/ jueves 5 de septiembre de 2019

Fe combativa

Diócesis de Cuernavaca

Dedico esta meditación a todas aquellas experiencias que han sacudido nuestra paz y la seguridad de nuestro llamado, aquellas que nos han turbado el corazón y por supuesto las caídas y vacilaciones que nos han mostrado lo frágiles y débiles que podemos ser frente a nuestro pecado. Por esas noches oscuras en las que padecemos la paradoja “ausencia de Dios”

Papa Francisco al Episcopado Mexicano.

Hace tiempo que te despediste de los tuyos y de la tierra que sintió tus pisadas, del aire que te soplaba las palabras que recibías de lo Alto, de esa agua del río Jordán que abrió los cielos; hace tiempo que te despediste de los tuyos.

Ahora, después de tanto tiempo, al igual que los tuyos te insistimos en preguntarte a ti humilde maestro “¿cómo pues, podemos saber el camino?” Te preguntamos con tal insistencia y abrumadora preocupación, porque aún parece ser, que no sabemos a dónde vas. Sí, como puedes ver en cada uno de los que estamos aquí, te seguimos desde hace tiempo, con historias ordinarias y no tanto, pero tal vez, no cómo tú desearías.

Allí está el joven nazareno con los suyos, tratando de explicar su partida, pero ahora como en bastantes ocasiones más, ha notado en cada uno de ellos cómo aún suele pesar sus “mentes embotadas” frente a la voluntad de Dios. Pero el nazareno sigue confiando en nosotros, nos sigue reuniendo, explicando las palabras del Padre, invitándonos a sumarnos a su proyecto.

Estando ya reunidos, y al posar su mirada que transparenta nuestros corazones, sabe de nosotros. Frente a él, nos damos cuenta que por más que ocultemos nuestras oscuridades, el ungido por el espíritu de Dios, sabe bien quién soy y cómo se encuentra mi corazón. Conoce bien las turbaciones de mi corazón. No hay duda que el Nazareno conoce bien nuestras búsquedas y necesidades; sin embargo, por falta de confianza y firmeza en él, terminamos mendigando nuestras búsquedas.

¿A dónde vamos? es más bien la pregunta que está debajo de este reclamo. Al leer las palabras de Felipe, hemos de leer reclamos y los miedos que aún están debajo; ver nuestras inseguridades, incertidumbres, autosuficiencia. Esta honestidad de Felipe nos ayuda a ver qué hay detrás de nuestros reclamos. Esperemos que estas palabras, hoy sean para cada uno de nosotros, el aguijón espiritual que pulse nuestra carnalidad existencial, para que siempre estemos en una constante revisión de nuestro caminar con el Hijo de María.

La fe en estos momentos, debe ser combativa, en constante búsqueda de las necesidades interiores para saber leer mejor la realidad y poder responder de manera asertiva a los constantes conflictos de la vida. Sentir la ausencia de Dios, es una invitación a conectar con los deseos profundos del corazón humano, y allí encontrarlo.

Dedico esta meditación a todas aquellas experiencias que han sacudido nuestra paz y la seguridad de nuestro llamado, aquellas que nos han turbado el corazón y por supuesto las caídas y vacilaciones que nos han mostrado lo frágiles y débiles que podemos ser frente a nuestro pecado. Por esas noches oscuras en las que padecemos la paradoja “ausencia de Dios”

Papa Francisco al Episcopado Mexicano.

Hace tiempo que te despediste de los tuyos y de la tierra que sintió tus pisadas, del aire que te soplaba las palabras que recibías de lo Alto, de esa agua del río Jordán que abrió los cielos; hace tiempo que te despediste de los tuyos.

Ahora, después de tanto tiempo, al igual que los tuyos te insistimos en preguntarte a ti humilde maestro “¿cómo pues, podemos saber el camino?” Te preguntamos con tal insistencia y abrumadora preocupación, porque aún parece ser, que no sabemos a dónde vas. Sí, como puedes ver en cada uno de los que estamos aquí, te seguimos desde hace tiempo, con historias ordinarias y no tanto, pero tal vez, no cómo tú desearías.

Allí está el joven nazareno con los suyos, tratando de explicar su partida, pero ahora como en bastantes ocasiones más, ha notado en cada uno de ellos cómo aún suele pesar sus “mentes embotadas” frente a la voluntad de Dios. Pero el nazareno sigue confiando en nosotros, nos sigue reuniendo, explicando las palabras del Padre, invitándonos a sumarnos a su proyecto.

Estando ya reunidos, y al posar su mirada que transparenta nuestros corazones, sabe de nosotros. Frente a él, nos damos cuenta que por más que ocultemos nuestras oscuridades, el ungido por el espíritu de Dios, sabe bien quién soy y cómo se encuentra mi corazón. Conoce bien las turbaciones de mi corazón. No hay duda que el Nazareno conoce bien nuestras búsquedas y necesidades; sin embargo, por falta de confianza y firmeza en él, terminamos mendigando nuestras búsquedas.

¿A dónde vamos? es más bien la pregunta que está debajo de este reclamo. Al leer las palabras de Felipe, hemos de leer reclamos y los miedos que aún están debajo; ver nuestras inseguridades, incertidumbres, autosuficiencia. Esta honestidad de Felipe nos ayuda a ver qué hay detrás de nuestros reclamos. Esperemos que estas palabras, hoy sean para cada uno de nosotros, el aguijón espiritual que pulse nuestra carnalidad existencial, para que siempre estemos en una constante revisión de nuestro caminar con el Hijo de María.

La fe en estos momentos, debe ser combativa, en constante búsqueda de las necesidades interiores para saber leer mejor la realidad y poder responder de manera asertiva a los constantes conflictos de la vida. Sentir la ausencia de Dios, es una invitación a conectar con los deseos profundos del corazón humano, y allí encontrarlo.

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