/ martes 23 de julio de 2019

Es la informalidad… y la recesión

“Es la informalidad, Daniel”, me dice un buen amigo empresario para discutir sobre la entrega de ayer en que exponíamos los problemas de pérdida de empleo en Morelos que llega a 4,305 en el primer semestre del año.

Mi fuente asegura que la modificación en los paradigmas laborales en la primera parte del siglo XXI, han hecho que muchos jóvenes adultos prefieran la informalidad que les permite algunas libertades aunque anula la seguridad laboral.

Darle crédito a esa versión significaría admitir que no sólo los 4,305 titulares de empleos fugados sino los otros miles que no se han creado (ya sería por innecesarios), corresponden a espacios informales nuevos (lo que es resultaría admisible), por una generación que ha decidido no trabajar bajo las órdenes de un patrón y dedicarse, no a emprender negocios generadores de otros empleos, sino a ser freelance –una de esas modas millennial que destruyen al mundo como lo conocemos. Sin creer en absolutos, concedamos que parte de eso es cierto y quienes han optado por la libre dedicación, tendríamos que considerar los motivos por los que han decidido alejarse de la formalidad y protección de los empleos tradicionales y acogerse a formatos laborales que ofrecen muy pocos o nulos beneficios materiales.

Entre las primeras razones estaría la cuestión salarial, los sueldos en Morelos son extraordinariamente bajos (lo mismo que la productividad 113 pesos por hora trabajada). Este factor desalienta a cualquiera. Trabajar ocho horas diarias por seis días a la semana para ganar menos de 10 mil pesos es absurdo para muchos que prefieren entonces vender cosas o alquilarse temporalmente por cantidades similares, aunque no se tenga seguridad social, prestaciones laborales, ni otros beneficios comúnmente asociados con los empleos formales. El problema con este grupo, en caso de que realmente exista es que, al igual que el comercio ambulante, sigue siendo informal, por lo que no tributa –o lo hace poco- y tampoco contribuye al crecimiento económico de la entidad. En todo caso son informales de lujo, con licenciaturas, maestrías y doctorados algunos de ellos, pero igual de informales que un puesto callejero.

Concedamos, para efectos prácticos que una parte de los empleos que han dejado de generarse correspondan al grupo de personas que prefieren trabajar por su cuenta en la informalidad; se sigue tratando de un problema mayor en tanto contribuyen al deterioro de la economía regional al no tributar, recibir menores salarios, no contribuir con los sistemas de seguridad social, atención médica pública, ahorro para el retiro, y por si fuera poco, favorecen la prevalencia de bajos salarios al abaratar el trabajo formal por un fenómeno de oferta y demanda. Los informales por decisión propia afectan tanto a la economía como aquellos que fueron orillados por la otra condición particular de la economía morelense que mi amigo empresario pretende ignorar: frente a la innegable contracción del consumo, viene un freno también a la producción que impide entonces crear empleos.

Esta parte parece mucho más grave que la informalidad, en tanto el decrecimiento de 4% en la actividad económica estatal durante 2018, ha significado el cierre de negocios que generan una cadena de calamidades para el consumo, la producción y el empleo. Una caída de 4 por ciento ha significado, por lo pronto, que más de 4 mil empleos formales que existían en la entidad de hayan cancelado en el último semestre y en todo caso, haya 4 mil personas más trabajando en la informalidad porque la gente debe comer todos los días. Impulsar el consumo de productos locales parece una alternativa urgente pues si bien se entiende que hay una tendencia nacional de baja creación de empleos, Morelos es el segundo estado más lejano de su meta en este rubro. Aparentemente, somos el perro más flaco.

Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

“Es la informalidad, Daniel”, me dice un buen amigo empresario para discutir sobre la entrega de ayer en que exponíamos los problemas de pérdida de empleo en Morelos que llega a 4,305 en el primer semestre del año.

Mi fuente asegura que la modificación en los paradigmas laborales en la primera parte del siglo XXI, han hecho que muchos jóvenes adultos prefieran la informalidad que les permite algunas libertades aunque anula la seguridad laboral.

Darle crédito a esa versión significaría admitir que no sólo los 4,305 titulares de empleos fugados sino los otros miles que no se han creado (ya sería por innecesarios), corresponden a espacios informales nuevos (lo que es resultaría admisible), por una generación que ha decidido no trabajar bajo las órdenes de un patrón y dedicarse, no a emprender negocios generadores de otros empleos, sino a ser freelance –una de esas modas millennial que destruyen al mundo como lo conocemos. Sin creer en absolutos, concedamos que parte de eso es cierto y quienes han optado por la libre dedicación, tendríamos que considerar los motivos por los que han decidido alejarse de la formalidad y protección de los empleos tradicionales y acogerse a formatos laborales que ofrecen muy pocos o nulos beneficios materiales.

Entre las primeras razones estaría la cuestión salarial, los sueldos en Morelos son extraordinariamente bajos (lo mismo que la productividad 113 pesos por hora trabajada). Este factor desalienta a cualquiera. Trabajar ocho horas diarias por seis días a la semana para ganar menos de 10 mil pesos es absurdo para muchos que prefieren entonces vender cosas o alquilarse temporalmente por cantidades similares, aunque no se tenga seguridad social, prestaciones laborales, ni otros beneficios comúnmente asociados con los empleos formales. El problema con este grupo, en caso de que realmente exista es que, al igual que el comercio ambulante, sigue siendo informal, por lo que no tributa –o lo hace poco- y tampoco contribuye al crecimiento económico de la entidad. En todo caso son informales de lujo, con licenciaturas, maestrías y doctorados algunos de ellos, pero igual de informales que un puesto callejero.

Concedamos, para efectos prácticos que una parte de los empleos que han dejado de generarse correspondan al grupo de personas que prefieren trabajar por su cuenta en la informalidad; se sigue tratando de un problema mayor en tanto contribuyen al deterioro de la economía regional al no tributar, recibir menores salarios, no contribuir con los sistemas de seguridad social, atención médica pública, ahorro para el retiro, y por si fuera poco, favorecen la prevalencia de bajos salarios al abaratar el trabajo formal por un fenómeno de oferta y demanda. Los informales por decisión propia afectan tanto a la economía como aquellos que fueron orillados por la otra condición particular de la economía morelense que mi amigo empresario pretende ignorar: frente a la innegable contracción del consumo, viene un freno también a la producción que impide entonces crear empleos.

Esta parte parece mucho más grave que la informalidad, en tanto el decrecimiento de 4% en la actividad económica estatal durante 2018, ha significado el cierre de negocios que generan una cadena de calamidades para el consumo, la producción y el empleo. Una caída de 4 por ciento ha significado, por lo pronto, que más de 4 mil empleos formales que existían en la entidad de hayan cancelado en el último semestre y en todo caso, haya 4 mil personas más trabajando en la informalidad porque la gente debe comer todos los días. Impulsar el consumo de productos locales parece una alternativa urgente pues si bien se entiende que hay una tendencia nacional de baja creación de empleos, Morelos es el segundo estado más lejano de su meta en este rubro. Aparentemente, somos el perro más flaco.

Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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