/ jueves 21 de febrero de 2019

Homicidio e impunidad…

Samir Flores Soberanes era un hombre tenaz y comprometido con su comunidad; más allá de las diferencias que cualquiera podría tener con sus ideas, habrá que reconocer que hasta su muerte se comportó como un honesto defensor de Amilcingo, de sus usos y costumbres, de su pueblo. Si su asesinato tiene qué ver o no con la oposición a la termoeléctrica de Huexca es un asunto que deberán aclarar las autoridades luego de las investigaciones pertinentes; pero el impacto que el reprobable crimen tiene en la comunidad de Amilcingo, en Temoac, en la zona oriente del estado, y más en general, en la lucha de los pueblos morelenses por sus derechos, es innegable.

Cargar el costo del homicidio a los gobiernos estatal o federal, sin embargo, parece un grave exceso por varias razones. Primero, porque el peso político del crimen ya recae en el gobierno estatal asolado por la ola criminal que parece incapaz de contener; segundo, porque si redujéramos (y sería muy injusto) el activismo de Samir sólo a la oposición a la termoeléctrica de Huexca , acabaríamos por reconocer que la consulta por la termoeléctrica estaba ya resuelta con la operación política a favor del sí de grupos leales al lopezobradorismo, entre ellos quienes respaldan al gobierno de Cuauhtémoc Blanco, por lo que atacar a quienes se pronunciaban en contra del proyecto era absolutamente inútil; tercero, porque aunque bastante toscos en sus dichos, ni el gobierno de Cuauhtémoc Blanco ni el federal, a pesar de sus inclinaciones autoritarias, han mostrado interés, capacidad o dolo suficiente como para usar la violencia instrumental en contra de sus opositores.

La captura, puesta a disposición y castigo a los asesinos de Samir Flores Soberanes se vuelve vital, entonces, para los gobiernos estatal y federal. Aclarar éste hecho criminal resulta urgente, y la escasa confianza que se tiene en la Fiscalía General del Estado, no ayudará mucho a cumplir con la urgente encomienda. Relacionar, de botepronto, el crimen con la delincuencia organizada, parece un exceso también de parte de la autoridad que, de inmediato buscó vincular los hechos con el modus operandi de grupos delincuenciales. La cautela debe imperar en estos casos, responder sin todas las evidencias es una osadía que cuesta en términos de credibilidad, y esa credibilidad es urgente para ofrecer resultados científicos de las investigaciones.

Cualquier asesinato es un insulto a la humanidad, y la cantidad de homicidios dolosos en Morelos los últimos años resulta espantosa, mucho más si se considera el escandaloso índice de impunidad que padece la entidad, que para 2018 fue de 99.4 por ciento (según datos de Impunidad Cero). Así, la confianza para que cualquier homicidio sea resuelto es extraordinariamente baja, y si se agrega el componente de contaminación política que de sí mismo tiene el caso de Samir, la esperanza casi podría diluirse del todo. Aunque probablemente éste sea el momento en que la autoridad considere aprovechar para cambiar, para transformar la constante de impunidad, de permisividad, de indolencia, y decida comenzar por este la investigación y castigo de todos los homicidios dolosos que se hayan cometido en el pasado reciente. Es lo deseable, aunque para ello tuvieran que renunciar algunos funcionarios.

Por lo pronto, especial cuidado deberán tener las autoridades que cuiden las mesas de consulta este fin de semana. Igual que convendrá reforzar la vigilancia para cuidar a todos los morelenses, porque como van las cosas se ve muy fácil que prendan los discursos generadores de pánico, y eso no conviene a nadie.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Samir Flores Soberanes era un hombre tenaz y comprometido con su comunidad; más allá de las diferencias que cualquiera podría tener con sus ideas, habrá que reconocer que hasta su muerte se comportó como un honesto defensor de Amilcingo, de sus usos y costumbres, de su pueblo. Si su asesinato tiene qué ver o no con la oposición a la termoeléctrica de Huexca es un asunto que deberán aclarar las autoridades luego de las investigaciones pertinentes; pero el impacto que el reprobable crimen tiene en la comunidad de Amilcingo, en Temoac, en la zona oriente del estado, y más en general, en la lucha de los pueblos morelenses por sus derechos, es innegable.

Cargar el costo del homicidio a los gobiernos estatal o federal, sin embargo, parece un grave exceso por varias razones. Primero, porque el peso político del crimen ya recae en el gobierno estatal asolado por la ola criminal que parece incapaz de contener; segundo, porque si redujéramos (y sería muy injusto) el activismo de Samir sólo a la oposición a la termoeléctrica de Huexca , acabaríamos por reconocer que la consulta por la termoeléctrica estaba ya resuelta con la operación política a favor del sí de grupos leales al lopezobradorismo, entre ellos quienes respaldan al gobierno de Cuauhtémoc Blanco, por lo que atacar a quienes se pronunciaban en contra del proyecto era absolutamente inútil; tercero, porque aunque bastante toscos en sus dichos, ni el gobierno de Cuauhtémoc Blanco ni el federal, a pesar de sus inclinaciones autoritarias, han mostrado interés, capacidad o dolo suficiente como para usar la violencia instrumental en contra de sus opositores.

La captura, puesta a disposición y castigo a los asesinos de Samir Flores Soberanes se vuelve vital, entonces, para los gobiernos estatal y federal. Aclarar éste hecho criminal resulta urgente, y la escasa confianza que se tiene en la Fiscalía General del Estado, no ayudará mucho a cumplir con la urgente encomienda. Relacionar, de botepronto, el crimen con la delincuencia organizada, parece un exceso también de parte de la autoridad que, de inmediato buscó vincular los hechos con el modus operandi de grupos delincuenciales. La cautela debe imperar en estos casos, responder sin todas las evidencias es una osadía que cuesta en términos de credibilidad, y esa credibilidad es urgente para ofrecer resultados científicos de las investigaciones.

Cualquier asesinato es un insulto a la humanidad, y la cantidad de homicidios dolosos en Morelos los últimos años resulta espantosa, mucho más si se considera el escandaloso índice de impunidad que padece la entidad, que para 2018 fue de 99.4 por ciento (según datos de Impunidad Cero). Así, la confianza para que cualquier homicidio sea resuelto es extraordinariamente baja, y si se agrega el componente de contaminación política que de sí mismo tiene el caso de Samir, la esperanza casi podría diluirse del todo. Aunque probablemente éste sea el momento en que la autoridad considere aprovechar para cambiar, para transformar la constante de impunidad, de permisividad, de indolencia, y decida comenzar por este la investigación y castigo de todos los homicidios dolosos que se hayan cometido en el pasado reciente. Es lo deseable, aunque para ello tuvieran que renunciar algunos funcionarios.

Por lo pronto, especial cuidado deberán tener las autoridades que cuiden las mesas de consulta este fin de semana. Igual que convendrá reforzar la vigilancia para cuidar a todos los morelenses, porque como van las cosas se ve muy fácil que prendan los discursos generadores de pánico, y eso no conviene a nadie.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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