/ lunes 25 de enero de 2021

La cópera que no será...

Si la iniciativa privada dañada por la crisis económica, y el ayuntamiento de Jojutla, maltratado por la naturaleza desde 1997, están dispuestos a entrarle con un cuerno para comprar vacunas contra el Covid-19 y poder dar pronto vuelta a la página más terrible para Morelos en los últimos cien años, uno puede entender el tamaño de la desesperación por el impacto de la crisis sanitaria, sus repercusiones económicas y la aparente inacción del gobierno estatal frente a las muy justas demandas de alcaldes, emprendedores, trabajadores, amas de casa, organizaciones ciudadanas, y todos los demás que se sienten abandonados por autoridades que no son especialistas en consolar y confortar a la gente.

Así que la propuesta del alcalde de Jojutla, Juan Ángel Flores, para que se ayude a su municipio a comprar las vacunas para inmunizar a su población, y la de los empresarios de cooperar para que el gobierno estatal pueda fondear el gasto que significaría la compra y administración de la vacuna a dos millones de morelenses, son respondidas con una tardía declaración de las autoridades sanitarias en torno a que no hay una partida especial en el presupuesto para adquirir la vacuna (un error elemental en el diseño de la política de salud local); y que el proceso de adquisición de las vacunas es complejo por lo que no es recomendable acudir a un andamiaje externo al gobierno federal para obtenerla.

Mientras tanto, a la fecha se han administrado 3 mil 687 vacunas en el estado, lo que significa el 0.2 por ciento de la población en dos semanas. Si se continuara a este ritmo, vacunar a los morelenses llevaría por lo menos 19 años. Es decir, si exageramos sólo un poco, las últimas vacunas para completar el proceso de inmunización de todos los morelenses, se estarían aplicando a miles que aún no han nacido cuando alcanzaran la mayoría de edad. Seguro que el proceso no está calculado así y eventualmente se aumentará el ritmo, pero tendría que ser un cambio radical para que la vacunación concluya este año, por ejemplo.

De ahí deriva la presión de empresarios y alcaldes al gobierno estatal para que mejore sus procedimientos, en una colección de recomendaciones que incluso podrían verse como la marca para el futuro electoral del gobierno estatal y sus coequiperos. Es previsible que el resultado de las elecciones programadas para mediados de año, esté determinado en gran medida por la evaluación que los ciudadanos hagan sobre la gestión de la pandemia. No pocos atribuyen la derrota de Donald Trump en los Estados Unidos a la pésima gestión sanitaria y económica de la crisis por Covid-19. La probabilidad de que en México ocurra lo mismo es grande. En el caso de Morelos tendría que sumarse la valoración del actuar de las autoridades frente a la pandemia a la colección de factores preexistentes, como la inseguridad, la falta de empleo, el escaso desarrollo económico, la conflictividad entre los gobiernos, la corrupción. Pero, entre una gestión pública disociada de las demandas ciudadanas y una comunicación tardía, equívoca y sembradora de conflictos, el futuro no pinta bien para nadie.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Si la iniciativa privada dañada por la crisis económica, y el ayuntamiento de Jojutla, maltratado por la naturaleza desde 1997, están dispuestos a entrarle con un cuerno para comprar vacunas contra el Covid-19 y poder dar pronto vuelta a la página más terrible para Morelos en los últimos cien años, uno puede entender el tamaño de la desesperación por el impacto de la crisis sanitaria, sus repercusiones económicas y la aparente inacción del gobierno estatal frente a las muy justas demandas de alcaldes, emprendedores, trabajadores, amas de casa, organizaciones ciudadanas, y todos los demás que se sienten abandonados por autoridades que no son especialistas en consolar y confortar a la gente.

Así que la propuesta del alcalde de Jojutla, Juan Ángel Flores, para que se ayude a su municipio a comprar las vacunas para inmunizar a su población, y la de los empresarios de cooperar para que el gobierno estatal pueda fondear el gasto que significaría la compra y administración de la vacuna a dos millones de morelenses, son respondidas con una tardía declaración de las autoridades sanitarias en torno a que no hay una partida especial en el presupuesto para adquirir la vacuna (un error elemental en el diseño de la política de salud local); y que el proceso de adquisición de las vacunas es complejo por lo que no es recomendable acudir a un andamiaje externo al gobierno federal para obtenerla.

Mientras tanto, a la fecha se han administrado 3 mil 687 vacunas en el estado, lo que significa el 0.2 por ciento de la población en dos semanas. Si se continuara a este ritmo, vacunar a los morelenses llevaría por lo menos 19 años. Es decir, si exageramos sólo un poco, las últimas vacunas para completar el proceso de inmunización de todos los morelenses, se estarían aplicando a miles que aún no han nacido cuando alcanzaran la mayoría de edad. Seguro que el proceso no está calculado así y eventualmente se aumentará el ritmo, pero tendría que ser un cambio radical para que la vacunación concluya este año, por ejemplo.

De ahí deriva la presión de empresarios y alcaldes al gobierno estatal para que mejore sus procedimientos, en una colección de recomendaciones que incluso podrían verse como la marca para el futuro electoral del gobierno estatal y sus coequiperos. Es previsible que el resultado de las elecciones programadas para mediados de año, esté determinado en gran medida por la evaluación que los ciudadanos hagan sobre la gestión de la pandemia. No pocos atribuyen la derrota de Donald Trump en los Estados Unidos a la pésima gestión sanitaria y económica de la crisis por Covid-19. La probabilidad de que en México ocurra lo mismo es grande. En el caso de Morelos tendría que sumarse la valoración del actuar de las autoridades frente a la pandemia a la colección de factores preexistentes, como la inseguridad, la falta de empleo, el escaso desarrollo económico, la conflictividad entre los gobiernos, la corrupción. Pero, entre una gestión pública disociada de las demandas ciudadanas y una comunicación tardía, equívoca y sembradora de conflictos, el futuro no pinta bien para nadie.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx