un foro sobre el tema donde se involucraron algunos políticos. Este es el principio de la solución. El siguiente paso es una iniciativa de ley. Cuando digo que hay que hacer las cosas diferentes, si queremos resultados diferentes, me refiero a esto. A pensar afuera de la caja. No por ser propuestas diferentes son menos serias. Dejemos de estigmatizar las drogas y reconozcamos su relación con nuestra sociedad, para que podamos emitir juicios de valor más certeros.

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