/ jueves 9 de mayo de 2019

El PND no reducirá la pobreza/ primera parte

Desde la presentación oficial del PND 2019-2024, el pasado 30 de abril, comenzaron las críticas y análisis entre la clase política, los académicos y comentaristas de los medios de comunicación. Señalaban lo inusual de los títulos, las nuevas formas de expresar sus contenidos, las graves omisiones temáticas, las extrañas valoraciones estratégicas e incluso, la supuesta diferencia entre dos áreas de gobierno que no pudieron coordinarse.

En términos generales, lo primero que debemos reconocer es que el Plan sí buscó dirigirse con un lenguaje distinto y con la plena intención de re-educarnos o aleccionarnos a partir de la ideología de la 4T; la cual no necesariamente debe ser considerada como ideología de izquierda, porque tiene múltiples contradicciones.

Siendo una nueva decisión lanzada por el ejecutivo (dejemos por un momento las otras grandes decisiones que le han generado críticas), el PND está quedando a deber por su forma y contenidos. Esto hace que surjan nuevas inconformidades, porque de antemano con este tipo de planeación se puede prospectar que no se alcanzarán los objetivos deseados por muy nobles que sean las intenciones del gobierno.

Al leer el primer documento nunca imaginé que las ideas y frases que se leían en programas de acción de los partidos políticos de izquierda, estuvieran finalmente recogidas en un documento institucional. El problema es que el sesgo discursivo y las variables explicativas usadas, muchas veces arrojan conclusiones excluyentes y poco objetivas.

Aunque la carga ideológica es menor en el segundo documento o anexo, sigue vigente esta característica que influye de alguna forma sobre los indicadores, objetivos y estrategias de política pública. La planeación es más clara en el anexo, pero desafortunadamente es muy limitada y no queda claro los criterios usados en la priorización.

En el caso del eje general de “Bienestar”, varios objetivos parecen no estar alineados con el indicador y lo que éste medirá, es decir, el diseño se observa disociado. Por ejemplo, se dice que se dará atención prioritaria a grupos históricamente discriminados, pero el indicador que medirá el cumplimiento de este objetivo sólo se refiere a las personas con discapacidad y a los indígenas, pero únicamente a los hablantes de una lengua no a los que se autoadscriben que son la mayoría.

Se establece como objetivo el garantizar el derecho a la educación, pero el único indicador que lo medirá es el de eficiencia del sistema educativo, el cual es insuficiente. Lo mismo ocurre con el derecho a la alimentación, cuyo objetivo se medirá entre otras cosas con el indicador de prevalencia de sobrepeso.

En la siguiente colaboración abordaré estas inconsistencias de forma más integral, por el momento era importante tener una aproximación general del nuevo PND.

Coincido con los argumentos de que es imposible tener cambios tangibles y profundos en tan sólo 5 meses; pero en el fondo, lo que nos ocurre como ciudadanía es una suerte de incomprensión ya no por los resultados esperados a mediano y largo plazo, sino porque los medios (y sus formas) para alcanzarlos no están siendo los más adecuados.

Podemos entender que los procesos de largo plazo llevarán su tiempo, pero no se comprende que las decisiones de corto plazo, como es el PND, no cumpla con las expectativas. En este caso, desde ahora adelanto que este tipo de plan será cumplido sin problemas, aunque sus resultados no correspondan con la realidad deseada ni con el propósito de reducir los indicadores de pobreza multidimensional.

Twitter/Facebook: @CzarArenas

Desde la presentación oficial del PND 2019-2024, el pasado 30 de abril, comenzaron las críticas y análisis entre la clase política, los académicos y comentaristas de los medios de comunicación. Señalaban lo inusual de los títulos, las nuevas formas de expresar sus contenidos, las graves omisiones temáticas, las extrañas valoraciones estratégicas e incluso, la supuesta diferencia entre dos áreas de gobierno que no pudieron coordinarse.

En términos generales, lo primero que debemos reconocer es que el Plan sí buscó dirigirse con un lenguaje distinto y con la plena intención de re-educarnos o aleccionarnos a partir de la ideología de la 4T; la cual no necesariamente debe ser considerada como ideología de izquierda, porque tiene múltiples contradicciones.

Siendo una nueva decisión lanzada por el ejecutivo (dejemos por un momento las otras grandes decisiones que le han generado críticas), el PND está quedando a deber por su forma y contenidos. Esto hace que surjan nuevas inconformidades, porque de antemano con este tipo de planeación se puede prospectar que no se alcanzarán los objetivos deseados por muy nobles que sean las intenciones del gobierno.

Al leer el primer documento nunca imaginé que las ideas y frases que se leían en programas de acción de los partidos políticos de izquierda, estuvieran finalmente recogidas en un documento institucional. El problema es que el sesgo discursivo y las variables explicativas usadas, muchas veces arrojan conclusiones excluyentes y poco objetivas.

Aunque la carga ideológica es menor en el segundo documento o anexo, sigue vigente esta característica que influye de alguna forma sobre los indicadores, objetivos y estrategias de política pública. La planeación es más clara en el anexo, pero desafortunadamente es muy limitada y no queda claro los criterios usados en la priorización.

En el caso del eje general de “Bienestar”, varios objetivos parecen no estar alineados con el indicador y lo que éste medirá, es decir, el diseño se observa disociado. Por ejemplo, se dice que se dará atención prioritaria a grupos históricamente discriminados, pero el indicador que medirá el cumplimiento de este objetivo sólo se refiere a las personas con discapacidad y a los indígenas, pero únicamente a los hablantes de una lengua no a los que se autoadscriben que son la mayoría.

Se establece como objetivo el garantizar el derecho a la educación, pero el único indicador que lo medirá es el de eficiencia del sistema educativo, el cual es insuficiente. Lo mismo ocurre con el derecho a la alimentación, cuyo objetivo se medirá entre otras cosas con el indicador de prevalencia de sobrepeso.

En la siguiente colaboración abordaré estas inconsistencias de forma más integral, por el momento era importante tener una aproximación general del nuevo PND.

Coincido con los argumentos de que es imposible tener cambios tangibles y profundos en tan sólo 5 meses; pero en el fondo, lo que nos ocurre como ciudadanía es una suerte de incomprensión ya no por los resultados esperados a mediano y largo plazo, sino porque los medios (y sus formas) para alcanzarlos no están siendo los más adecuados.

Podemos entender que los procesos de largo plazo llevarán su tiempo, pero no se comprende que las decisiones de corto plazo, como es el PND, no cumpla con las expectativas. En este caso, desde ahora adelanto que este tipo de plan será cumplido sin problemas, aunque sus resultados no correspondan con la realidad deseada ni con el propósito de reducir los indicadores de pobreza multidimensional.

Twitter/Facebook: @CzarArenas

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