En la que habría sido su última sesión de cabildo de los tres meses que fungió como alcalde relevista de Cuernavaca, a Denisse Arizmendi Villegas le llovieron reconocimientos de los regidores, que si porque abatió la corrupción, que si porque llegó a acuerdos con los regidores conocidos como los cuatro fantásticos, grupo visible de la oposición a Cuauhtémoc Blanco Bravo, en fin, la cosa es que la síndica municipal se va entre aplausos a continuar su labor en la sindicatura a partir del lunes en que Cuauhtémoc Blanco Bravo se incorpore de nueva cuenta a la presidencia que dejó por el sueño ahora concretado de ser votado gobernador de Morelos.
En la sesión se vieron regidores que reconocían el triunfo de su acérrimo adversario y de sus adversarios de planilla, y que admitieron, con mucha culpa, que durante el período que han llevado las riendas de Cuernavaca al principio, y lo que queda de Cuernavaca después de ellos, fueron incapaces de lograr los consensos para dar resultados a los ciudadanos. Es la primera admisión de responsabilidad que conocemos del grupo de regidores opuesto a Cuauhtémoc Blanco, quien en un arrojo de humildad podría empezar el lunes diciendo que su equipo también dejó de buscar generar los consensos, se rindió al considerar que era imposible acordar con quienes apostaron con cierta mezquindad al fracaso de su proyecto de gobierno, o que decidieron de alguna forma que les convenían más otras alianzas políticas lejanas a quien ya para el lunes será el gobernador electo de Morelos.
Cuernavaca siempre mereció más, pero entre los conflictos del cabildo y la incapacidad de algunos funcionarios designados por Blanco Bravo, además de la evidente falta de apoyos financieros desde el gobierno estatal y el Congreso del Estado, la capital del estado se convirtió en un municipio cundido de ejemplos de lo que no se debe hacer en la administración pública. Las fallas en la administración municipal no son responsabilidad única de Blanco Bravo, pero sí de un estilo de gobierno en su cabildo y su gabinete, que trataron de imponer verdades y visiones de la administración pública y se preocuparon más por vencer en los pasillos del Ayuntamiento que en el ánimo ciudadano. Por eso la escasa votación por casi todos ellos en la contienda por renovar el ayuntamiento, por eso la voluntad de poco más del 12 por ciento de los electores capitalinos de darle el ayuntamiento a un independiente, por eso la escasa votación por los partidos políticos, por eso la coalición Juntos Haremos Historia se hace de la alcaldía y la sindicatura con apenas 30 por ciento de la votación y el segundo lugar tiene apenas un 24 por ciento; los partidos políticos, a través de sus regidores, convertidos en rugidores solamente, fallaron a la confianza ciudadana, vivieron casi tres años de pleitos intestinos que no llevaron a solución alguna, se corrompieron (por lo menos en eso), y su inutilidad fue tan evidente que tendrían que pedir perdón por hacer a una capital perder tres años de esperanza.
Ahora, el gobierno del estado lo presidirá el ex alcalde de Cuernavaca; y el municipio tendrá una administración afín al partido y la coalición que lo postuló, no solamente eso porque si bien no tendrá mayoría en el cabildo, la tendrá en el Congreso y desde ahí podrá cumplir con todos los pendientes que dejó en Cuernavaca. Hoy, por lo menos, tiene posibilidad hasta de cambiar de alcalde si así lo determina al inicio de la administración municipal. Todo sea por el bien de una ciudad que se ha cansado de exigir.
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