/ martes 13 de julio de 2021

Frida Kahlo: ausencia y presencia

Muerte y vida. Felicidad y dolor. Fidelidad y traición. Tan llena de contrastes, Frida Kahlo esparció sobre un lienzo repleto de colores y texturas cada etapa de su vida, sin dejar a un lado sus raíces mexicanas.

Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón, conocida mejor como Frida Kahlo, siempre utilizaba generosas cantidades de pintura espesa. Y tal vez, esto era lo que le daba vida a sus obras. Ella destacó en el arte por su originalidad, empleo de elementos simbólicos y la observancia de la estética popular mexicana.

A pesar de haber sido catalogada como una surrealista, Kahlo opinaba que sus pinturas no eran producto de sus sueños, sino más bien, eran el resultado de su vida misma. Haciendo de ellas, un encuentro entre la fantasía y el realismo.

Cuántos libros, revistas, publicaciones, películas, fotografías, posters, postales, lugares, y un sinfín de museos y restaurantes llevan su nombre. Y así podría mencionar una larga lista de artículos en donde México mantiene presente la presencia de Frida.

Ella dejó una huella difícil de borrar. En la cultura, en el medio social e ideológico. Frida es presencia histórica. Es un antes y después. Y sin temor a equivocarme, es el mejor referente artístico que tiene nuestro país en el extranjero.

Coyoacán. La casa Azul. Oaxaca. El folclor. La vestimenta de tehuana, los collares, peinetas y todo lo que ella representa es sinónimo de mexicanidad y arte. Todo ello es la suma de Frida.

Su alocada vida marital con el muralista Diego Rivera fue admirada y criticada a su vez por la esfera intelectual, debido a los constantes claroscuros entre los que sucumbió su relación. Al fin y al cabo, el último amor con quién pasó sus últimos días fue con “el elefante”, sobrenombre con el que se identificaba a Rivera.

Frida, la niña que a los seis años se enfermó de poliomielitis, provocándole que su pierna derecha quedara más corta.

Ella la que solía expresar y sentirse como “la persona más extraña del mundo”, la mujer que siempre estuvo en medio de catástrofes. Protagonista principal del accidente que la dejó rota de por vida.

Empero, sin esa eventualidad ella no hubiese descubierto que el dolor también toca fibras que brotan y salpican en el arte. En este caso, en sus pinturas.

La inmovilidad que ocasionó ese incidente la volcaron a que se autoreflejara en cada cuadro. Se recreaba una y otra vez. La fractura interna y la catarsis que sufría la llevaron a pintarse así misma.

Frida, la mujer que no cumplió el sueño de convertirse en madre. Las secuelas de aquel episodio y la serie de cirugías a las que constantemente estuvo sometida, impidieron que pudiera concebir un hijo.

Frida la de numerosos amoríos con hombres y mujeres. Repertorio amplio en el que destacan personajes de renombre como: Trotski, Chavela Vargas, Jaqueline Lamba (esposa de André Bretón), Nickolas Muray, el escultor Isamo Noguchi e incluso con la fotógrafa Tina Modotti.

Ella, la pintora que recreó a “Las dos Fridas” en 1939, postulando así a dos mujeres distintas que configuraban en un mismo ser.

Frida, la ausente, la que presenció y fue parte de los acontecimientos sociales más relevantes. La mujer que transformó su vida a través del arte. Frida, la presente, la fémina que es representada con bigote y entrecejo. La figura alusiva de la cultura mexicana y de mayor reconocimiento internacional.

Frida es ausencia física. Pero presencia continua.

Muerte y vida. Felicidad y dolor. Fidelidad y traición. Tan llena de contrastes, Frida Kahlo esparció sobre un lienzo repleto de colores y texturas cada etapa de su vida, sin dejar a un lado sus raíces mexicanas.

Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón, conocida mejor como Frida Kahlo, siempre utilizaba generosas cantidades de pintura espesa. Y tal vez, esto era lo que le daba vida a sus obras. Ella destacó en el arte por su originalidad, empleo de elementos simbólicos y la observancia de la estética popular mexicana.

A pesar de haber sido catalogada como una surrealista, Kahlo opinaba que sus pinturas no eran producto de sus sueños, sino más bien, eran el resultado de su vida misma. Haciendo de ellas, un encuentro entre la fantasía y el realismo.

Cuántos libros, revistas, publicaciones, películas, fotografías, posters, postales, lugares, y un sinfín de museos y restaurantes llevan su nombre. Y así podría mencionar una larga lista de artículos en donde México mantiene presente la presencia de Frida.

Ella dejó una huella difícil de borrar. En la cultura, en el medio social e ideológico. Frida es presencia histórica. Es un antes y después. Y sin temor a equivocarme, es el mejor referente artístico que tiene nuestro país en el extranjero.

Coyoacán. La casa Azul. Oaxaca. El folclor. La vestimenta de tehuana, los collares, peinetas y todo lo que ella representa es sinónimo de mexicanidad y arte. Todo ello es la suma de Frida.

Su alocada vida marital con el muralista Diego Rivera fue admirada y criticada a su vez por la esfera intelectual, debido a los constantes claroscuros entre los que sucumbió su relación. Al fin y al cabo, el último amor con quién pasó sus últimos días fue con “el elefante”, sobrenombre con el que se identificaba a Rivera.

Frida, la niña que a los seis años se enfermó de poliomielitis, provocándole que su pierna derecha quedara más corta.

Ella la que solía expresar y sentirse como “la persona más extraña del mundo”, la mujer que siempre estuvo en medio de catástrofes. Protagonista principal del accidente que la dejó rota de por vida.

Empero, sin esa eventualidad ella no hubiese descubierto que el dolor también toca fibras que brotan y salpican en el arte. En este caso, en sus pinturas.

La inmovilidad que ocasionó ese incidente la volcaron a que se autoreflejara en cada cuadro. Se recreaba una y otra vez. La fractura interna y la catarsis que sufría la llevaron a pintarse así misma.

Frida, la mujer que no cumplió el sueño de convertirse en madre. Las secuelas de aquel episodio y la serie de cirugías a las que constantemente estuvo sometida, impidieron que pudiera concebir un hijo.

Frida la de numerosos amoríos con hombres y mujeres. Repertorio amplio en el que destacan personajes de renombre como: Trotski, Chavela Vargas, Jaqueline Lamba (esposa de André Bretón), Nickolas Muray, el escultor Isamo Noguchi e incluso con la fotógrafa Tina Modotti.

Ella, la pintora que recreó a “Las dos Fridas” en 1939, postulando así a dos mujeres distintas que configuraban en un mismo ser.

Frida, la ausente, la que presenció y fue parte de los acontecimientos sociales más relevantes. La mujer que transformó su vida a través del arte. Frida, la presente, la fémina que es representada con bigote y entrecejo. La figura alusiva de la cultura mexicana y de mayor reconocimiento internacional.

Frida es ausencia física. Pero presencia continua.