/ martes 8 de enero de 2019

El verbo y el dragón…

Vivimos hoy en un estado curioso donde los políticos dicen que no pelearán mientras se atizan severos mamporros por encima de la mesa (porque eso de las patadas por abajo es de cobardes hipócritas).

La congruencia no es lo de nadie, según parece, en tanto todos dicen que se apoyarán, que no caerán en provocaciones, que se alejarán de las disputas verbales, al mismo tiempo que atizan a los notorios adversarios con epítetos y acusaciones múltiples.

Y aunque es el más ducho en esas lides, el alboroto no encuentra su origen en el hábil camorrero Cuauhtémoc Blanco, quien dice que ya se modera en esas cosas después de acicates discursivos a diestra y siniestra. De hecho, tendría que rastrearse la degradación de la política al gobierno de Graco Ramírez, al de Marco Adame, al de Sergio Estrada Cajigal, al nacimiento de una democracia cuyo único logro en Morelos –menuda clase política- ha sido acorrientar la práctica política y ofrecer algunas frasecillas divertidas y parcialmente generosas para el análisis del discurso. Porque de lengua se han comido ya muchos tacos, pero en términos de transformaciones reales, sensibles para la ciudadanía, de no ser por los programas federales y algunos esfuerzos ciudadanos y empresariales, Morelos estaría peor que hace 18 años.

Para efectos prácticos, una condición indispensable de la democracia es la libertad de expresión, pero no es la única. En tanto forma de gobierno, la democracia requiere de acciones que derivan de acuerdos construidos a través del diálogo; las acciones deben ser verificables, transparentes y tener la suficiente legitimidad para implementarse. En el estado parece sumamente difícil construir el segundo trecho, y dirán muchos que hubo gobernadores con congresos a modo, en lo que probablemente tengan razón, pero los congresos a modo lo han sido mayormente en tanto existen confabulaciones para el reordenamiento de los espacios de poder público o para la repartición de los beneficios derivados de ese poder.

Y aunque aparentemente a las audiencias les venía bastante bien el entretenimiento tejido a través de los insultos entre los poderosos (a lo mejor porque significaba que ese poder se ejercía plenamente en contra de otros poderosos y no sobre los ciudadanos), el desgaste que ha tenido esta tónica discursiva es evidente en tanto del cambio prometido no ha llegado nada concreto, evidente, de impacto entre los ciudadanos. En otras palabras, la ciudadanía ya no quiere pleitos, sino acciones de gobierno que permitan revertir la tendencia negativa que Morelos registra en prácticamente todos los indicadores de desarrollo en términos reales.

Y claro que lo sencillo es olvidarnos de la historia, del contexto, de la atmósfera y culpar de todo al mandatario que se hizo popular en la política por su tendencia a la bulla; pero Cuauhtémoc no es el único peleonero, hemos visto intrincados duelos verbales ya con alcaldes, diputados, dirigentes de partidos, ex candidatos, y los que se sumen, porque a final de cuentas hablar es fácil; y las acciones, los proyectos de desarrollo, la prospectiva, el arte de la política, no aparecen por ningún lado. Mientras tanto, Morelos sigue erosionándose y no hay quien siquiera parezca darle mantenimiento en lo más elemental, lo más sencillo parece ser continuar atizando el fuego, alimentando los enconitos para que se vuelvan pronto enconotes y haya pretextos enormes en cada rendición de cuentas. Hablar fuerte y mal de los otros no debe servir para eximir a nadie de sus responsabilidades.

¿Se van a llevar pesado? Pues aguántense y pónganse a trabajar.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Vivimos hoy en un estado curioso donde los políticos dicen que no pelearán mientras se atizan severos mamporros por encima de la mesa (porque eso de las patadas por abajo es de cobardes hipócritas).

La congruencia no es lo de nadie, según parece, en tanto todos dicen que se apoyarán, que no caerán en provocaciones, que se alejarán de las disputas verbales, al mismo tiempo que atizan a los notorios adversarios con epítetos y acusaciones múltiples.

Y aunque es el más ducho en esas lides, el alboroto no encuentra su origen en el hábil camorrero Cuauhtémoc Blanco, quien dice que ya se modera en esas cosas después de acicates discursivos a diestra y siniestra. De hecho, tendría que rastrearse la degradación de la política al gobierno de Graco Ramírez, al de Marco Adame, al de Sergio Estrada Cajigal, al nacimiento de una democracia cuyo único logro en Morelos –menuda clase política- ha sido acorrientar la práctica política y ofrecer algunas frasecillas divertidas y parcialmente generosas para el análisis del discurso. Porque de lengua se han comido ya muchos tacos, pero en términos de transformaciones reales, sensibles para la ciudadanía, de no ser por los programas federales y algunos esfuerzos ciudadanos y empresariales, Morelos estaría peor que hace 18 años.

Para efectos prácticos, una condición indispensable de la democracia es la libertad de expresión, pero no es la única. En tanto forma de gobierno, la democracia requiere de acciones que derivan de acuerdos construidos a través del diálogo; las acciones deben ser verificables, transparentes y tener la suficiente legitimidad para implementarse. En el estado parece sumamente difícil construir el segundo trecho, y dirán muchos que hubo gobernadores con congresos a modo, en lo que probablemente tengan razón, pero los congresos a modo lo han sido mayormente en tanto existen confabulaciones para el reordenamiento de los espacios de poder público o para la repartición de los beneficios derivados de ese poder.

Y aunque aparentemente a las audiencias les venía bastante bien el entretenimiento tejido a través de los insultos entre los poderosos (a lo mejor porque significaba que ese poder se ejercía plenamente en contra de otros poderosos y no sobre los ciudadanos), el desgaste que ha tenido esta tónica discursiva es evidente en tanto del cambio prometido no ha llegado nada concreto, evidente, de impacto entre los ciudadanos. En otras palabras, la ciudadanía ya no quiere pleitos, sino acciones de gobierno que permitan revertir la tendencia negativa que Morelos registra en prácticamente todos los indicadores de desarrollo en términos reales.

Y claro que lo sencillo es olvidarnos de la historia, del contexto, de la atmósfera y culpar de todo al mandatario que se hizo popular en la política por su tendencia a la bulla; pero Cuauhtémoc no es el único peleonero, hemos visto intrincados duelos verbales ya con alcaldes, diputados, dirigentes de partidos, ex candidatos, y los que se sumen, porque a final de cuentas hablar es fácil; y las acciones, los proyectos de desarrollo, la prospectiva, el arte de la política, no aparecen por ningún lado. Mientras tanto, Morelos sigue erosionándose y no hay quien siquiera parezca darle mantenimiento en lo más elemental, lo más sencillo parece ser continuar atizando el fuego, alimentando los enconitos para que se vuelvan pronto enconotes y haya pretextos enormes en cada rendición de cuentas. Hablar fuerte y mal de los otros no debe servir para eximir a nadie de sus responsabilidades.

¿Se van a llevar pesado? Pues aguántense y pónganse a trabajar.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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