/ viernes 24 de enero de 2020

La caminata de Javier...

Javier Sicilia podría haber usado el mismo discurso de hace once años cuando caminó por la paz durante la administración de Felipe Calderón Hinojosa (si le suena es porque se trata del villano favorito de Andrés Manuel López Obrador y sus fieles seguidores). La realidad poco ha cambiado, si acaso se ha profundizado la crisis de violencia que ya por entonces se decía insostenible. ¿Cambiaron? no, aumentaron las víctimas de delitos, los desaparecidos, los asesinados, los robados, los linchados. La demanda de justicia, de paz, de dignidad, tristemente, sigue siendo la misma y tiene hoy quizá mucha mayor vigencia que la contundente y obvia que entonces le adjetivó, pero también le dio sustancia.

Triste hecho: quienes más raja política obtuvieron de la crisis de seguridad, de valores, de paradigma de organización social, hoy sean ciegos, sordos y mudos a la tragedia que, un día sí y otro también vivimos los mexicanos. Mucho más el hecho de que su ceguera les haga atacar sistemáticamente cualquier crítica, acotación, comentario y mucho más cualquier oposición.

Javier marcha con una dignidad perenne, esa que da la razón, la defensa de la verdad. Y la verdad es que “estamos hasta la madre”, como él lo dijo hace once años, de la violencia, de la inseguridad, de tener miedo. Y esa dignidad es la que trata de atacarse desde los comentarios oficialistas que se dirigen a las personas, no a las ideas, a los argumentos, a las realidades que las motivan. Sicilia puede ser todo lo que sus adversarios digan, pero también es el poeta, el amigo, el abrazo sincero y lleno de fraternidad, esa que dejamos olvidada en alguna cartera, extraviada en alguna estación.

Y quien sea Javier es irrelevante frente a la certeza y crudeza de sus argumentos. “Ya no hay tiempo para esperar sino tiempo para poner como prioridad esa sólida política de estado con la que el presidente se comprometió el 14 de noviembre del 2018 en Tlatelolco. Y llamar en torno a ella a la unidad de la nación para que todos ellos gobiernos, víctimas, organizaciones sociales, iglesias, entre otros nos aboquemos a ello. La seguridad, justicia y paz no debe reducirse a la seguridad y a la atención de casos, es tarea de todos y la política de Estado que debe coaligarse y no solo debe asumir el presidente, requiere de mecanismos extraordinarios que permitan iluminar las verdades del horror en todo el país, y hacer que las instituciones ordinarias desbordadas y atravesadas por redes de complicidad con el crimen no pueden llevar a cabo”.

La urgencia contrasta con la lentitud de la caminata. Paso a paso los cientos de personas se duelen, pero también nos duelen. Son algunas de las millones de víctimas de delitos que tienen otras víctimas. Los asesinados son sus hijos, sus padres, sus hermanos, sus esposos. En sus gestos se nota, se lee, la tragedia nacional. Y eso es más importante que la política y todos sus políticos; porque en este país aficionado a las más crueles y groseras paradojas, atender la muerte se ha convertido en vital. Pretender que algo tan terrible es lo normal resulta, por lo menos, otro crimen impune.


Twitter: @martinellito

Correo: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Javier Sicilia podría haber usado el mismo discurso de hace once años cuando caminó por la paz durante la administración de Felipe Calderón Hinojosa (si le suena es porque se trata del villano favorito de Andrés Manuel López Obrador y sus fieles seguidores). La realidad poco ha cambiado, si acaso se ha profundizado la crisis de violencia que ya por entonces se decía insostenible. ¿Cambiaron? no, aumentaron las víctimas de delitos, los desaparecidos, los asesinados, los robados, los linchados. La demanda de justicia, de paz, de dignidad, tristemente, sigue siendo la misma y tiene hoy quizá mucha mayor vigencia que la contundente y obvia que entonces le adjetivó, pero también le dio sustancia.

Triste hecho: quienes más raja política obtuvieron de la crisis de seguridad, de valores, de paradigma de organización social, hoy sean ciegos, sordos y mudos a la tragedia que, un día sí y otro también vivimos los mexicanos. Mucho más el hecho de que su ceguera les haga atacar sistemáticamente cualquier crítica, acotación, comentario y mucho más cualquier oposición.

Javier marcha con una dignidad perenne, esa que da la razón, la defensa de la verdad. Y la verdad es que “estamos hasta la madre”, como él lo dijo hace once años, de la violencia, de la inseguridad, de tener miedo. Y esa dignidad es la que trata de atacarse desde los comentarios oficialistas que se dirigen a las personas, no a las ideas, a los argumentos, a las realidades que las motivan. Sicilia puede ser todo lo que sus adversarios digan, pero también es el poeta, el amigo, el abrazo sincero y lleno de fraternidad, esa que dejamos olvidada en alguna cartera, extraviada en alguna estación.

Y quien sea Javier es irrelevante frente a la certeza y crudeza de sus argumentos. “Ya no hay tiempo para esperar sino tiempo para poner como prioridad esa sólida política de estado con la que el presidente se comprometió el 14 de noviembre del 2018 en Tlatelolco. Y llamar en torno a ella a la unidad de la nación para que todos ellos gobiernos, víctimas, organizaciones sociales, iglesias, entre otros nos aboquemos a ello. La seguridad, justicia y paz no debe reducirse a la seguridad y a la atención de casos, es tarea de todos y la política de Estado que debe coaligarse y no solo debe asumir el presidente, requiere de mecanismos extraordinarios que permitan iluminar las verdades del horror en todo el país, y hacer que las instituciones ordinarias desbordadas y atravesadas por redes de complicidad con el crimen no pueden llevar a cabo”.

La urgencia contrasta con la lentitud de la caminata. Paso a paso los cientos de personas se duelen, pero también nos duelen. Son algunas de las millones de víctimas de delitos que tienen otras víctimas. Los asesinados son sus hijos, sus padres, sus hermanos, sus esposos. En sus gestos se nota, se lee, la tragedia nacional. Y eso es más importante que la política y todos sus políticos; porque en este país aficionado a las más crueles y groseras paradojas, atender la muerte se ha convertido en vital. Pretender que algo tan terrible es lo normal resulta, por lo menos, otro crimen impune.


Twitter: @martinellito

Correo: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx