/ jueves 23 de diciembre de 2021

El Tren Maya ¿Ecocidio o desarrollo?

Uno de los proyectos insignia de este sexenio es el Tren Maya (TM), el cual se pretende que tenga una extensión de más de 1500 km en la Península de Yucatán (PY). Esto con el fin de detonar la economía y el desarrollo de la región en beneficio de los más necesitados. Inicialmente el trazo está pensado en ocupar las vías ya existentes o bien al borde de las carreteras del lugar, con lo que se ocupará infraestructura aparentemente subutilizada; la idea es que este proyecto tenga un menor costo en su construcción y menor impacto ambiental. Esto de entrada, suena muy bien, sin embargo, en la realidad habrá que asegurarse de que así sea.

Pensar en la PY nos remite a la imponente cultura Maya, o a la paradisiaca Riviera Maya; pero también nos evoca a los grandes consorcios hoteleros y de desarrollo urbano que han proliferado por la región. Esto además trae problemas alternos, como: el cambio del uso del suelo, desplazamiento de la frontera agrícola, aumento en las concentraciones humanas, demanda de servicios, conflicto por la tierra, transculturización, y en general deterioro ambiental, entre otros.

Si bien es cierto que el TM plantea en principio un eje de desarrollo económico para una de las regiones que más ha sufrido abandono por parte de gobiernos anteriores, también es cierto que el remedio puede salir más caro que la enfermedad. Los efectos de esta obra deberán evaluarse a corto, mediano y largo plazo, ya que tiene diferentes implicaciones. De entrada, el hecho de modificar las condiciones físicas de cualquier sitio conlleva cierto impacto al ambiente. Incluso si esta obra se desarrolla sobre la misma vía ya establecida, como FONATUR lo asegura. Los mismos trabajos de rehabilitación de la vía, operación y las actividades humanas asociadas a este proceso ya representan alteraciones ambientales. Una vez en operación, es inevitable que los centros urbanos-rurales por dónde pase la obra sufrirán transformaciones, algunas para bien y otras para mal (especialmente para el ambiente). Finalmente, los alcances a largo plazo solo dependerán de la correcta operación de este proyecto; asimismo, se debe cumplir con la reglamentación establecida en materia ambiental, para no correr el riesgo de que esta zona sea altamente impactada por la urbanización. También debemos tomar en cuenta que tanto zonas silvestres como arqueológicas (sin excavar especialmente) desaparezcan o se deterioren.

Es un hecho que desde el inicio esta obra ha estado plagada de desinformación y declaraciones desafortunadas como la de Rogelio Jiménez Pons, director del Fondo Nacional de Fomento al Turismo y responsable de la obra: “para qué queremos jaguares gordos y niños famélicos en Yucatán”. Como si la conservación ambiental implicara forzosamente de la desnutrición de la población humana. O la actitud muy común que indica que “todos aquellos que se opongan al TM son opositores al pueblo y son neoliberales y conservadores.”

Hasta el momento no se ha hecho pública la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) aparentemente con el fundamento de que se va construir sobre las vías ya establecidas al lado de la carretera, y por lo tanto -automáticamente- no hay impacto ambiental adicional, supuestamente. Con este argumento también evitan proponer Medidas de Mitigación (MM) que toda obra de infraestructura requiere. Aunado a lo anterior, con el acuerdo -decreto- que califica a ésta y otras obras insignia del gobierno de México como un asunto de seguridad nacional. Con ello se pretende que se agilicen algunos trámites o se eviten otros, como la presentación de una MIA y sus respectivas MM.

Lo que también es un hecho es que a menudo existen ciertas actitudes que son relativamente extremistas y frecuentemente no se puede hacer nada, de acuerdo con su punto de vista, sin embargo, hacen muy poco en favor del ambiente. Por ello es necesario convocar a todos los sectores de la población y asesorarse con verdaderos expertos en cada tema, y que los procesos sean transparentes, llegando a acuerdos y comprometidos a cumplirlos por todas las partes involucradas. Con ello se puede “blindar” la viabilidad de un proyecto, esto provocará que el total de los actores se apropien de un proyecto para el beneficio de todos.

Es posible que el TM sea una realidad, nos guste o no, depende especialmente del gobierno que esta obra en realidad beneficie no sólo a los más pobres, sino que sea un detonante para el desarrollo de la región de una manera ordenada, amigable con el ambiente y que las próximas generaciones no destruyan el patrimonio biocultural de la PY. De esto depende que el TM sea un eje (o no) de desarrollo.

Uno de los proyectos insignia de este sexenio es el Tren Maya (TM), el cual se pretende que tenga una extensión de más de 1500 km en la Península de Yucatán (PY). Esto con el fin de detonar la economía y el desarrollo de la región en beneficio de los más necesitados. Inicialmente el trazo está pensado en ocupar las vías ya existentes o bien al borde de las carreteras del lugar, con lo que se ocupará infraestructura aparentemente subutilizada; la idea es que este proyecto tenga un menor costo en su construcción y menor impacto ambiental. Esto de entrada, suena muy bien, sin embargo, en la realidad habrá que asegurarse de que así sea.

Pensar en la PY nos remite a la imponente cultura Maya, o a la paradisiaca Riviera Maya; pero también nos evoca a los grandes consorcios hoteleros y de desarrollo urbano que han proliferado por la región. Esto además trae problemas alternos, como: el cambio del uso del suelo, desplazamiento de la frontera agrícola, aumento en las concentraciones humanas, demanda de servicios, conflicto por la tierra, transculturización, y en general deterioro ambiental, entre otros.

Si bien es cierto que el TM plantea en principio un eje de desarrollo económico para una de las regiones que más ha sufrido abandono por parte de gobiernos anteriores, también es cierto que el remedio puede salir más caro que la enfermedad. Los efectos de esta obra deberán evaluarse a corto, mediano y largo plazo, ya que tiene diferentes implicaciones. De entrada, el hecho de modificar las condiciones físicas de cualquier sitio conlleva cierto impacto al ambiente. Incluso si esta obra se desarrolla sobre la misma vía ya establecida, como FONATUR lo asegura. Los mismos trabajos de rehabilitación de la vía, operación y las actividades humanas asociadas a este proceso ya representan alteraciones ambientales. Una vez en operación, es inevitable que los centros urbanos-rurales por dónde pase la obra sufrirán transformaciones, algunas para bien y otras para mal (especialmente para el ambiente). Finalmente, los alcances a largo plazo solo dependerán de la correcta operación de este proyecto; asimismo, se debe cumplir con la reglamentación establecida en materia ambiental, para no correr el riesgo de que esta zona sea altamente impactada por la urbanización. También debemos tomar en cuenta que tanto zonas silvestres como arqueológicas (sin excavar especialmente) desaparezcan o se deterioren.

Es un hecho que desde el inicio esta obra ha estado plagada de desinformación y declaraciones desafortunadas como la de Rogelio Jiménez Pons, director del Fondo Nacional de Fomento al Turismo y responsable de la obra: “para qué queremos jaguares gordos y niños famélicos en Yucatán”. Como si la conservación ambiental implicara forzosamente de la desnutrición de la población humana. O la actitud muy común que indica que “todos aquellos que se opongan al TM son opositores al pueblo y son neoliberales y conservadores.”

Hasta el momento no se ha hecho pública la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) aparentemente con el fundamento de que se va construir sobre las vías ya establecidas al lado de la carretera, y por lo tanto -automáticamente- no hay impacto ambiental adicional, supuestamente. Con este argumento también evitan proponer Medidas de Mitigación (MM) que toda obra de infraestructura requiere. Aunado a lo anterior, con el acuerdo -decreto- que califica a ésta y otras obras insignia del gobierno de México como un asunto de seguridad nacional. Con ello se pretende que se agilicen algunos trámites o se eviten otros, como la presentación de una MIA y sus respectivas MM.

Lo que también es un hecho es que a menudo existen ciertas actitudes que son relativamente extremistas y frecuentemente no se puede hacer nada, de acuerdo con su punto de vista, sin embargo, hacen muy poco en favor del ambiente. Por ello es necesario convocar a todos los sectores de la población y asesorarse con verdaderos expertos en cada tema, y que los procesos sean transparentes, llegando a acuerdos y comprometidos a cumplirlos por todas las partes involucradas. Con ello se puede “blindar” la viabilidad de un proyecto, esto provocará que el total de los actores se apropien de un proyecto para el beneficio de todos.

Es posible que el TM sea una realidad, nos guste o no, depende especialmente del gobierno que esta obra en realidad beneficie no sólo a los más pobres, sino que sea un detonante para el desarrollo de la región de una manera ordenada, amigable con el ambiente y que las próximas generaciones no destruyan el patrimonio biocultural de la PY. De esto depende que el TM sea un eje (o no) de desarrollo.