/ miércoles 31 de octubre de 2018

El objetivo es el mismo: Morelos

Recién inicia un nuevo proyecto surgido de la suma de muchas voluntades y la participación de diversos actores políticos. En estos momentos, aislarse o volverse ajenos a los procesos de cambio sería repetir errores del pasado, desgaste, fractura y confrontaciones innecesarias.

Cuando se trabaja de forma integrada a la sociedad, la conciencia y los objetivos de la lucha social surgen de manera natural. Sólo de esta forma y no de otra, se logran identificar las necesidades de gente y aun estando verdaderamente integrados, debemos ser responsables en ayudar a que la lucha sea dirigida por la gente como sujeto activo de su propio destino.

Trabajar bajo la línea política anterior es inconcebible para los paternalistas, donde el sujeto activo es el gobierno y la gente tiene que dejarse controlar por líderes. También es inconcebible para quienes trabajan con la gente al estilo activista o voluntarista, porque las elites imponen su visión buscando apoderarse de la lucha social.

Quienes deciden llevar a cabo objetivos irrealizables, alejados de las necesidades y de las prácticas sociales, se desligan de la gente cayendo fácilmente en el individualismo, sectarismo, aventurerismo o la simulación. Por eso, los objetivos de la lucha no serían de ninguna forma difíciles de alcanzar cuando se trabaja, escucha, aprende y comparte de forma integrada con la gente.

Lo anterior permite analizar la situación concreta, identificar las condiciones, elevar la conciencia, la organización y la lucha por la transformación social de su realidad inmediata. Toda organización debería ser liberalizadora y los dirigentes deben servir a estos propósitos; desde el gobierno, el objetivo debería consistir en coordinar los esfuerzos de la sociedad en su lucha por la búsqueda de satisfacer sus necesidades. Pero a qué va todo esto.

Hace unos días, circuló por redes sociales una nueva carta del Frente Amplio Morelense en la que hace “del conocimiento de la opinión pública” su inconformidad por dejar “de lado a los morelenses y a quienes pudiesen tener aspiración de servir desde la función pública a la población local”.

Su objetivo consiste en acudir ante la Comisión de Derechos Humanos del Estado para pedir que el nuevo gobierno no los deje fuera del concurso de puestos públicos y “ponga a la consideración de la Suprema Corte de Justicia de la Nación los actos inconstitucionales que dejan a los ciudadanos en estado de indefensión, excluidos, discriminados”. De acuerdo con el Frente, “de manera discrecional y directa se asignaron cargos, sin dar oportunidad, sin hacer consenso, sin consulta o convocatoria”. Basta hojear la Constitución para conocer los alcances legales de su árbitro y lo que implica el término de la soberanía. Pero más allá de eso, lo que queda claro es que los objetivos no son de lucha social sino por los cargos.

No hace mucho, el Frente Amplio Morelense denunciaba desvíos de recursos y la inseguridad, pidió la desaparición de poderes, marcharon hasta la Segob, señalaron el caso de las fosas Tetelcingo y Jojutla, pidieron a la federación la investigación de posibles delitos, pidieron juicio político e incluso tutelar a Morelos durante el proceso de transición. Cuando se anunció la formación del Frente Opositor, líderes sociales, comunitarios, políticos y de la burocracia universitaria acordaron, bajo la coordinación del obispo de Cuernavaca, hacer visible su objetivo de confrontar al gobierno en turno de cara al reciente proceso electoral.

En un sentido de congruencia, no deberíamos perder de vista que el proyecto es Morelos, por lo que el gobierno debería ser sensible a estar abierto, escuchar e integrar a morelenses de convicción y compromiso social; y el Frente a no abrir una nueva fase de desintegración, desmoronamiento y desunión que termine por echar a perder la nueva oportunidad de poner a Morelos como objetivo principal.

Sin tratar de entender el cálculo político-legal de la decisión del Frente, amagan con llevar a cabo “acciones que jurídicamente sean necesarias” porque “ha sido solidario en los momentos difíciles” y por eso “esperamos también que hoy como gobernante sea también solidario”. Hay un punto destacable en la carta, pero bajo la idea de construir mecanismos de anticorrupción y no en la simple búsqueda de puestos, cuando señalan que “debe quedar atrás el nepotismo, el amiguismo, el compadrazgo que se inmiscuye en los asuntos públicos, la asociación fuera de la norma ética y jurídica”.

Por supuesto que el Frente tiene muy claros sus objetivos, pero en ellos no hay espacio para la gente; por lo menos, no en este momento. Lo anterior hace criticable el nivel de discusión pública en Morelos ya que a nivel nacional somos el centro de un éxodo migrante, ataques de los capitales financieros y entramos a una nueva zona de incertidumbre económica. Y en todo ello, estamos totalmente ausentes.

Recién inicia un nuevo proyecto surgido de la suma de muchas voluntades y la participación de diversos actores políticos. En estos momentos, aislarse o volverse ajenos a los procesos de cambio sería repetir errores del pasado, desgaste, fractura y confrontaciones innecesarias.

Cuando se trabaja de forma integrada a la sociedad, la conciencia y los objetivos de la lucha social surgen de manera natural. Sólo de esta forma y no de otra, se logran identificar las necesidades de gente y aun estando verdaderamente integrados, debemos ser responsables en ayudar a que la lucha sea dirigida por la gente como sujeto activo de su propio destino.

Trabajar bajo la línea política anterior es inconcebible para los paternalistas, donde el sujeto activo es el gobierno y la gente tiene que dejarse controlar por líderes. También es inconcebible para quienes trabajan con la gente al estilo activista o voluntarista, porque las elites imponen su visión buscando apoderarse de la lucha social.

Quienes deciden llevar a cabo objetivos irrealizables, alejados de las necesidades y de las prácticas sociales, se desligan de la gente cayendo fácilmente en el individualismo, sectarismo, aventurerismo o la simulación. Por eso, los objetivos de la lucha no serían de ninguna forma difíciles de alcanzar cuando se trabaja, escucha, aprende y comparte de forma integrada con la gente.

Lo anterior permite analizar la situación concreta, identificar las condiciones, elevar la conciencia, la organización y la lucha por la transformación social de su realidad inmediata. Toda organización debería ser liberalizadora y los dirigentes deben servir a estos propósitos; desde el gobierno, el objetivo debería consistir en coordinar los esfuerzos de la sociedad en su lucha por la búsqueda de satisfacer sus necesidades. Pero a qué va todo esto.

Hace unos días, circuló por redes sociales una nueva carta del Frente Amplio Morelense en la que hace “del conocimiento de la opinión pública” su inconformidad por dejar “de lado a los morelenses y a quienes pudiesen tener aspiración de servir desde la función pública a la población local”.

Su objetivo consiste en acudir ante la Comisión de Derechos Humanos del Estado para pedir que el nuevo gobierno no los deje fuera del concurso de puestos públicos y “ponga a la consideración de la Suprema Corte de Justicia de la Nación los actos inconstitucionales que dejan a los ciudadanos en estado de indefensión, excluidos, discriminados”. De acuerdo con el Frente, “de manera discrecional y directa se asignaron cargos, sin dar oportunidad, sin hacer consenso, sin consulta o convocatoria”. Basta hojear la Constitución para conocer los alcances legales de su árbitro y lo que implica el término de la soberanía. Pero más allá de eso, lo que queda claro es que los objetivos no son de lucha social sino por los cargos.

No hace mucho, el Frente Amplio Morelense denunciaba desvíos de recursos y la inseguridad, pidió la desaparición de poderes, marcharon hasta la Segob, señalaron el caso de las fosas Tetelcingo y Jojutla, pidieron a la federación la investigación de posibles delitos, pidieron juicio político e incluso tutelar a Morelos durante el proceso de transición. Cuando se anunció la formación del Frente Opositor, líderes sociales, comunitarios, políticos y de la burocracia universitaria acordaron, bajo la coordinación del obispo de Cuernavaca, hacer visible su objetivo de confrontar al gobierno en turno de cara al reciente proceso electoral.

En un sentido de congruencia, no deberíamos perder de vista que el proyecto es Morelos, por lo que el gobierno debería ser sensible a estar abierto, escuchar e integrar a morelenses de convicción y compromiso social; y el Frente a no abrir una nueva fase de desintegración, desmoronamiento y desunión que termine por echar a perder la nueva oportunidad de poner a Morelos como objetivo principal.

Sin tratar de entender el cálculo político-legal de la decisión del Frente, amagan con llevar a cabo “acciones que jurídicamente sean necesarias” porque “ha sido solidario en los momentos difíciles” y por eso “esperamos también que hoy como gobernante sea también solidario”. Hay un punto destacable en la carta, pero bajo la idea de construir mecanismos de anticorrupción y no en la simple búsqueda de puestos, cuando señalan que “debe quedar atrás el nepotismo, el amiguismo, el compadrazgo que se inmiscuye en los asuntos públicos, la asociación fuera de la norma ética y jurídica”.

Por supuesto que el Frente tiene muy claros sus objetivos, pero en ellos no hay espacio para la gente; por lo menos, no en este momento. Lo anterior hace criticable el nivel de discusión pública en Morelos ya que a nivel nacional somos el centro de un éxodo migrante, ataques de los capitales financieros y entramos a una nueva zona de incertidumbre económica. Y en todo ello, estamos totalmente ausentes.

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