/ lunes 3 de diciembre de 2018

La ciudadanía mezquina

Los aplausos que algún sector radical seguidor de Andrés Manuel López Obrador, ofrece a la desaparición de algunos espacios noticiosos y a los ataques que desde siempre ha ejercido el grupo que hoy detenta el poder en la República contra sus críticos, son penosamente sonoros en los albores de un gobierno que requiere una crítica puntual, analítica, que le permita pensar y repensarse todos los días para evitar que las elaboradas loas de sus fieles seguidores lo pierdan en una esquizofrenia que a todos haría daño. La inquietud de muchas conciencias críticas sobre el futuro de la nación no es injusta y lo mismo se han construido en gobiernos priistas, panistas, perredistas, y ahora, coalicionistas.

Porque no se trata de los partidos (de sí viciosos destructores de la compleja realidad), sino del Poder al que debe señalar y matizar la inteligencia. El partidista tiene derecho, sin duda, a ser ignorante, parcial, limitado en el pensamiento (no es lo deseable, pero su simple pertenencia a una ideología les limita la inteligencia, les deforma la percepción de la realidad). El gobernante, en cambio, pierde de inmediato ese extraño y (para muchos) indeseable derecho, debe ser científico en sus decisiones, alejarlas de la contaminación ideológica, del condimento parcializador que imponen los partidos. Cierto que se votó por él por presentar una serie de propuestas de tratamiento de problemas percibidos socialmente que a la mayoría de los ciudadanos le pareció la correcta, pero ese aval no es absoluto, completo, ni debe pasar sobre el derecho de las personas. Es decir, quien gobierna debe mantenerse al margen de los pleitos interpartidistas, lejos de la tentación autoritaria, de la imposición de ideas, de la ideologización abrumadora a través de sortilegios lingüísticos, o de evocaciones épicas.

Preocupa en cierta forma que el cierre a la crítica sea tan profusamente aplaudido por un sector de la audiencia porque recuerda aquella historia poco conocida del pueblo que aplaudió el cierre de sus espacios de pensamiento crítico, de sus medios de comunicación, y cuando algunos pensaron diferente al tirano y fueron llamados traidores y corruptos, no tuvieron una voz que los defendiera.

Adicionalmente, la inutilidad del combate a las ideas ha sido profusamente demostrada a través de la historia porque la única forma de atacar las ideas es con nuevas ideas que van a enriquecer las anteriores, nunca a aniquiliarlas. A lo mejor por eso los tiranos combaten instituciones y a personas en lugar de ideas, olvidando que con ello provocan sólo que esas ideas que les aterraban se vuelvan mucho más fuertes, más duraderas.

Por cierto, es curioso como hasta ahora muchos mexicanos han nacido convencidos de que deberán ser ciudadanos ejemplares “porque tienen el gobierno que quieren”; uno no deja de preguntarse el origen de tanta mezquindad, ¿tenían que esperar hasta ahora para ser buenos ciudadanos? ¿No tendríamos un mejor estado, un mejor país, si todos hubiéramos sido buenos ciudadanos todo el tiempo, o aunque sea la mayor parte de él?

Dato, para quienes enarbolan la venganza como demanda básica para el gobierno. La mayor parte de las acusaciones de corrupción que pueden hacerse bajo las actuales condiciones serán abortadas en los procedimientos; no es un problema sólo de voluntad política de las fiscalías, sino del diseño institucional que permite trechos de enorme deshonestidad. No se trata de arruinar el día a nadie, urge el rediseño del marco jurídico y de las instituciones, ¿alguien le va a entrar?


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Los aplausos que algún sector radical seguidor de Andrés Manuel López Obrador, ofrece a la desaparición de algunos espacios noticiosos y a los ataques que desde siempre ha ejercido el grupo que hoy detenta el poder en la República contra sus críticos, son penosamente sonoros en los albores de un gobierno que requiere una crítica puntual, analítica, que le permita pensar y repensarse todos los días para evitar que las elaboradas loas de sus fieles seguidores lo pierdan en una esquizofrenia que a todos haría daño. La inquietud de muchas conciencias críticas sobre el futuro de la nación no es injusta y lo mismo se han construido en gobiernos priistas, panistas, perredistas, y ahora, coalicionistas.

Porque no se trata de los partidos (de sí viciosos destructores de la compleja realidad), sino del Poder al que debe señalar y matizar la inteligencia. El partidista tiene derecho, sin duda, a ser ignorante, parcial, limitado en el pensamiento (no es lo deseable, pero su simple pertenencia a una ideología les limita la inteligencia, les deforma la percepción de la realidad). El gobernante, en cambio, pierde de inmediato ese extraño y (para muchos) indeseable derecho, debe ser científico en sus decisiones, alejarlas de la contaminación ideológica, del condimento parcializador que imponen los partidos. Cierto que se votó por él por presentar una serie de propuestas de tratamiento de problemas percibidos socialmente que a la mayoría de los ciudadanos le pareció la correcta, pero ese aval no es absoluto, completo, ni debe pasar sobre el derecho de las personas. Es decir, quien gobierna debe mantenerse al margen de los pleitos interpartidistas, lejos de la tentación autoritaria, de la imposición de ideas, de la ideologización abrumadora a través de sortilegios lingüísticos, o de evocaciones épicas.

Preocupa en cierta forma que el cierre a la crítica sea tan profusamente aplaudido por un sector de la audiencia porque recuerda aquella historia poco conocida del pueblo que aplaudió el cierre de sus espacios de pensamiento crítico, de sus medios de comunicación, y cuando algunos pensaron diferente al tirano y fueron llamados traidores y corruptos, no tuvieron una voz que los defendiera.

Adicionalmente, la inutilidad del combate a las ideas ha sido profusamente demostrada a través de la historia porque la única forma de atacar las ideas es con nuevas ideas que van a enriquecer las anteriores, nunca a aniquiliarlas. A lo mejor por eso los tiranos combaten instituciones y a personas en lugar de ideas, olvidando que con ello provocan sólo que esas ideas que les aterraban se vuelvan mucho más fuertes, más duraderas.

Por cierto, es curioso como hasta ahora muchos mexicanos han nacido convencidos de que deberán ser ciudadanos ejemplares “porque tienen el gobierno que quieren”; uno no deja de preguntarse el origen de tanta mezquindad, ¿tenían que esperar hasta ahora para ser buenos ciudadanos? ¿No tendríamos un mejor estado, un mejor país, si todos hubiéramos sido buenos ciudadanos todo el tiempo, o aunque sea la mayor parte de él?

Dato, para quienes enarbolan la venganza como demanda básica para el gobierno. La mayor parte de las acusaciones de corrupción que pueden hacerse bajo las actuales condiciones serán abortadas en los procedimientos; no es un problema sólo de voluntad política de las fiscalías, sino del diseño institucional que permite trechos de enorme deshonestidad. No se trata de arruinar el día a nadie, urge el rediseño del marco jurídico y de las instituciones, ¿alguien le va a entrar?


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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