/ domingo 28 de marzo de 2021

La década sin paz, justicia y dignidad

El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, creado por Javier Sicilia y decenas de víctimas de delitos en el país, cumple una década y las condiciones de violencia, impunidad y desintegración social están muy lejos de mejorar. Entre pobreza y mezquindad política, gobiernos, partidos políticos y responsables primarios de garantizar la seguridad a la ciudadanía ignoran los reclamos que, abanderados por la organización ciudadana que preside el poeta, pertenecen a toda la sociedad en prácticamente todo el territorio nacional.

En el sexenio de Felipe Calderón, los delitos habían alcanzado ya niveles que considerábamos insostenibles. Los homicidios dolosos, secuestros, desapariciones forzadas, se habían convertido en un motivo de escándalo. El poder criminalizó a las víctimas y se negó a abrir o dar seguimiento a miles de carpetas de investigación, aseguraba de inmediato, sin fundamentos en la mayoría de los casos, que los cientos de asesinados tenían “vínculos con la delincuencia”. Miles de deudos, familiares y amigos de los muertos eran prácticamente obligados a demostrar su inocencia, y aún así las investigaciones no avanzaban. Se responsabilizaba a las víctimas de haber sido asesinados y ese discurso se popularizó tanto que se convirtió en lugar común de los responsables de la seguridad pública a quienes los medios escuchaban y replicaban en sus páginas.

Entonces Javier Sicilia advertía, junto a investigadores e intelectuales, que el problema de la violencia no era simplemente producto de una colección de errores del gobierno, sino resultado de un problema sistémico que el diseño entero de las políticas públicas prefería ignorar. Lo dijimos entonces y lo repetimos ahora, el gobierno es mucho más responsable de lo que ocurre porque la falla no está sólo en un esquema de seguridad fallido, sino en una colección de omisiones que limitan, entre otras cosas, las oportunidades, la inclusión, la esperanza, y la posibilidad de ser felices de cientos de miles de mexicanos.

Terrible es que el movimiento cumpla una década, y trágica la necesidad que de él tenemos ahora. Los homicidios y los delitos de alto impacto siguen creciendo, resulta evidente la colusión -por acción u omisión- de autoridades en gobiernos municipales, estatales y federales, los poderes siguen sordos y ahora fomentan abiertamente el odio y la violencia.

Mucho peor será la bajeza con que seguramente se les enfrentará desde el poder y sus corifeos, porque la década del Movimiento, los diez años de estar hasta la madre, coinciden con sus elecciones, esa colección de simulaciones en que los políticos juegan a escuchar unos días a quienes después ignorarán por años. Porque en la mezquina mente de los políticos y sus partidarios, el movimiento es contra ellos y no por la paz, ni la justicia, ni la dignidad; y a lo mejor se sienten aludidos, porque ninguna de esas cosas realmente les importan. Si el llamado del Movimiento a recuperar el activismo y sumar a otros grupos de víctimas de la violencia coincide con el proceso electoral es mucho más que una coincidencia calendárica, evidencia la incompetencia de toda la clase política durante esta década, y de eso también estamos hasta la madre.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, creado por Javier Sicilia y decenas de víctimas de delitos en el país, cumple una década y las condiciones de violencia, impunidad y desintegración social están muy lejos de mejorar. Entre pobreza y mezquindad política, gobiernos, partidos políticos y responsables primarios de garantizar la seguridad a la ciudadanía ignoran los reclamos que, abanderados por la organización ciudadana que preside el poeta, pertenecen a toda la sociedad en prácticamente todo el territorio nacional.

En el sexenio de Felipe Calderón, los delitos habían alcanzado ya niveles que considerábamos insostenibles. Los homicidios dolosos, secuestros, desapariciones forzadas, se habían convertido en un motivo de escándalo. El poder criminalizó a las víctimas y se negó a abrir o dar seguimiento a miles de carpetas de investigación, aseguraba de inmediato, sin fundamentos en la mayoría de los casos, que los cientos de asesinados tenían “vínculos con la delincuencia”. Miles de deudos, familiares y amigos de los muertos eran prácticamente obligados a demostrar su inocencia, y aún así las investigaciones no avanzaban. Se responsabilizaba a las víctimas de haber sido asesinados y ese discurso se popularizó tanto que se convirtió en lugar común de los responsables de la seguridad pública a quienes los medios escuchaban y replicaban en sus páginas.

Entonces Javier Sicilia advertía, junto a investigadores e intelectuales, que el problema de la violencia no era simplemente producto de una colección de errores del gobierno, sino resultado de un problema sistémico que el diseño entero de las políticas públicas prefería ignorar. Lo dijimos entonces y lo repetimos ahora, el gobierno es mucho más responsable de lo que ocurre porque la falla no está sólo en un esquema de seguridad fallido, sino en una colección de omisiones que limitan, entre otras cosas, las oportunidades, la inclusión, la esperanza, y la posibilidad de ser felices de cientos de miles de mexicanos.

Terrible es que el movimiento cumpla una década, y trágica la necesidad que de él tenemos ahora. Los homicidios y los delitos de alto impacto siguen creciendo, resulta evidente la colusión -por acción u omisión- de autoridades en gobiernos municipales, estatales y federales, los poderes siguen sordos y ahora fomentan abiertamente el odio y la violencia.

Mucho peor será la bajeza con que seguramente se les enfrentará desde el poder y sus corifeos, porque la década del Movimiento, los diez años de estar hasta la madre, coinciden con sus elecciones, esa colección de simulaciones en que los políticos juegan a escuchar unos días a quienes después ignorarán por años. Porque en la mezquina mente de los políticos y sus partidarios, el movimiento es contra ellos y no por la paz, ni la justicia, ni la dignidad; y a lo mejor se sienten aludidos, porque ninguna de esas cosas realmente les importan. Si el llamado del Movimiento a recuperar el activismo y sumar a otros grupos de víctimas de la violencia coincide con el proceso electoral es mucho más que una coincidencia calendárica, evidencia la incompetencia de toda la clase política durante esta década, y de eso también estamos hasta la madre.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx