/ miércoles 30 de mayo de 2018

Hacia el desenlace del TLCAN

Durante hace más de un año, los escenarios de confrontación que se vislumbraban a partir del mandato de Donald Trump, se han ido realizando: la construcción del muro, la persecución de migrantes y, por supuesto, la renegociación del TLCAN.

El fervor de los primeros meses de todos los actores políticos, pasará a la historia más por su parafernalia que por sus resultados. A pesar de que todos coincidían en la urgencia y la oportunidad para que “el pueblo mexicano” estuviera unido ante los retos de la nueva relación con los EEUU, no se tuvo el acompañamiento necesario de actores claves de la sociedad.

Aquellas presiones y voces que se expresaron con vehemencia han ido perdiendo fuerza. El propio Senado de la República nunca logró convertirse en el contrapeso del Ejecutivo,con una posición pública y sostenida para orientar y dar seguimiento a las negociaciones.

La información que se encuentra en la página web del Senado sobre a consulta TLCAN está desactualizada y carece de mucha información del comportamiento de las rondas. Por otro lado, las organizaciones campesinas tampoco salieron a las calles en todo el país para exigir cambios profundos. Y los esfuerzos desde la academia a través de foros o conferencias, no han sido suficientes para mantener el tema en el centro de la discusión.

Un nuevo acuerdo comercial parece estar listo, pero no estamos seguros que sus términos estén buscando replantear la visión necesaria para hacer del comercio exterior un instrumento detonador de nuevos aires de desarrollo económico.

Hasta ahora, la mayor lección provino de los canadienses al exigir la homologación de los salarios de los trabajadores, en particular de la industria automotriz. Sin embargo, en México no creo que las empresas estén dispuestas a ceder en la principal variable de atracción de inversiones: la mano de obra barata.

México perdió la oportunidad para proponer y replantear. La construcción del país exige la unidad, pero invariablemente requiere de propuestas y una estrategia que sustente un desarrollo integral, incluyente y a futuro.

Los tiempos se acortan y nos encontramos en la recta final de las negociaciones del nuevo TLCAN, el cual todo parece indicar que se definirá con la voluntad política del próximo Presidente de la República. Las cartas están abiertas y la posición de EEUU es conocida por todos.

D. Trump ha sido consistente al señalar que buscará alcanzar “el mejor pacto”, pensando más en obtener ventajas para su nación que en la región. Por ello, sigue siendo nuestro deber proponer a todos los actores políticos una actitud responsable, visionaria y capaz de defender patrióticamente el desarrollo de los próximos 25 años de nuestro México.

Durante hace más de un año, los escenarios de confrontación que se vislumbraban a partir del mandato de Donald Trump, se han ido realizando: la construcción del muro, la persecución de migrantes y, por supuesto, la renegociación del TLCAN.

El fervor de los primeros meses de todos los actores políticos, pasará a la historia más por su parafernalia que por sus resultados. A pesar de que todos coincidían en la urgencia y la oportunidad para que “el pueblo mexicano” estuviera unido ante los retos de la nueva relación con los EEUU, no se tuvo el acompañamiento necesario de actores claves de la sociedad.

Aquellas presiones y voces que se expresaron con vehemencia han ido perdiendo fuerza. El propio Senado de la República nunca logró convertirse en el contrapeso del Ejecutivo,con una posición pública y sostenida para orientar y dar seguimiento a las negociaciones.

La información que se encuentra en la página web del Senado sobre a consulta TLCAN está desactualizada y carece de mucha información del comportamiento de las rondas. Por otro lado, las organizaciones campesinas tampoco salieron a las calles en todo el país para exigir cambios profundos. Y los esfuerzos desde la academia a través de foros o conferencias, no han sido suficientes para mantener el tema en el centro de la discusión.

Un nuevo acuerdo comercial parece estar listo, pero no estamos seguros que sus términos estén buscando replantear la visión necesaria para hacer del comercio exterior un instrumento detonador de nuevos aires de desarrollo económico.

Hasta ahora, la mayor lección provino de los canadienses al exigir la homologación de los salarios de los trabajadores, en particular de la industria automotriz. Sin embargo, en México no creo que las empresas estén dispuestas a ceder en la principal variable de atracción de inversiones: la mano de obra barata.

México perdió la oportunidad para proponer y replantear. La construcción del país exige la unidad, pero invariablemente requiere de propuestas y una estrategia que sustente un desarrollo integral, incluyente y a futuro.

Los tiempos se acortan y nos encontramos en la recta final de las negociaciones del nuevo TLCAN, el cual todo parece indicar que se definirá con la voluntad política del próximo Presidente de la República. Las cartas están abiertas y la posición de EEUU es conocida por todos.

D. Trump ha sido consistente al señalar que buscará alcanzar “el mejor pacto”, pensando más en obtener ventajas para su nación que en la región. Por ello, sigue siendo nuestro deber proponer a todos los actores políticos una actitud responsable, visionaria y capaz de defender patrióticamente el desarrollo de los próximos 25 años de nuestro México.

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