/ miércoles 25 de mayo de 2022

Economía, inseguridad y elecciones

La gente vota con la mano en el bolsillo, explican los politólogos cuando refieren a la enorme influencia que suele tener la situación económica personal en los electores. Ejemplos que sostienen esta popular hipótesis hay muchos y resultan bastante evidentes. Otros estudios refieren al efecto de la violencia y el crimen sobre la decisión de los electores como determinante en la alternancia de los gobiernos.

En Morelos tenemos de las dos, una economía que por más seleccionados indicadores aislados que ofrecen las autoridades va mal y empeora por los efectos de la inseguridad, la falta de infraestructura, la incertidumbre en la tenencia de la tierra, el crecimiento de la informalidad y la pobreza laboral entre otros factores; y una criminalidad también en ascenso cada día mientras el gobernador, Cuauhtémoc Blanco, y los alcaldes y diputados, pelean la obligación (y desobligación) de proteger a los morelenses.

Homicidios dolosos, secuestros, robos de casas y vehículos, desaparición de personas, feminicidios, y los otros crímenes en los que el estado registra índices muy superiores de los que las ciencias políticas y sociales en su infinita crueldad pueden considerar como “normales”, podrían ser las Golondrinas, del gobierno de la cuatro y sus aliados en Morelos cuyo prestigio ha reportado una estrepitosa caída desde su llegada el gobierno estatal en octubre del 2018.

La colección de pifias del régimen en el estado ha incluso erosionado la imagen del presidente, que reportaba en Morelos todavía hace un año buenos números de respaldo. Horadada en múltiples ocasiones por el respaldo ofrecido al profundamente impopular gobierno que padece Morelos, la popularidad presidencial poco a poco va dejando de ser un factor de influencia más allá de lo relativo en la elección con que el estado cambiará gobernador, alcaldes y diputados en el 2024, simultánea a la federal que renovará la presidencia y el Congreso de la Unión.

Pero las elecciones son ecuaciones de suma cero, lo que implica que los votos que pierde un partido se reparten de una u otra forma entre las opciones consideradas válidas por el electorado. Es decir, para que los desastres económicos y en seguridad que ha permitido o provocado la administración actual se traduzcan en un cambio de régimen, los electores tendrían que contar con alternativas de gobierno como en su momento se consideró a Cuauhtémoc Blanco.

Espanta la falta de propuestas alternativas de la oposición en materia de desarrollo económico y estrategia de combate al crimen y pacificación de la sociedad. La crítica puntual que se hace de los resultados y las omisiones del gobierno estatal y muchos de los municipales desde la oposición, salvo algunos casos que injustamente son inmediatamente calificados como ocurrencias, difícilmente se acompaña de propuestas de solución a los problemas que padece el estado. Tampoco la prensa ni la opinión pública han sido muy exigentes con la oposición para que ofrezca políticas públicas alternativas. A este paso, las próximas elecciones, como ocurrió con las anteriores serán meros concursos sobre la percepción que el electorado tenga sobre los candidatos con los enormes peligros que ello entraña, los mismos padecidos por Morelos hace por lo menos una tercia de años.

El futuro de Morelos requiere de elevar el nivel de discusión, aunque parece que quienes suelen hacerlo han quedado marginados de la visibilidad que requiere el ejercicio de la política.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

La gente vota con la mano en el bolsillo, explican los politólogos cuando refieren a la enorme influencia que suele tener la situación económica personal en los electores. Ejemplos que sostienen esta popular hipótesis hay muchos y resultan bastante evidentes. Otros estudios refieren al efecto de la violencia y el crimen sobre la decisión de los electores como determinante en la alternancia de los gobiernos.

En Morelos tenemos de las dos, una economía que por más seleccionados indicadores aislados que ofrecen las autoridades va mal y empeora por los efectos de la inseguridad, la falta de infraestructura, la incertidumbre en la tenencia de la tierra, el crecimiento de la informalidad y la pobreza laboral entre otros factores; y una criminalidad también en ascenso cada día mientras el gobernador, Cuauhtémoc Blanco, y los alcaldes y diputados, pelean la obligación (y desobligación) de proteger a los morelenses.

Homicidios dolosos, secuestros, robos de casas y vehículos, desaparición de personas, feminicidios, y los otros crímenes en los que el estado registra índices muy superiores de los que las ciencias políticas y sociales en su infinita crueldad pueden considerar como “normales”, podrían ser las Golondrinas, del gobierno de la cuatro y sus aliados en Morelos cuyo prestigio ha reportado una estrepitosa caída desde su llegada el gobierno estatal en octubre del 2018.

La colección de pifias del régimen en el estado ha incluso erosionado la imagen del presidente, que reportaba en Morelos todavía hace un año buenos números de respaldo. Horadada en múltiples ocasiones por el respaldo ofrecido al profundamente impopular gobierno que padece Morelos, la popularidad presidencial poco a poco va dejando de ser un factor de influencia más allá de lo relativo en la elección con que el estado cambiará gobernador, alcaldes y diputados en el 2024, simultánea a la federal que renovará la presidencia y el Congreso de la Unión.

Pero las elecciones son ecuaciones de suma cero, lo que implica que los votos que pierde un partido se reparten de una u otra forma entre las opciones consideradas válidas por el electorado. Es decir, para que los desastres económicos y en seguridad que ha permitido o provocado la administración actual se traduzcan en un cambio de régimen, los electores tendrían que contar con alternativas de gobierno como en su momento se consideró a Cuauhtémoc Blanco.

Espanta la falta de propuestas alternativas de la oposición en materia de desarrollo económico y estrategia de combate al crimen y pacificación de la sociedad. La crítica puntual que se hace de los resultados y las omisiones del gobierno estatal y muchos de los municipales desde la oposición, salvo algunos casos que injustamente son inmediatamente calificados como ocurrencias, difícilmente se acompaña de propuestas de solución a los problemas que padece el estado. Tampoco la prensa ni la opinión pública han sido muy exigentes con la oposición para que ofrezca políticas públicas alternativas. A este paso, las próximas elecciones, como ocurrió con las anteriores serán meros concursos sobre la percepción que el electorado tenga sobre los candidatos con los enormes peligros que ello entraña, los mismos padecidos por Morelos hace por lo menos una tercia de años.

El futuro de Morelos requiere de elevar el nivel de discusión, aunque parece que quienes suelen hacerlo han quedado marginados de la visibilidad que requiere el ejercicio de la política.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx