/ miércoles 6 de octubre de 2021

El régimen político mexicano y el 68

El pasado sábado se conmemoró un año más de la matanza del 2 de octubre de 1968 a jóvenes estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, acción brutal con la cual el gobierno mexicano pretendió apagar el Movimiento Estudiantil de ese año.

Si bien es cierto lo que se recuerda más de ese movimiento social fue la masacre en Tlatelolco, dicho movimiento implicó una reacción de malestar por parte de muchos jóvenes estudiantes hacia el sistema político mexicano cuyo régimen de gobierno se sustentaba en dos grandes pilares: un partido político oficial (PRI) y un presidencialismo fuerte. Esta segunda estructura de poder implicaba que el presidente lo podía todo, siendo también jefe máximo de su partido político durante su sexenio.

Bajo dichas estructuras de poder, el malestar estudiantil respondía a un régimen autoritario en el que si bien es cierto se cimentó una estabilidad y un crecimiento de la economía, se caracterizaba por un hermetismo político donde la democracia era solo de apariencia, sabiendo que el gran elector era el presidente que elegía a su sucesor, generando un ambiente donde la pluralidad política estaba desdibujada.

Cabe señalar que el movimiento del 68 nació de una riña entre estudiantes de nivel medio superior que fue sofocada drásticamente por granaderos, siendo un ejemplo más de la intolerancia y represión por parte de las estructuras del poder político en México, y que fue motivo para que los estudiantes se manifestaran en el zócalo de la Ciudad de México en contra de un autoritarismo que no permitía crítica alguna, y donde nuevamente fueron reprimidos.

De tal forma que dicha inconformidad de los jóvenes dio pauta a la creación del Consejo Nacional de Huelga (CNH) que estaría conformado en un primer momento por personajes del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y también de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), las dos principales instituciones educativas para el desarrollo social del país, y que se fue nutriendo de representantes de otras instituciones educativas (tanto de universidades privadas como de otras entidades federativas), y que demandaría al gobierno una serie de puntos que conformarían un pliego petitorio que implicaba un respeto a las libertades y derechos civiles, aspectos que en todo democracia estarían garantizados sin ningún problema pero no así en los años sesenta en México.

El Movimiento Estudiantil iba creciendo convirtiéndose en un problema para el gobierno mexicano que emanaba de un proceso revolucionario y que buscaba legitimar su régimen ante la comunidad internacional con la XIX Olimpiada de la Era Moderna que se celebraría en la Ciudad de México en el mes de octubre de 1968, por lo que el 2 de octubre de ese año, a diez días de que se inauguraran los Juegos Olímpicos de México 68, los primeros celebrados en un país latinoamericano, de habla hispana y en vías de desarrollo, el gobierno de Díaz Ordaz cuyo secretario de gobernación era Luis Echeverría, echó mano dura a los estudiantes usando al ejército y a un grupo paramilitar llamado Batallón Olimpia, ambas siendo estructuras de represión del Estado.

No se sabe con exactitud el número de muertos y desaparecidos en la Plaza de las Tres Culturas, sin embargo, Díaz Ordaz expresó que no había pasado de 40 muertos entre soldados, alborotadores y curiosos, e inclusive, en El Sol de México en un encabezado del 3 de octubre se publicó: “Manos Extrañas se Empeñan en Desprestigiar a México. El Objetivo: Frustrar los XIX Juegos. Francotiradores Abrieron Fuego contra la Tropa en Tlatelolco. Heridos un General y 11 Militares; 2 Soldados y más de 20 civiles muertos en la peor refriega.” Lo cierto es que la cifra fue muy superior a lo manifestado oficialmente.

Podemos decir que el Movimiento Estudiantil de 1968 fue un paso importante para la construcción de la democracia mexicana en las siguientes décadas, ya que contribuyó a abrir el hermetismo político del régimen priista cuyo autoritarismo no correspondía a los cambios sociales que se estaban dando. Y ahora, a más 53 años de dicho movimiento, es importante que los jóvenes no se vean apáticos a los nuevos retos que demanda el contexto social y así romper con el México unidimensional que se acrecentó con el neoliberalismo.

El pasado sábado se conmemoró un año más de la matanza del 2 de octubre de 1968 a jóvenes estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, acción brutal con la cual el gobierno mexicano pretendió apagar el Movimiento Estudiantil de ese año.

Si bien es cierto lo que se recuerda más de ese movimiento social fue la masacre en Tlatelolco, dicho movimiento implicó una reacción de malestar por parte de muchos jóvenes estudiantes hacia el sistema político mexicano cuyo régimen de gobierno se sustentaba en dos grandes pilares: un partido político oficial (PRI) y un presidencialismo fuerte. Esta segunda estructura de poder implicaba que el presidente lo podía todo, siendo también jefe máximo de su partido político durante su sexenio.

Bajo dichas estructuras de poder, el malestar estudiantil respondía a un régimen autoritario en el que si bien es cierto se cimentó una estabilidad y un crecimiento de la economía, se caracterizaba por un hermetismo político donde la democracia era solo de apariencia, sabiendo que el gran elector era el presidente que elegía a su sucesor, generando un ambiente donde la pluralidad política estaba desdibujada.

Cabe señalar que el movimiento del 68 nació de una riña entre estudiantes de nivel medio superior que fue sofocada drásticamente por granaderos, siendo un ejemplo más de la intolerancia y represión por parte de las estructuras del poder político en México, y que fue motivo para que los estudiantes se manifestaran en el zócalo de la Ciudad de México en contra de un autoritarismo que no permitía crítica alguna, y donde nuevamente fueron reprimidos.

De tal forma que dicha inconformidad de los jóvenes dio pauta a la creación del Consejo Nacional de Huelga (CNH) que estaría conformado en un primer momento por personajes del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y también de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), las dos principales instituciones educativas para el desarrollo social del país, y que se fue nutriendo de representantes de otras instituciones educativas (tanto de universidades privadas como de otras entidades federativas), y que demandaría al gobierno una serie de puntos que conformarían un pliego petitorio que implicaba un respeto a las libertades y derechos civiles, aspectos que en todo democracia estarían garantizados sin ningún problema pero no así en los años sesenta en México.

El Movimiento Estudiantil iba creciendo convirtiéndose en un problema para el gobierno mexicano que emanaba de un proceso revolucionario y que buscaba legitimar su régimen ante la comunidad internacional con la XIX Olimpiada de la Era Moderna que se celebraría en la Ciudad de México en el mes de octubre de 1968, por lo que el 2 de octubre de ese año, a diez días de que se inauguraran los Juegos Olímpicos de México 68, los primeros celebrados en un país latinoamericano, de habla hispana y en vías de desarrollo, el gobierno de Díaz Ordaz cuyo secretario de gobernación era Luis Echeverría, echó mano dura a los estudiantes usando al ejército y a un grupo paramilitar llamado Batallón Olimpia, ambas siendo estructuras de represión del Estado.

No se sabe con exactitud el número de muertos y desaparecidos en la Plaza de las Tres Culturas, sin embargo, Díaz Ordaz expresó que no había pasado de 40 muertos entre soldados, alborotadores y curiosos, e inclusive, en El Sol de México en un encabezado del 3 de octubre se publicó: “Manos Extrañas se Empeñan en Desprestigiar a México. El Objetivo: Frustrar los XIX Juegos. Francotiradores Abrieron Fuego contra la Tropa en Tlatelolco. Heridos un General y 11 Militares; 2 Soldados y más de 20 civiles muertos en la peor refriega.” Lo cierto es que la cifra fue muy superior a lo manifestado oficialmente.

Podemos decir que el Movimiento Estudiantil de 1968 fue un paso importante para la construcción de la democracia mexicana en las siguientes décadas, ya que contribuyó a abrir el hermetismo político del régimen priista cuyo autoritarismo no correspondía a los cambios sociales que se estaban dando. Y ahora, a más 53 años de dicho movimiento, es importante que los jóvenes no se vean apáticos a los nuevos retos que demanda el contexto social y así romper con el México unidimensional que se acrecentó con el neoliberalismo.