/ jueves 2 de agosto de 2018

Discutir la policía comunitaria en Morelos

De acuerdo con la reciente publicación de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (INEGI:2018), la percepción de inseguridad en las principales ciudades del país se mantiene niveles altos. Para el caso de Morelos (ciudad de Cuernavaca), la percepción creció en el último periodo.


Para el 68.2 por ciento, la delincuencia sigue siendo uno de sus principales problemas debido al aumento de robos, extorsiones, secuestros o fraudes. Lo notorio es que, para resolver estos problemas, la población en general no confía en la efectividad del gobierno; y en el caso de Cuernavaca, tan sólo el 20 por ciento considera que sería muy o algo efectivo.


Estos datos son un claro cuestionamiento al monopolio de la violencia del Estado, cuya expresión formal radica en los sistemas de seguridad y justicia. La ruta institucional en general se ha centrado en mejorar los modelos tradicionales; desafortunadamente y a pesar de múltiples esfuerzos no logra dar los resultados esperados.


Discutir alternativas para construir ambientes más seguros y ordenados deberían ser bienvenidas. De ahí que la figura de policía comunitaria y las actividades de autodefensa ameritan un análisis con mayor detenimiento.


En principio, debemos reconocer que por décadas se ha señalado el desorden urbano de nuestras ciudades y poblaciones. Existe un sinnúmero de razones por las que se justifica una verdadera planeación del crecimiento urbano, incluyendo los motivos de seguridad, ya que uno elemento común de las autodefensas es que surgen en regiones aisladas y excluidas de la protección gubernamental.


Otra característica es que, a pesar de las condiciones de pobreza y rezago social, se llevan a cabo delitos de alto impacto que se llevaban a cabo y no encontraban límites, debido a la colusión con los delincuentes o por la omisión o negligencia de las autoridades.

La construcción de la policía comunitaria no es sencilla, requiere de reflexión colectiva, mucho dialogo y práctica para transformar la realidad. Replicar un modelo con barricadas y funciones de control de accesos ayuda en lo inmediato; pero en poco o nada, en la creación de un sistema de seguridad comunitario.

Es posible caer en radicalismo aventurero, linchamientos y no alcanzar la seguridad anhelada, si no se piensa en procesos de organización y ejercicio de prácticas comunitarias, basado en la asamblea. No es sencillo construir eso, porque implica procesos largos de discusión y toma de decisiones.

A diferencia de las experiencias en la región de la Montaña y Costa Chica, en Guerrero, nosotros no estamos partiendo de procesos previos de organización de otro tipo, sino de reacciones ante un fenómeno a larga data: la inseguridad. Podemos partir de los comités ciudadanos de vigilancia que se han formado e intentado sostener en varios gobiernos (si también se reconocen las fallas en su diseño); aunque me parece que la construcción de poder popular a partir de nuestras propias fuerzas debería surgir desde las autoridades tradicionales, las ayudantías municipales, las comisarias ejidales y comunales.

Las autoridades reconocen sus limitaciones; pero la visión de negar las autodefensas para eliminarlas y después dejar a la población en las mismas condiciones en las que se encontraban, me parece poco razonable. Las autodefensas no se han negado a participar con las autoridades, pero deben continuar al margen de la lógica institucional respetando los derechos humanos y avanzar en establecer sus propias prácticas de seguridad (horarios, rutas y labores de vigilancia).

Se debe pensar en transitar hacia el reconocimiento formal de quienes han decidido servir a su propio pueblo y dar seguridad a su familia. Aún está lejos la posibilidad de integrar a la seguridad modelos de justicia y reeducación comunitaria, pero debe iniciarse el proceso sin marcha atrás.

Dada la existencia disfuncional de la seguridad pública y el sistema de impartición de justicia, en el corto plazo no se vislumbra la posibilidad de una autocorrección que permita resolver los problemas más urgentes de la sociedad.

De acuerdo con la reciente publicación de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (INEGI:2018), la percepción de inseguridad en las principales ciudades del país se mantiene niveles altos. Para el caso de Morelos (ciudad de Cuernavaca), la percepción creció en el último periodo.


Para el 68.2 por ciento, la delincuencia sigue siendo uno de sus principales problemas debido al aumento de robos, extorsiones, secuestros o fraudes. Lo notorio es que, para resolver estos problemas, la población en general no confía en la efectividad del gobierno; y en el caso de Cuernavaca, tan sólo el 20 por ciento considera que sería muy o algo efectivo.


Estos datos son un claro cuestionamiento al monopolio de la violencia del Estado, cuya expresión formal radica en los sistemas de seguridad y justicia. La ruta institucional en general se ha centrado en mejorar los modelos tradicionales; desafortunadamente y a pesar de múltiples esfuerzos no logra dar los resultados esperados.


Discutir alternativas para construir ambientes más seguros y ordenados deberían ser bienvenidas. De ahí que la figura de policía comunitaria y las actividades de autodefensa ameritan un análisis con mayor detenimiento.


En principio, debemos reconocer que por décadas se ha señalado el desorden urbano de nuestras ciudades y poblaciones. Existe un sinnúmero de razones por las que se justifica una verdadera planeación del crecimiento urbano, incluyendo los motivos de seguridad, ya que uno elemento común de las autodefensas es que surgen en regiones aisladas y excluidas de la protección gubernamental.


Otra característica es que, a pesar de las condiciones de pobreza y rezago social, se llevan a cabo delitos de alto impacto que se llevaban a cabo y no encontraban límites, debido a la colusión con los delincuentes o por la omisión o negligencia de las autoridades.

La construcción de la policía comunitaria no es sencilla, requiere de reflexión colectiva, mucho dialogo y práctica para transformar la realidad. Replicar un modelo con barricadas y funciones de control de accesos ayuda en lo inmediato; pero en poco o nada, en la creación de un sistema de seguridad comunitario.

Es posible caer en radicalismo aventurero, linchamientos y no alcanzar la seguridad anhelada, si no se piensa en procesos de organización y ejercicio de prácticas comunitarias, basado en la asamblea. No es sencillo construir eso, porque implica procesos largos de discusión y toma de decisiones.

A diferencia de las experiencias en la región de la Montaña y Costa Chica, en Guerrero, nosotros no estamos partiendo de procesos previos de organización de otro tipo, sino de reacciones ante un fenómeno a larga data: la inseguridad. Podemos partir de los comités ciudadanos de vigilancia que se han formado e intentado sostener en varios gobiernos (si también se reconocen las fallas en su diseño); aunque me parece que la construcción de poder popular a partir de nuestras propias fuerzas debería surgir desde las autoridades tradicionales, las ayudantías municipales, las comisarias ejidales y comunales.

Las autoridades reconocen sus limitaciones; pero la visión de negar las autodefensas para eliminarlas y después dejar a la población en las mismas condiciones en las que se encontraban, me parece poco razonable. Las autodefensas no se han negado a participar con las autoridades, pero deben continuar al margen de la lógica institucional respetando los derechos humanos y avanzar en establecer sus propias prácticas de seguridad (horarios, rutas y labores de vigilancia).

Se debe pensar en transitar hacia el reconocimiento formal de quienes han decidido servir a su propio pueblo y dar seguridad a su familia. Aún está lejos la posibilidad de integrar a la seguridad modelos de justicia y reeducación comunitaria, pero debe iniciarse el proceso sin marcha atrás.

Dada la existencia disfuncional de la seguridad pública y el sistema de impartición de justicia, en el corto plazo no se vislumbra la posibilidad de una autocorrección que permita resolver los problemas más urgentes de la sociedad.

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