Cuando Antonio Villalobos Adán hace una declaración es, regularmente, porque tiene ya la estrategia pensada y ayer se aventó dos enunciados que tendrían que ir más allá del byte y convertirse en planes de reordenamiento de la ciudad que ha padecido la omisión de múltiples administraciones.
Cuernavaca se ha convertido en una cantina porque el 76 por ciento de los establecimientos con licencia de restaurante-bar venden sólo bebidas alcohólicas, fue una de las declaraciones; la segunda refirió a los asentamientos irregulares y la imposibilidad de dotarlos de servicios públicos. El simple hecho de referirse a ambos temas prefigura ya un cambio en tanto anteriores administraciones omitieron los dos problemas incluso de sus discursos. Pero hablarlo no es suficiente, Villalobos tiene un plan o por lo menos así lo da a entender para corregir los dos problemas que significan deterioro grave para Cuernavaca.
En lo que toca a los asentamientos irregulares, aún no queda bien claro si habrá un ejercicio mayor que la mera negativa de servicios públicos para quienes han invadido tierras de forma ilegal. Proceder al desalojo de las zonas sería lo correcto, aunque implicaría un frente político y social que no parece conveniente, sobre todo considerando el déficit de vivienda en Cuernavaca. En todo caso, la reubicación sería una opción interesante contando con el uso de la reserva territorial en la zona poniente, y con que el Ayuntamiento hiciera lo conducente para abaratar la construcción y venta de inmuebles lo que les haría accesibles a los trabajadores de la ciudad. La industria de la vivienda en Cuernavaca se muere poco a poco y esta sería una forma de reactivarla, si es que el gobierno municipal tiene el interés y la capacidad para integrar un plan integral de urbanización y desarrollo de casas habitación para residentes en la ciudad en el que tendrían que participar también los gobiernos estatal y federal.
Más sencillo parece el cancelar la enorme cantina en que se ha convertido Cuernavaca. Basta con realizar operativos de inspección constantes y aplicar sanciones contra quienes violen las características de sus licencias. Si están autorizados para vender bebidas alcohólicas sólo con alimentos, tendría que cumplirse con ello so pena de recibir sanciones y hasta suspensiones temporales o definitivas. La medida, en todo caso, no lesionaría los ingresos de los establecimientos en tanto lo que no vendieran en bebida lo obtendrían de los alimentos y si bien para ello requerirían contar con cocinas y personal para las mismas, fueron gastos que debieron haber programado en sus planes de negocios cuando tramitaron una licencia de restaurante-bar.
Para que la estrategia de reordenamiento de esos establecimientos funcione, deberá ocurrir que los propietarios prefieran seguir funcionando que recurrir a los cierres para los que pueden pretextar infinidad de argumentos antes que el del interés de seguir incurriendo en prácticas ilegales, y que el Ayuntamiento realice operativos constantes y transparentes, lo que no será fácil considerando el larguísimo historial de corrupción que en las áreas dedicadas al otorgamiento de licencias y supervisión de operaciones, del que el propio alcalde ha dado cuenta en repetidas ocasiones.
Los problemas del Ayuntamiento de Cuernavaca, en todo caso, no parecen estar en el diagnóstico o la buena voluntad del cabildo para solucionarlos, sino en el contexto político en que habitan. Para casi todo lo que debiera hacerse por la ciudad, hace falta el respaldo de quienes lo siguen regateando (sus razones tendrán) desde el gobierno del estado y el Congreso local. Lo que debiera preocupar, entonces es la operación política.
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