Dicen los morenos en el congreso que se van a recuperar de la verdadera paliza que les pusieron en los primeros días de la nueva legislatura con la designación de la Mesa Directiva para el PES, tercero en número de diputados, y la Junta de Coordinación Política para el PT, segundo en número de legisladores, porque a final de cuentas, pese a los tránsfugas, Morena sigue siendo la primera fuerza en el Congreso local y porque las lealtades trazadas por acuerdos extralegales no son realmente adhesiones, sino acuerdos por conveniencia que se mantendrían hasta que dejen de ser convenientes. Así, se considera que los morenos podrían lograr convencer a siete de los legisladores plurinimonales de diversas fuerzas para ser un bloque realmente independiente del gobierno del estado. Y es que, quien haya convencido a Cuauhtémoc Blanco de la conveniencia de un Congreso a modo, le mintió absolutamente, por varias razones que a lo mejor no consideró.
Primero, un congreso a modo, significa para Blanco Bravo asumir por completo la responsabilidad de las pifias que ocurran, tanto en su gobierno como en la legislatura. Es decir, se trata de repetir la peor versión de Graco Ramírez, la de 2015 a 2018 en que asumió los costos del actuar suyo, de los funcionarios del Ejecutivo, y hasta de los escándalos de los legisladores. Es decir, a lo mejor se lo festejaron mucho, “hey, gobernador, tienes la Mesa Directiva y la Junta Política”, pero no le advirtieron de los riesgos que ello entraña.
Segundo, controlar al legislativo significa, necesariamente, asumir un montón de compromisos innecesarios en términos de lo que puede hacerse con una mayoría simple, especialmente cuando se trata de reforzar, como Cuauhtémoc y la coalición había dicho desde hace tiempo, los mecanismos de participación ciudadana diseñados para legitimar al gobierno en sus decisiones. El respaldo ciudadano hace una especie de ornato el contar con el respaldo legislativo.
Tercero, el costo de mantener la elevada nómina de compromisos que significan los compromisos entre poderes. Más allá del desgaste de imagen en términos de corrupción, el mantener el control de un aparato legislativo de 14 legisladores, implica un gasto enorme en términos de nómina directa para los legisladores o sus familiares, que resultaría absurdo si se cuenta con un legislativo cuya mayoría perteneció a la alianza que llevó al gobernador al poder. A lo mejor dirán que a Cuauhtémoc aún no le cuesta nada, pero le costará en breve, estamos seguros.
Lo cierto es que, como está la economía, y la capacidad simbólica de la política, no parece inteligente gastar en lujos innecesarios, el Congreso del Estado trabajará de la mano con Cuauhtémoc porque él representa el polo opuesto a Graco Ramírez, y todos los legisladores, los 20, saben que el resultado del 1 de julio fue el voto por no más de lo mismo. Curiosamente, el riesgo de repetirlo está latente y como van las cosas, no andan tan lejos.
Y claro que en vía de mientras, Cuauhtémoc Blanco tendrá que empezar a asumir el costo de prácticas que, a lo mejor no promovidas por él mismo, ni por su círculo cercano, pero alguien realiza en su nombre. Ese costo, por cierto, es extraordinariamente alto considerando que faltan casi cuatro semanas para que asuma el poder y, de acuerdo con todo lo que se afirma en su círculo cercano, el muerto del Congreso ni siquiera es suyo, aunque se le pone a su servicio y por lo mismo, se le añade a su cuenta.
Si Cuauhtémoc no quiere pagar los tragos de los otros, que no los deje pedir a su nombre…
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