/ jueves 9 de septiembre de 2021

El PAN: entre el VOX y los neopanistas

Apenas se ventilaban en los medios y en redes sociales los argumentos y cifras expuestos por AMLO en su tercer informe de gobierno, cuando estalló la noticia de la reunión en el Senado de la República entre legisladores del PAN y Santiago Abascal, dirigente del partido español de ultraderecha Vox, que culminó con la firma de un documento dirigido contra el fantasma del comunismo en México.

El documento –que incluyó inicialmente la firma de 15 de 29 senadores panistas-- se denomina Carta de Madrid, y abrió la oportunidad para que los grupos de ultraderecha mexicanos abrieran fuego verbal contra las instituciones democráticas del país, así como contra sus propios congéneres.

Vox es un partido político que enarbola en su programa propuestas contrarias al avance de las mujeres; adversario de la interrupción legal del embarazo, de la igualdad de género además de ser racistas, clasistas y enemigos de la inmigración extranjera. Plantea como estrategia geopolítica la integración de la Iberosfera, es decir, tiene pretensiones de dirigir los procesos políticos en el ámbito internacional de las culturas derivadas de la española, en América Latina en especial. Su propósito es convertirse en algo similar al Foro de Sao Paulo.

En México surgió de inmediato la protesta de varios senadores y diputados panistas, porque de manera abusiva Julen Rementería –coordinador de los senadores del blanquiazul—realizó la reunión en las instalaciones del Senado mexicano, convocó en nombre de la fracción senatorial de su partido y usó los recursos e instalaciones de uno de los poderes del Estado mexicano.

En medio del encendido debate, Héctor Larios, secretario general en funciones de presidente del PAN, suspendió a Christian Camacho, funcionario adscrito a la oficina de Rementería, por haber sido quien propuso la reunión con Abascal en el Senado. A partir de esta remoción, el debate adquirió niveles internacionales.

Agustín Lage, ideólogo argentino del movimiento de derecha, advirtió que en el PAN hay muchos “infiltrados de la izquierda”, quienes en realidad no comulgan con las ideas fundacionales del partido, y que es urgente la creación de un organismo político nuevo, que sostenga la verdad de los planteamientos de la auténtica doctrina del movimiento conservador.

Felipe Calderón, expanista y expresidente de la República, se deslindó de inmediato de esa postura, y acusó a la dirección del PAN de seguir cometiendo errores graves. Varios senadores y diputados albiazules se deslindaron e hicieron enérgicos reclamos a su directiva.

El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, comentó en sus conferencias matutinas que los panistas aparentan ser democráticos y republicanos, pero la firma del documento con Vox los había expuesto ante la opinión pública mexicana, por lo que debe considerárseles no solo conservadores sino casi fascistas.

Xóchitl Gálvez, senadora panista, expresó que “Con Vox ni a la esquina”, mientras Lily Téllez abjuró de su firma estampada en el documento y manifestó que había cometido dos errores, mostrando una foto suya con AMLO y otra con Abascal. Luego dijo que no le gustan los extremos, y que ella se ubica en el centro, sin racismo ni homofobias.

Santiago Abascal, por su lado, atacó a AMLO diciendo que no harían caso de personas que abrazan dictadores (en relación con la política exterior mexicana respecto a Cuba y Venezuela) y protegen delincuentes, suponemos que en relación con el saludo de AMLO a la madre de El Chapo Guzmán en Sinaloa. Por su lado, el presidente mexicano expresó que en este país hace tiempo no se aplica el Artículo 33 de la Constitución –que permite la expulsión inmediata-- a ningún extranjero aunque tenga opiniones contrarias a la política mexicana oficial.

En el fondo, los panistas involucrados inicialmente tuvieron la idea de presentar con bombo y platillo su alianza con la ultraderecha española, tratando de sacar raja política. Pero al ver las consecuencias de sus actos, los líderes negaron que fuera un asunto oficial, que tuviera algo que ver con ningún partido, y que solo estaban a favor del estado de derecho, la división de poderes, la propiedad privada y temas similares. Cuando a Rementería se le cuestionó si consideraban que el gobierno de AMLO es comunista, simplemente evadió la pregunta.

El asunto fue quedando claro a medida que avanzaban los días: Vox trató de extender la ideología de ultraderecha a México (o Méjico, como dice Abascal) no por la vía del trabajo de base, sino por medio de golpes efectistas de publicidad en la cúpula. En el fondo, los planteamientos de Vox son profundamente antimexicanos y contrarios a los intereses del pueblo.

El rechazo político fue generalizado, sobre todo por una parte de los legisladores panistas, ya que en este momento lo que menos les conviene es que se les confunda con los planteamientos de ultraderecha (misóginos y antifemeninos) en momentos que han tratado de encabezar algunas movilizaciones feministas, y sostienen una alianza electoral y legislativa con el PRI y con el PRD, partidos que de ninguna manera quieren verse involucrados con tamaños despropósitos. Aunque no falta entre los panistas quien haya propuesto deshacerse de toda la compañía liberal, así se pierdan las elecciones del 2024.

La línea divisoria entre tradicionales y neopanistas se ha convertido en una profunda brecha. Ante la falta de liderazgos propios, un sector del PAN ha escogido la opción de la derecha española. Esa voz tiene ecos en la profundidad de su origen, pero les puede significar su eliminación política del escenario nacional. México no es España, y aquí el pensamiento y tradiciones liberales son muy arraigados y profundos.

En fecha reciente, el portal Wikileaks publicó los nexos de Vox con el Yunque mexicano, y señaló el estrecho vínculo entre ambos. También es sabido que muchos legisladores albiazules pertenecen a la organización secreta del Yunque y son portadores de una ideología fundamentalista de derecha.

Vox es la tercera fuerza política dentro del parlamento español, donde cuenta con 52 diputados. Fue fundado en 2013 y es presidido por Santiago Abascal, de profunda raigambre de derecha. Vox fue formado por un conjunto de militantes radicales inconformes con Mariano Rajoy cuando estaba al frente del Partido Popular (PP), y ha sido siempre un grupo convencido de las bondades del sistema monárquico.

Apenas se ventilaban en los medios y en redes sociales los argumentos y cifras expuestos por AMLO en su tercer informe de gobierno, cuando estalló la noticia de la reunión en el Senado de la República entre legisladores del PAN y Santiago Abascal, dirigente del partido español de ultraderecha Vox, que culminó con la firma de un documento dirigido contra el fantasma del comunismo en México.

El documento –que incluyó inicialmente la firma de 15 de 29 senadores panistas-- se denomina Carta de Madrid, y abrió la oportunidad para que los grupos de ultraderecha mexicanos abrieran fuego verbal contra las instituciones democráticas del país, así como contra sus propios congéneres.

Vox es un partido político que enarbola en su programa propuestas contrarias al avance de las mujeres; adversario de la interrupción legal del embarazo, de la igualdad de género además de ser racistas, clasistas y enemigos de la inmigración extranjera. Plantea como estrategia geopolítica la integración de la Iberosfera, es decir, tiene pretensiones de dirigir los procesos políticos en el ámbito internacional de las culturas derivadas de la española, en América Latina en especial. Su propósito es convertirse en algo similar al Foro de Sao Paulo.

En México surgió de inmediato la protesta de varios senadores y diputados panistas, porque de manera abusiva Julen Rementería –coordinador de los senadores del blanquiazul—realizó la reunión en las instalaciones del Senado mexicano, convocó en nombre de la fracción senatorial de su partido y usó los recursos e instalaciones de uno de los poderes del Estado mexicano.

En medio del encendido debate, Héctor Larios, secretario general en funciones de presidente del PAN, suspendió a Christian Camacho, funcionario adscrito a la oficina de Rementería, por haber sido quien propuso la reunión con Abascal en el Senado. A partir de esta remoción, el debate adquirió niveles internacionales.

Agustín Lage, ideólogo argentino del movimiento de derecha, advirtió que en el PAN hay muchos “infiltrados de la izquierda”, quienes en realidad no comulgan con las ideas fundacionales del partido, y que es urgente la creación de un organismo político nuevo, que sostenga la verdad de los planteamientos de la auténtica doctrina del movimiento conservador.

Felipe Calderón, expanista y expresidente de la República, se deslindó de inmediato de esa postura, y acusó a la dirección del PAN de seguir cometiendo errores graves. Varios senadores y diputados albiazules se deslindaron e hicieron enérgicos reclamos a su directiva.

El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, comentó en sus conferencias matutinas que los panistas aparentan ser democráticos y republicanos, pero la firma del documento con Vox los había expuesto ante la opinión pública mexicana, por lo que debe considerárseles no solo conservadores sino casi fascistas.

Xóchitl Gálvez, senadora panista, expresó que “Con Vox ni a la esquina”, mientras Lily Téllez abjuró de su firma estampada en el documento y manifestó que había cometido dos errores, mostrando una foto suya con AMLO y otra con Abascal. Luego dijo que no le gustan los extremos, y que ella se ubica en el centro, sin racismo ni homofobias.

Santiago Abascal, por su lado, atacó a AMLO diciendo que no harían caso de personas que abrazan dictadores (en relación con la política exterior mexicana respecto a Cuba y Venezuela) y protegen delincuentes, suponemos que en relación con el saludo de AMLO a la madre de El Chapo Guzmán en Sinaloa. Por su lado, el presidente mexicano expresó que en este país hace tiempo no se aplica el Artículo 33 de la Constitución –que permite la expulsión inmediata-- a ningún extranjero aunque tenga opiniones contrarias a la política mexicana oficial.

En el fondo, los panistas involucrados inicialmente tuvieron la idea de presentar con bombo y platillo su alianza con la ultraderecha española, tratando de sacar raja política. Pero al ver las consecuencias de sus actos, los líderes negaron que fuera un asunto oficial, que tuviera algo que ver con ningún partido, y que solo estaban a favor del estado de derecho, la división de poderes, la propiedad privada y temas similares. Cuando a Rementería se le cuestionó si consideraban que el gobierno de AMLO es comunista, simplemente evadió la pregunta.

El asunto fue quedando claro a medida que avanzaban los días: Vox trató de extender la ideología de ultraderecha a México (o Méjico, como dice Abascal) no por la vía del trabajo de base, sino por medio de golpes efectistas de publicidad en la cúpula. En el fondo, los planteamientos de Vox son profundamente antimexicanos y contrarios a los intereses del pueblo.

El rechazo político fue generalizado, sobre todo por una parte de los legisladores panistas, ya que en este momento lo que menos les conviene es que se les confunda con los planteamientos de ultraderecha (misóginos y antifemeninos) en momentos que han tratado de encabezar algunas movilizaciones feministas, y sostienen una alianza electoral y legislativa con el PRI y con el PRD, partidos que de ninguna manera quieren verse involucrados con tamaños despropósitos. Aunque no falta entre los panistas quien haya propuesto deshacerse de toda la compañía liberal, así se pierdan las elecciones del 2024.

La línea divisoria entre tradicionales y neopanistas se ha convertido en una profunda brecha. Ante la falta de liderazgos propios, un sector del PAN ha escogido la opción de la derecha española. Esa voz tiene ecos en la profundidad de su origen, pero les puede significar su eliminación política del escenario nacional. México no es España, y aquí el pensamiento y tradiciones liberales son muy arraigados y profundos.

En fecha reciente, el portal Wikileaks publicó los nexos de Vox con el Yunque mexicano, y señaló el estrecho vínculo entre ambos. También es sabido que muchos legisladores albiazules pertenecen a la organización secreta del Yunque y son portadores de una ideología fundamentalista de derecha.

Vox es la tercera fuerza política dentro del parlamento español, donde cuenta con 52 diputados. Fue fundado en 2013 y es presidido por Santiago Abascal, de profunda raigambre de derecha. Vox fue formado por un conjunto de militantes radicales inconformes con Mariano Rajoy cuando estaba al frente del Partido Popular (PP), y ha sido siempre un grupo convencido de las bondades del sistema monárquico.