/ jueves 23 de junio de 2022

Cazadores de bacterias

“La ciencia es la clave de nuestro futuro y si tú no crees en la ciencia, entonces nos estás reteniendo a todos hacia atrás”, afirmó el educador de ciencia americano e ingeniero mecánico, Bill Nye.

Es evidente que sin la ciencia, el hombre no hubiese encontrado respuestas y métodos para interpretar los fenómenos naturales, sociales y artificiales.

Más aún, sin la observación, experimentación, y en especial sin la visión del médico y bacteriólogo alemán, Friedrich Johannes Löeffler, hoy no existirían vacunas para diversos virus que se estudian en el Instituto de Virología, ubicado en Riems, una isla en la bahía de Greifswald, al noroeste de Alemania.

Fue este hombre de ciencia quien cimentó el instituto de virología más antiguo del mundo, el Instituto Friedrich Löeffler, único en Europa y uno de los pocos laboratorios que se encargan de investigar con animales grandes para descubrir nuevas vías de transmisión.

Debido al peligro que implica tratar con una variedad de bacterias y gérmenes letales que no deben salir del laboratorio bajo ninguna circunstancia, este lugar está situado en una isla lejana, la cual, hasta hoy cubre con las condiciones de alta seguridad.

Todo comenzó cuando a finales del siglo XIX, una plaga llegó a las granjas de Alemania. Se trataba de la conocida fiebre aftosa. Cientos de vacas y cerdos murieron de esta enfermedad en ese entonces estipulada como misteriosa, pues se desconocía la causa.

A raíz del padecimiento que presentaron los cerdos, en 1897, el gobierno prusiano encargó la investigación al virólogo Friedrich Löeffler quien se empeñó en encontrar una cura para este mal, realizando diversos experimentos. Solo que sus pruebas no pudieron contener que se propagara entre las granjas vecinas, por lo que el gobierno detuvo el trabajo de indagación del virólogo.

Pero, la obstinación de Löeffler era gigantesca. Y el científico buscó un sitio aislado para asegurar que sus experimentos llegaran hasta las últimas consecuencias. Instante en el que llega a la isla de Riems, en el mar Báltico, edificando un laboratorio y un establo. Ahí, totalmente retirado estudió a profundidad de este terrible mal.

Ya en los 30´s se sumaron nuevas enfermedades en animales de granja como la gripe aviaria o la peste porcina clásica.

Empero, la primera vacuna contra la fiebre aftosa se consiguió hasta finales de los años treinta. Aunque, pese a este gran avance, continuaron brotes de la enfermedad después de la segunda guerra mundial.

Interesante sería precisar que en 1950, la República Democrática Alemana fue el primer país que introdujo la vacunación obligatoria contra el virus, a partir de esta decisión, la nación germana ha permanecido durante tres décadas sin registrar nuevos casos, mientras que en Francia ocurrieron nuevos brotes en 2012.

De ahí, la importancia del blindaje en contener nuevas enfermedades. Lo cual es sumamente indispensable. Las políticas sanitarias también son vitales para evitar contagios multitudinarios, además de evitar que las sociedades y sus economías sufran los estragos por no establecer candados.

// Descubrir nuevas vías de transmisión //

En la isla de Riems se investigan virus de otras partes del mundo, pues los patógenos se han convertido en trotamundos.

Se analizan 80 enfermedades de animales diferentes, incluyendo las que se consideran los patógenos que exigen un alto nivel de seguridad.

Tal es el caso de la peste porcina africana (PPA), que surgió en 2020 en Alemania y Polonia, de pronto aparecieron jabalíes muertos y desperdigando este virus, resaltando que no es peligroso para los humanos, de acuerdo a los especialistas.

En África, ataca a los jabalíes a través de una garrapata y de estos pasa a los cerdos domésticos, los animales se contagian por contacto directo. Entonces surge la imperante probabilidad de que el hombre fue quien jugó un papel decisivo en la propagación por Europa, pues el patógeno viaja con la comida, la carne de cerdo procesada sigue siendo infecciosa por meses.

Luego, la peste porcina africana llegó a Brandeburgo y dos meses más tarde, a Sajonia.

En Alemania, existe el riesgo de que llegue a las granjas de cerdos, y un brote de esa magnitud sería una catástrofe económica para esta potencia, considerado además como el tercer productor de carne porcina en el mundo

// La globalización puerta de nuevos patógenos //

La nueva pandemia del coronavirus (Sars Cov 2) ha costado la vida de millones de personas, cientos de millones se han infectado con el agente patógeno. Científicos aluden que es muy probable que este virus provenga de los murciélagos, que saltó a los humanos a través de un intermediario animal.

Somos los humanos quienes creamos las condiciones idóneas para que los virus se transmitan de los animales a los humanos, al interferir en los procesos naturales.

Es un hecho, la destrucción del hábitat y la pérdida de la biodiversidad, son factores predominantes para la expansión de nuevos patógenos

El cambio climático y la globalización ha permitido la aparición de nuevos patógenos como por ejemplo el virus del Nilo occidental, que es trasmitido por un mosquito.

Ahora bien, el Instituto Friedrich Löeffler está examinando varias rutas de transmisión a alta presión del nuevo coronavirus, utilizando diversas especies de animales como pollos, cerdos, murciélagos y hurones.

Según datos de la publicación internacional Eurocarne, ni los cerdos, ni las gallinas fueron afectados por el virus. Como consecuencia, todavía no hay evidencia científica de que el coronavirus se transmita de humanos a cerdos y viceversa.

“La ciencia es la clave de nuestro futuro y si tú no crees en la ciencia, entonces nos estás reteniendo a todos hacia atrás”, afirmó el educador de ciencia americano e ingeniero mecánico, Bill Nye.

Es evidente que sin la ciencia, el hombre no hubiese encontrado respuestas y métodos para interpretar los fenómenos naturales, sociales y artificiales.

Más aún, sin la observación, experimentación, y en especial sin la visión del médico y bacteriólogo alemán, Friedrich Johannes Löeffler, hoy no existirían vacunas para diversos virus que se estudian en el Instituto de Virología, ubicado en Riems, una isla en la bahía de Greifswald, al noroeste de Alemania.

Fue este hombre de ciencia quien cimentó el instituto de virología más antiguo del mundo, el Instituto Friedrich Löeffler, único en Europa y uno de los pocos laboratorios que se encargan de investigar con animales grandes para descubrir nuevas vías de transmisión.

Debido al peligro que implica tratar con una variedad de bacterias y gérmenes letales que no deben salir del laboratorio bajo ninguna circunstancia, este lugar está situado en una isla lejana, la cual, hasta hoy cubre con las condiciones de alta seguridad.

Todo comenzó cuando a finales del siglo XIX, una plaga llegó a las granjas de Alemania. Se trataba de la conocida fiebre aftosa. Cientos de vacas y cerdos murieron de esta enfermedad en ese entonces estipulada como misteriosa, pues se desconocía la causa.

A raíz del padecimiento que presentaron los cerdos, en 1897, el gobierno prusiano encargó la investigación al virólogo Friedrich Löeffler quien se empeñó en encontrar una cura para este mal, realizando diversos experimentos. Solo que sus pruebas no pudieron contener que se propagara entre las granjas vecinas, por lo que el gobierno detuvo el trabajo de indagación del virólogo.

Pero, la obstinación de Löeffler era gigantesca. Y el científico buscó un sitio aislado para asegurar que sus experimentos llegaran hasta las últimas consecuencias. Instante en el que llega a la isla de Riems, en el mar Báltico, edificando un laboratorio y un establo. Ahí, totalmente retirado estudió a profundidad de este terrible mal.

Ya en los 30´s se sumaron nuevas enfermedades en animales de granja como la gripe aviaria o la peste porcina clásica.

Empero, la primera vacuna contra la fiebre aftosa se consiguió hasta finales de los años treinta. Aunque, pese a este gran avance, continuaron brotes de la enfermedad después de la segunda guerra mundial.

Interesante sería precisar que en 1950, la República Democrática Alemana fue el primer país que introdujo la vacunación obligatoria contra el virus, a partir de esta decisión, la nación germana ha permanecido durante tres décadas sin registrar nuevos casos, mientras que en Francia ocurrieron nuevos brotes en 2012.

De ahí, la importancia del blindaje en contener nuevas enfermedades. Lo cual es sumamente indispensable. Las políticas sanitarias también son vitales para evitar contagios multitudinarios, además de evitar que las sociedades y sus economías sufran los estragos por no establecer candados.

// Descubrir nuevas vías de transmisión //

En la isla de Riems se investigan virus de otras partes del mundo, pues los patógenos se han convertido en trotamundos.

Se analizan 80 enfermedades de animales diferentes, incluyendo las que se consideran los patógenos que exigen un alto nivel de seguridad.

Tal es el caso de la peste porcina africana (PPA), que surgió en 2020 en Alemania y Polonia, de pronto aparecieron jabalíes muertos y desperdigando este virus, resaltando que no es peligroso para los humanos, de acuerdo a los especialistas.

En África, ataca a los jabalíes a través de una garrapata y de estos pasa a los cerdos domésticos, los animales se contagian por contacto directo. Entonces surge la imperante probabilidad de que el hombre fue quien jugó un papel decisivo en la propagación por Europa, pues el patógeno viaja con la comida, la carne de cerdo procesada sigue siendo infecciosa por meses.

Luego, la peste porcina africana llegó a Brandeburgo y dos meses más tarde, a Sajonia.

En Alemania, existe el riesgo de que llegue a las granjas de cerdos, y un brote de esa magnitud sería una catástrofe económica para esta potencia, considerado además como el tercer productor de carne porcina en el mundo

// La globalización puerta de nuevos patógenos //

La nueva pandemia del coronavirus (Sars Cov 2) ha costado la vida de millones de personas, cientos de millones se han infectado con el agente patógeno. Científicos aluden que es muy probable que este virus provenga de los murciélagos, que saltó a los humanos a través de un intermediario animal.

Somos los humanos quienes creamos las condiciones idóneas para que los virus se transmitan de los animales a los humanos, al interferir en los procesos naturales.

Es un hecho, la destrucción del hábitat y la pérdida de la biodiversidad, son factores predominantes para la expansión de nuevos patógenos

El cambio climático y la globalización ha permitido la aparición de nuevos patógenos como por ejemplo el virus del Nilo occidental, que es trasmitido por un mosquito.

Ahora bien, el Instituto Friedrich Löeffler está examinando varias rutas de transmisión a alta presión del nuevo coronavirus, utilizando diversas especies de animales como pollos, cerdos, murciélagos y hurones.

Según datos de la publicación internacional Eurocarne, ni los cerdos, ni las gallinas fueron afectados por el virus. Como consecuencia, todavía no hay evidencia científica de que el coronavirus se transmita de humanos a cerdos y viceversa.