/ martes 1 de octubre de 2019

Hilando vidas II

Mirar hacia adentro

Esta columna la escribo con un sentimiento dulce-amargo. La semana pasada perdimos a Isabel Campos Goenaga, Directora del Centro INAH Morelos, quien en un corto periodo logró iniciar la rehabilitación del patrimonio construido afectado por el terremoto de 2017. Les aseguro que gracias a ella fuimos el estado que más rápido y mejor comenzó con esos trabajos y que más resultados ha obtenido a la fecha. Me enorgullece haber contado con su amistad desde antes de que hace año y medio colaborara con ella. Fue impresionante observar la cantidad de personas que la quieren y aprecian y lamentaron su partida. Pero como ella no era adicta al reflector y privilegió su trabajo por sobre su imagen, y como les prometí la semana pasada les comparto un poco más sobre las gabaneras de Hueyapan.

Estas mujeres nahuas sobresalen por la calidad y diversidad del teñido con tintes naturales de sus piezas. Su maestría es producto de los saberes obtenidos a través de la tradición, pero también de una investigación constante. Utilizan el añil, cuyo tinte madre ha pasado, en el caso de Cozamalotl (de quienes les hablé la semana pasada), por más de cinco generaciones. De él obtienen azules preciosos que van desde el marino hasta el cielo. Para el rojo utilizan la prehispánica grana cochinilla. El café y negro de la nuez, pero recientemente han incorporado la Cuetlaxochitl, nuestra nochebuena, que a pesar de soltar un líquido rojo, tiñe de café. El amarillo lo obtienen del cempaxúchitl y el yauhtli (pericón), flores silvestres que tiñen de dorado los campos morelenses en otoño. Esta última se utiliza para elaborar las cruces que el sábado pasado se colocaron sobre las puertas de casas y negocios en la víspera de la fiesta de San Miguel Arcángel, debido a que él es el encargado de controlar al demonio con su espada flamígera, y como en ese día anda “enfiestado”, el demonio escapa y transita libre, por lo que esas cruces lo mantienen a raya. Este santo/arcángel y esta flor además están relacionados con Quetzalcóatl, y su festividad es parte esencial del ciclo ritual de los graniceros.

Dije dulce-amargo porque ante la pérdida podemos encontrar consuelo en la cultura que nos alimenta, mantenida gracias a la labor de mujeres como Isabel y las gabaneras de Hueyapan, quienes, cada una desde su trinchera, ayudan a que lo que nos significa pueda continuar haciéndolo. Buen camino y luz en él, querida Isabel.

Esta columna la escribo con un sentimiento dulce-amargo. La semana pasada perdimos a Isabel Campos Goenaga, Directora del Centro INAH Morelos, quien en un corto periodo logró iniciar la rehabilitación del patrimonio construido afectado por el terremoto de 2017. Les aseguro que gracias a ella fuimos el estado que más rápido y mejor comenzó con esos trabajos y que más resultados ha obtenido a la fecha. Me enorgullece haber contado con su amistad desde antes de que hace año y medio colaborara con ella. Fue impresionante observar la cantidad de personas que la quieren y aprecian y lamentaron su partida. Pero como ella no era adicta al reflector y privilegió su trabajo por sobre su imagen, y como les prometí la semana pasada les comparto un poco más sobre las gabaneras de Hueyapan.

Estas mujeres nahuas sobresalen por la calidad y diversidad del teñido con tintes naturales de sus piezas. Su maestría es producto de los saberes obtenidos a través de la tradición, pero también de una investigación constante. Utilizan el añil, cuyo tinte madre ha pasado, en el caso de Cozamalotl (de quienes les hablé la semana pasada), por más de cinco generaciones. De él obtienen azules preciosos que van desde el marino hasta el cielo. Para el rojo utilizan la prehispánica grana cochinilla. El café y negro de la nuez, pero recientemente han incorporado la Cuetlaxochitl, nuestra nochebuena, que a pesar de soltar un líquido rojo, tiñe de café. El amarillo lo obtienen del cempaxúchitl y el yauhtli (pericón), flores silvestres que tiñen de dorado los campos morelenses en otoño. Esta última se utiliza para elaborar las cruces que el sábado pasado se colocaron sobre las puertas de casas y negocios en la víspera de la fiesta de San Miguel Arcángel, debido a que él es el encargado de controlar al demonio con su espada flamígera, y como en ese día anda “enfiestado”, el demonio escapa y transita libre, por lo que esas cruces lo mantienen a raya. Este santo/arcángel y esta flor además están relacionados con Quetzalcóatl, y su festividad es parte esencial del ciclo ritual de los graniceros.

Dije dulce-amargo porque ante la pérdida podemos encontrar consuelo en la cultura que nos alimenta, mantenida gracias a la labor de mujeres como Isabel y las gabaneras de Hueyapan, quienes, cada una desde su trinchera, ayudan a que lo que nos significa pueda continuar haciéndolo. Buen camino y luz en él, querida Isabel.

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