No sé, queridos lectores, si así va la frase o no, pero me gusta imaginarla de esta manera porque aunque la vida le depare a uno en ocasiones momentos no tan buenos, los verdaderos amigos siempre están cerca cuando más se les necesita, todavía recuerdo mis sacadas por gobernantes de diarios nacionales, ahí presente estuvo, la primera ocasión, Javier Hernández q.e.p.d. y la segunda vez, mi gran amigo Paco Guerrero, reportero él también.
Y al seguir con amigos, les cuento que la semana pasada fue excelente en todos sentidos. El martes el arquitecto Miguel Ángel Betanzos, notable investigador de la cultura tlahuica y mexica en general, impartió una conferencia interesantísima, se refirió a las peregrinaciones prehispánicas a Malinalco de acuerdo al trazo del equinoccio de primavera, uff, fue imperdible y dos días después, el antropólogo Víctor Hugo Valencia, que felizmente, porque aquí dejó múltiples amigos, regresó a ocupar su cargo como director del INAH Morelos, en esta ocasión acompañado de quien fuera mi maestro, el historiador y un largo etcétera académico, Antonio García de León, autor de una de las más importantes historias de México de los últimos tiempos, “cómo va tu tesis Lya, acuérdate que yo soy –dijo ufano con una amplia sonrisa- marxista y guadalupano”, así como la directora de Cultura Municipal, María de Lourdes Bejarano, toda una experta en códices, los tres participaron en otra notable conferencia dentro del marco de los 80 años que está cumpliendo de fundado el INAH (1939).
Por tal motivo ambos eventos, con lleno total, nos dieron la oportunidad a los asistentes, de escuchar hablar de nuestra enorme cultura y de lo que son nuestras raíces mexicanas. Ambos eventos, ¡enhorabuena! en el ya restaurado Auditorio Juan Dubernard del Palacio de Cortés ó Museo Regional Cuauhnáhuac. Lugar, que pese a que por el pasado terremoto “sufrió literalmente un infarto” a decir de Valencia Valera, ya lleva un 70% de reparación, trabajos supervisados siempre por el INAH. Así es que ya, queridos amigos, con la re apertura del Juan Dubernard, el centro histórico de la capital del estado, vuelve a estar completo en cuanto a museos se refiere. Les recuerdo cuales son: el Centro Cultural Jardín Borda, que pocas veces como ahora, con María Helena González, historiadora de arte, como directora, exhibe tantas exposiciones y ofrece sus espacios a la ciudadanía en general; el Museo de la Ciudad de Cuernavaca, cada vez más completo y de igual manera, con Bejarano Almada, facilita la presencia de eventos de calidad; el Museo de Arte Indígena Contemporáneo, que con su actual director Wilfrido García Ávila, apoya y facilita exposiciones, conferencias y eventos de corte artístico y prehispánico; el Museo de Arte Sacro de la Catedral de Cuernavaca con una notable exposición permanente de valiosas obras de arte virreinal, sueño largamente acariciado y trabajado por la experta en historia del arte Cecil Camil de Abe y finalmente el Museo Robert Brady del “Bon vivant” estadounidense por nacimiento y ciudadano del mundo por convicción que eligió Cuernavaca para vivir y heredarle se valiosa colección a la ciudad a través de un fideicomiso. Presente también La Casona Spencer que el muy británico aristócrata millonario –se dice que era pariente de Diana Spencer-, John, Juanito como le decían sus albañiles con cariño, rescató, habilitó y dejó también a la ciudad para eventos culturales. Luego de ambas conferencias, el viernes pasado hubo un entrañable festejo, cumplió 85 espléndidos años nuestro querido amigo el empresario, abogado e ingeniero Marcos Manuel Suárez Ruiz que lo festejó con su familia y todos sus amigos en una comida amenizada por música de ópera, de Il Divo y con cultas conversaciones como la de Claudio Aponte con sus anécdotas de Jorge Luis Borges y de don Alfonso Reyes.
Y entre amigos de toda filiación política del Cuernavaca de toda la vida. Con todos ellos don Marcos celebró y nosotros con él, pero en cuanto regresé a casa por la tarde noche, envuelta en el silencio de esa hora en la que el sol cae, comencé a escribir para ustedes estos recuerdos inmersa en música y silencio y ya en calma, acompañada de poesía y más música, de esa que hace llorar en las voces de María Callas, de Luciano Pavarotti, la imagen de un eclipse lunar que me mandaron sólo a mí, concluí mi reseña, sin olvidar que hace más de una semana acudí a un precioso homenaje fúnebre de cuerpo presente en honor de mi admirado don Jorge Cázares en donde pude ver al también gran pintor Rafael Mazón y de lejos al escultor Víctor Manuel Contreras. Cuernavaca, ciudad de arte y letras, sigue siendo un baluarte para propios y extraños. Cuidémosla todos. Y hasta el próximo lunes.