/ domingo 24 de octubre de 2021

El mexicano que con su arte cerró museos y puso en jaque al INAH

Pues sí, queridos lectores, es tan enorme nuestra cultura, son tan maravillosos nuestros artesanos, que uno de ellos, don Brígido Lara, considerado un gran escultor de arte indígena y ex falsificador de antigüedades precolombinas, realizó cuando joven tan perfectas reproducciones, que al ser adquiridas por traficantes de piezas arqueológicas y vendidas posteriormente a galerías y coleccionistas, varios museos norteamericanos y nacionales las incluyeron como auténticas y hasta el INAH, hace varias décadas de esto, les dio el aval de legítimas. Don Brígido para evitar que lo consideraran traficante tuvo que comprobarles a verdaderos expertos que él era el legítimo autor. Su historia es fantástica, no sé porqué no la han llevado al cine. Nacido en 1940, este artista que actualmente vive en Xalapa, asegura haber creado desde niño unas 40,000 piezas falsas, todavía no se cuantifica el número exacto de ellas, la mayoría expuestas en relevantes museos. Qué pena que en lugar de haber sido acusado durante un tiempo, nuestras autoridades no supieron ver que Brígido no era ni traficante ni tampoco un vulgar falsificador, sino un verdadero artista con un arte tan grande en sus manos y en su corazón que su talento rebasó normas y reglas que él no comprendía porque entre los diez y los 20 años, en la huerta familiar en pleno campo donde lo llevaron a vivir con su familia materna luego de quedar huérfano a muy temprana edad e inspirado por los vestigios totonacas que fue conociendo, empezó a imitar las llamadas Caritas Sonrientes y todo tipo de piezas con la arcilla que lo rodeaba y que era la misma que se usaba ancestralmente para elaborar esas figuras y sus piezas cerámicas. Y al ir creando Brígido piezas de indudable valor, se le abrieron las puertas al trabajo de imitación. Era tan perfecto lo que hacía que se corrió la voz y sin anunciarse le comenzaron a comprar lo que vendía. Al poco tiempo se le acercó otro tipo de compradores que sin demasiadas preguntas, ya que esos sí eran traficantes, le iban comprando lo que consideraban eran piezas originales las que al llegar, algunas de ellas, a manos de conocedores se las atribuyeron a la Cultura Remojadas de Veracruz. Así fueron adquiridas para la Colección Morton D. May e ¡imagínense! para el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, uno de los mejores del mundo, cuyo departamento de adquisiciones integrado por grandes conocedores fecharon esas piezas entre los 400 y 700 d. C. Cabe resaltar que con el nombre de Cultura Remojadas, se designa a la zona arqueológica que floreció en el centro del estado de Veracruz entre el 100-800 d.C. Esta cultura surgió mucho después de la desaparición de los olmecas y como casi no ha sido investigada es poco conocida. Escuchando al propio Brígido Lara, en una entrevista filmada que me proporcionó el conocido fotógrafo morelense José Aguilar, se le oye a Brígido decir: “Algo que a mí me ayudó mucho en este trabajo es el haber crecido rodeado del buen barro que usaron los precolombinos en la parte norte de esa zona arqueológica. Así es que cuando comencé a hacer las figuras, al principio yo se las regalaba a parientes y amigos cercanos pero luego comencé a venderlas para hacerme de algún dinero; llegó el momento en que creci tanto que sin darme cuenta llegué a vender miles de piezas lo mismo a gringos que a europeos, me compraban mucho”. Creció tanto, que la mayoría de las piezas totonacas, hasta el día de hoy, podrían ser obra suya aunque se exhiban en importantes museos nacionales e internacionales. En 1971, el Museo de Historia Natural del Condado de Los Ángeles presentó una gran exposición llamada “Arte del antiguo Veracruz”. Más tarde, Brígido reconoció varias de las piezas suyas expuestas en esa exposición. En 1974, “ya era tal el ruido en torno a mis piezas, que me acusaban de ser traficante, así que me presenté yo solo a aclarar que mis piezas eran hechas por mí. No me creían y me encarcelaron junto a un grupo de posibles traficantes de antigüedades”. Incluso un experto del INAH certificó como auténticas las falsificaciones de Brígido Lara. Pero fíjense lo que es un artista con su arte en las venas, en la cárcel, pidió arcilla y para probar su inocencia creó las mismas esculturas y caritas sonrientes por las cuales era acusado de traficante con eso probó su inocencia y fue liberado seis meses después de ser arrestado. Y hasta el próximo lunes queridos amigos que ya les contaré lo que sigue.

Pues sí, queridos lectores, es tan enorme nuestra cultura, son tan maravillosos nuestros artesanos, que uno de ellos, don Brígido Lara, considerado un gran escultor de arte indígena y ex falsificador de antigüedades precolombinas, realizó cuando joven tan perfectas reproducciones, que al ser adquiridas por traficantes de piezas arqueológicas y vendidas posteriormente a galerías y coleccionistas, varios museos norteamericanos y nacionales las incluyeron como auténticas y hasta el INAH, hace varias décadas de esto, les dio el aval de legítimas. Don Brígido para evitar que lo consideraran traficante tuvo que comprobarles a verdaderos expertos que él era el legítimo autor. Su historia es fantástica, no sé porqué no la han llevado al cine. Nacido en 1940, este artista que actualmente vive en Xalapa, asegura haber creado desde niño unas 40,000 piezas falsas, todavía no se cuantifica el número exacto de ellas, la mayoría expuestas en relevantes museos. Qué pena que en lugar de haber sido acusado durante un tiempo, nuestras autoridades no supieron ver que Brígido no era ni traficante ni tampoco un vulgar falsificador, sino un verdadero artista con un arte tan grande en sus manos y en su corazón que su talento rebasó normas y reglas que él no comprendía porque entre los diez y los 20 años, en la huerta familiar en pleno campo donde lo llevaron a vivir con su familia materna luego de quedar huérfano a muy temprana edad e inspirado por los vestigios totonacas que fue conociendo, empezó a imitar las llamadas Caritas Sonrientes y todo tipo de piezas con la arcilla que lo rodeaba y que era la misma que se usaba ancestralmente para elaborar esas figuras y sus piezas cerámicas. Y al ir creando Brígido piezas de indudable valor, se le abrieron las puertas al trabajo de imitación. Era tan perfecto lo que hacía que se corrió la voz y sin anunciarse le comenzaron a comprar lo que vendía. Al poco tiempo se le acercó otro tipo de compradores que sin demasiadas preguntas, ya que esos sí eran traficantes, le iban comprando lo que consideraban eran piezas originales las que al llegar, algunas de ellas, a manos de conocedores se las atribuyeron a la Cultura Remojadas de Veracruz. Así fueron adquiridas para la Colección Morton D. May e ¡imagínense! para el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, uno de los mejores del mundo, cuyo departamento de adquisiciones integrado por grandes conocedores fecharon esas piezas entre los 400 y 700 d. C. Cabe resaltar que con el nombre de Cultura Remojadas, se designa a la zona arqueológica que floreció en el centro del estado de Veracruz entre el 100-800 d.C. Esta cultura surgió mucho después de la desaparición de los olmecas y como casi no ha sido investigada es poco conocida. Escuchando al propio Brígido Lara, en una entrevista filmada que me proporcionó el conocido fotógrafo morelense José Aguilar, se le oye a Brígido decir: “Algo que a mí me ayudó mucho en este trabajo es el haber crecido rodeado del buen barro que usaron los precolombinos en la parte norte de esa zona arqueológica. Así es que cuando comencé a hacer las figuras, al principio yo se las regalaba a parientes y amigos cercanos pero luego comencé a venderlas para hacerme de algún dinero; llegó el momento en que creci tanto que sin darme cuenta llegué a vender miles de piezas lo mismo a gringos que a europeos, me compraban mucho”. Creció tanto, que la mayoría de las piezas totonacas, hasta el día de hoy, podrían ser obra suya aunque se exhiban en importantes museos nacionales e internacionales. En 1971, el Museo de Historia Natural del Condado de Los Ángeles presentó una gran exposición llamada “Arte del antiguo Veracruz”. Más tarde, Brígido reconoció varias de las piezas suyas expuestas en esa exposición. En 1974, “ya era tal el ruido en torno a mis piezas, que me acusaban de ser traficante, así que me presenté yo solo a aclarar que mis piezas eran hechas por mí. No me creían y me encarcelaron junto a un grupo de posibles traficantes de antigüedades”. Incluso un experto del INAH certificó como auténticas las falsificaciones de Brígido Lara. Pero fíjense lo que es un artista con su arte en las venas, en la cárcel, pidió arcilla y para probar su inocencia creó las mismas esculturas y caritas sonrientes por las cuales era acusado de traficante con eso probó su inocencia y fue liberado seis meses después de ser arrestado. Y hasta el próximo lunes queridos amigos que ya les contaré lo que sigue.