/ lunes 15 de febrero de 2021

El ganador único

El politólogo, Juan Linz precisa que el régimen presidencial orienta a un sentimiento de “ganador único” que en el régimen parlamentario es mitigado, sobre todo en los modelos de Westminster. A lo cual otros autores precisan su desacuerdo, argumentando que el presidencialismo está menos orientado hacia resultados de ganador único que los sistemas parlamentarios, rescatando que las ventajas en la organización del modelo presidencialista puede compensar parcialmente estas observaciones de Linz.

Además, el presidencialismo es más viable con partidos disciplinados y resulta problemático con sistemas multipartidistas muy fragmentados y con elecciones parlamentarias más frecuentes que las presidenciales. De esa forma puede ser más problemático el cambio de un régimen a otro con partidos indisciplinados. Entonces el argumento de Linz, aunque parcialmente aceptado, dependerá del tipo de parlamentarismo y del tipo de presidencialismo propuestos o contemplados.

Se definen las características del régimen presidencial en dos puntos: 1) el presidente siempre es el titular del poder Ejecutivo y es elegido mediante el voto popular, y 2) los periodos de gestión para el presidente y la asamblea son fijos. También se precisan las características del régimen semipresidencial, descritos en cuatro puntos: 1) se elige al presidente mediante voto popular, 2) el presidente nombra un primer ministro que será el jefe de gobierno, 3) el primer ministro y el gabinete dependen de la asamblea, y 4) el presidente tiene poderes políticos significativos como disolver el parlamento.

Las diferencias entre el primer régimen y el segundo descritos son: en una democracia presidencial, el presidente es el jefe de gobierno, mientras que en el semipresidencial la jefatura del Ejecutivo está dividida y formalmente el primer ministro es la cabeza del gobierno; el gobierno presidencial se elige por periodo fijo, mientras el semipresidencial depende de la confianza continua de la asamblea; en el presidencial, el presidente tiene la autoridad sobre el gabinete, mientras en el semipresidencial únicamente puede destituir a ministros del gabinete por medio de voto de censura, pues la mayoría parlamentaria es capaz de sostener al gabinete.

Esos son los límites a las observaciones que Linz realizó sobre las comparaciones entre presidencialismo y parlamentarismo. Estamos de acuerdo con otros autores sobre las ventajas que ofrece el régimen presidencial para mantener una democracia estable, sobre todo en nuestro contexto, México vive la consolidación de una serie de reformas político-electorales desde 2014 que ha tenido como resultado la disputa por la titularidad del Ejecutivo que hoy es incierta, es decir, competitiva entre distintos partidos políticos.

Ahora bien, la esencia del argumento de Linz es que históricamente el sistema parlamentario ha logrado generar democracias estables, destacando varios problemas que los regímenes presidenciales encierran, causantes de democracias inestables y poco consolidadas: el primer argumento versa sobre la disputa y competencia de legitimidad entre el presidente y la asamblea o congreso, al elegirse ambos por voto popular, ambos pueden considerarse legítimos independientemente del otro. Nos recuerda la literatura que, no hay ningún principio democrático que pueda resolver las disputas entre el ejecutivo y la legislatura acerca de cuál de los dos representa realmente la voluntad del pueblo. El segundo problema es sobre el periodo fijo del mandato presidencial que, por su rigidez, inhibe la capacidad de desarrollar proyectos significativos por el tiempo escaso, así como depender del plazo establecido en la ley para remover al presidente que pierda legitimidad y apoyo, tanto en el congreso como la percepción de la sociedad.

El largo plazo es sólo un problema del diseño institucional del presidencialismo, dado que en la coyuntura más reciente, el sistema presidencial mexicano es uno de los componentes más firmes con que el presidente, López Obrador ha desarrollado su personalismo en perjuicio de la administración pública que, le reclama todos los días planeación, programación y presupuestación a su gestión, a tres años de iniciada y sin someterse a las reglas del juego como ganador único, dirá Linz.

Facebook: Daniel Adame Osorio.

Instagram: @danieladameosorio.

Twitter: @Danieldao1.

El politólogo, Juan Linz precisa que el régimen presidencial orienta a un sentimiento de “ganador único” que en el régimen parlamentario es mitigado, sobre todo en los modelos de Westminster. A lo cual otros autores precisan su desacuerdo, argumentando que el presidencialismo está menos orientado hacia resultados de ganador único que los sistemas parlamentarios, rescatando que las ventajas en la organización del modelo presidencialista puede compensar parcialmente estas observaciones de Linz.

Además, el presidencialismo es más viable con partidos disciplinados y resulta problemático con sistemas multipartidistas muy fragmentados y con elecciones parlamentarias más frecuentes que las presidenciales. De esa forma puede ser más problemático el cambio de un régimen a otro con partidos indisciplinados. Entonces el argumento de Linz, aunque parcialmente aceptado, dependerá del tipo de parlamentarismo y del tipo de presidencialismo propuestos o contemplados.

Se definen las características del régimen presidencial en dos puntos: 1) el presidente siempre es el titular del poder Ejecutivo y es elegido mediante el voto popular, y 2) los periodos de gestión para el presidente y la asamblea son fijos. También se precisan las características del régimen semipresidencial, descritos en cuatro puntos: 1) se elige al presidente mediante voto popular, 2) el presidente nombra un primer ministro que será el jefe de gobierno, 3) el primer ministro y el gabinete dependen de la asamblea, y 4) el presidente tiene poderes políticos significativos como disolver el parlamento.

Las diferencias entre el primer régimen y el segundo descritos son: en una democracia presidencial, el presidente es el jefe de gobierno, mientras que en el semipresidencial la jefatura del Ejecutivo está dividida y formalmente el primer ministro es la cabeza del gobierno; el gobierno presidencial se elige por periodo fijo, mientras el semipresidencial depende de la confianza continua de la asamblea; en el presidencial, el presidente tiene la autoridad sobre el gabinete, mientras en el semipresidencial únicamente puede destituir a ministros del gabinete por medio de voto de censura, pues la mayoría parlamentaria es capaz de sostener al gabinete.

Esos son los límites a las observaciones que Linz realizó sobre las comparaciones entre presidencialismo y parlamentarismo. Estamos de acuerdo con otros autores sobre las ventajas que ofrece el régimen presidencial para mantener una democracia estable, sobre todo en nuestro contexto, México vive la consolidación de una serie de reformas político-electorales desde 2014 que ha tenido como resultado la disputa por la titularidad del Ejecutivo que hoy es incierta, es decir, competitiva entre distintos partidos políticos.

Ahora bien, la esencia del argumento de Linz es que históricamente el sistema parlamentario ha logrado generar democracias estables, destacando varios problemas que los regímenes presidenciales encierran, causantes de democracias inestables y poco consolidadas: el primer argumento versa sobre la disputa y competencia de legitimidad entre el presidente y la asamblea o congreso, al elegirse ambos por voto popular, ambos pueden considerarse legítimos independientemente del otro. Nos recuerda la literatura que, no hay ningún principio democrático que pueda resolver las disputas entre el ejecutivo y la legislatura acerca de cuál de los dos representa realmente la voluntad del pueblo. El segundo problema es sobre el periodo fijo del mandato presidencial que, por su rigidez, inhibe la capacidad de desarrollar proyectos significativos por el tiempo escaso, así como depender del plazo establecido en la ley para remover al presidente que pierda legitimidad y apoyo, tanto en el congreso como la percepción de la sociedad.

El largo plazo es sólo un problema del diseño institucional del presidencialismo, dado que en la coyuntura más reciente, el sistema presidencial mexicano es uno de los componentes más firmes con que el presidente, López Obrador ha desarrollado su personalismo en perjuicio de la administración pública que, le reclama todos los días planeación, programación y presupuestación a su gestión, a tres años de iniciada y sin someterse a las reglas del juego como ganador único, dirá Linz.

Facebook: Daniel Adame Osorio.

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Twitter: @Danieldao1.

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