/ viernes 13 de marzo de 2020

La impartición sacramental, un reto de quehacer creativo catequético

La catequesis no debe ser sólo ocasional,

reducida a los momentos previos a los sacramentos

o a la iniciación cristiana, sino más bien

“un itinerario catequético permanente”.

Discurso Inaugural de S.S. Benedicto XVI en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano

La realidad en la formación catequética de nuestro pueblo es interpelante.

Asumimos que nuestro papel sería sólo la enseñanza doctrinal, sin embargo la última Conferencia del Episcopado Latinoamericano ha meditado sabiamente sobre esta dimensión fundamental para la formación de la fe; reconociendo que la catequesis no debe quedar reducida a una mera formación doctrinal, sino que debe ir más allá, porque en sí misma, la misión de la que tanto puntualiza Aparecida, tiene como dinamismo esencial ir más allá de lo ya dicho o preconcebido como modelos unívocos o paradigmas establecidos de forma unidimensional. La misión es creación creativa de lo no imaginado o aún no concretizado. La misión es la noble y loable pretensión evangelizadora de hacer posible la utopía como lo aún no realizable.

La idiosincrasia popular parece ver la formación cristiana como un proceso administrativo; la fe como un papel eclesial que hay que tramitar, y lo expresan los padres que han finalizado el sacramento de sus hijos diciendo: “ya cumplimos”. O lo podemos corroborar cuando de los más de 300 niños en la catequesis de cada parroquia, sólo un porcentaje muy reducido acceden a continuar un proceso de formación o incorporarse en algún servicio o grupo parroquial. Una gran mayoría de nuestros fieles, percibe esta vivencia sacramental como mera formalidad institucional: la obtención de las actas sacramentales para acceder pragmáticamente a la vida eclesial.

Meditando cada palabra de nuestro Papa emérito nos damos cuestiona implícitamente a asumir una autocrítica de nuestros centros de formación sacramental. Dice bien: no debe ser ocasional, ¿dónde quedaron los demás adolescentes que recibieron sus sacramentos? En efecto, nuestros procesos tienden a ser ocasionales a esos momentos previos a los sacramentos, pues recibida la formación doctrinal, los fieles se despiden, y los volvemos a ver hasta que regresan por el sacramento del matrimonio, y de allí vuelven a emigrar. Es correcta la propuesta de nuestro Papa emérito: realizar un itinerario catequético permanente, la pregunta es abierta, y que bueno que lo es, abierta para la posibilidad creativa y circunstancial de cada realidad.

Siguiendo el documento de Aparecida son para mí muy pertinentes e iluminadores en esta cuestión los siguientes numerales:

299. La catequesis no puede limitarse a una formación meramente doctrinal sino que ha de ser una verdadera escuela de formación integral.

He aquí la claridad del episcopado latinoamericano, si sólo aprovechamos nuestros espacios de formación sacramental para una enseñanza únicamente doctrinal, los fieles no encontraran una resonancia o vivencialidad de fe que los haga permanecer y decir como la samaritana “dame de esa agua”. Formación integral –exhortan los obispos-, allí está el anzuelo como instrumento, pero hay que prepararlo para pescar con éxito.

Invito a todos las catequistas a pensar en voz alta en el caso de los sacramentos de iniciación cristiana: por qué no articular el retiro de cada año de la catequesis con las experiencias vivenciales de movimientos para adolescentes, y de igual manera pensar en los papás y padrinos también con algunos retiros vivenciales para adultos, y podríamos pensar otras propuestas multidisciplinarias factibles, también sé que muchas parroquias así lo hacen, obteniendo mejores resultados para incluir más laicos comprometidos con la Iglesia.

Hablamos de un quehacer creativo catequético pastoral. Tenemos el reto de aprovechar una gran ventaja: los fieles por sí solos acuden a estos espacios de formación, están conscientes de que es un deber cristiano el asistir. Pero de nosotros depende en gran medida o por lo menos es nuestra misión, no sólo transmitir un discurso doctrinal sino llevarlos a ese encuentro personal y vivencialmente salvífico con nuestro maestro de Nazareth.

Porque la fe no es discursiva, conceptual o de normatividades sino de una profunda experiencia de amor y sanación evangélica. Nadie sigue al Galileo, sin antes dejarse mirar por él; Zaqueo no baja del árbol hasta que se encuentra con esa mirada del Hijo de Dios, Mateo no deja su mesa de recaudación de impuestos hasta que escucha con el corazón la invitación de su señor, Tomás no cree en el Cristo resucitado hasta que lo toca; los pescadores no dejan de remendar sus redes hasta que la propuesta del profeta se hace encantadora: pescadores de lo humano, y así podemos proseguir con cada uno de los seguidores de Jesucristo; no hay discípulos sin seguimiento, y no hay seguimiento sin encuentro personal. Llevémoslos a ese encuentro que nos hizo también a nosotros más conocerlo para más amarlo y más seguirlo.

La catequesis no debe ser sólo ocasional,

reducida a los momentos previos a los sacramentos

o a la iniciación cristiana, sino más bien

“un itinerario catequético permanente”.

Discurso Inaugural de S.S. Benedicto XVI en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano

La realidad en la formación catequética de nuestro pueblo es interpelante.

Asumimos que nuestro papel sería sólo la enseñanza doctrinal, sin embargo la última Conferencia del Episcopado Latinoamericano ha meditado sabiamente sobre esta dimensión fundamental para la formación de la fe; reconociendo que la catequesis no debe quedar reducida a una mera formación doctrinal, sino que debe ir más allá, porque en sí misma, la misión de la que tanto puntualiza Aparecida, tiene como dinamismo esencial ir más allá de lo ya dicho o preconcebido como modelos unívocos o paradigmas establecidos de forma unidimensional. La misión es creación creativa de lo no imaginado o aún no concretizado. La misión es la noble y loable pretensión evangelizadora de hacer posible la utopía como lo aún no realizable.

La idiosincrasia popular parece ver la formación cristiana como un proceso administrativo; la fe como un papel eclesial que hay que tramitar, y lo expresan los padres que han finalizado el sacramento de sus hijos diciendo: “ya cumplimos”. O lo podemos corroborar cuando de los más de 300 niños en la catequesis de cada parroquia, sólo un porcentaje muy reducido acceden a continuar un proceso de formación o incorporarse en algún servicio o grupo parroquial. Una gran mayoría de nuestros fieles, percibe esta vivencia sacramental como mera formalidad institucional: la obtención de las actas sacramentales para acceder pragmáticamente a la vida eclesial.

Meditando cada palabra de nuestro Papa emérito nos damos cuestiona implícitamente a asumir una autocrítica de nuestros centros de formación sacramental. Dice bien: no debe ser ocasional, ¿dónde quedaron los demás adolescentes que recibieron sus sacramentos? En efecto, nuestros procesos tienden a ser ocasionales a esos momentos previos a los sacramentos, pues recibida la formación doctrinal, los fieles se despiden, y los volvemos a ver hasta que regresan por el sacramento del matrimonio, y de allí vuelven a emigrar. Es correcta la propuesta de nuestro Papa emérito: realizar un itinerario catequético permanente, la pregunta es abierta, y que bueno que lo es, abierta para la posibilidad creativa y circunstancial de cada realidad.

Siguiendo el documento de Aparecida son para mí muy pertinentes e iluminadores en esta cuestión los siguientes numerales:

299. La catequesis no puede limitarse a una formación meramente doctrinal sino que ha de ser una verdadera escuela de formación integral.

He aquí la claridad del episcopado latinoamericano, si sólo aprovechamos nuestros espacios de formación sacramental para una enseñanza únicamente doctrinal, los fieles no encontraran una resonancia o vivencialidad de fe que los haga permanecer y decir como la samaritana “dame de esa agua”. Formación integral –exhortan los obispos-, allí está el anzuelo como instrumento, pero hay que prepararlo para pescar con éxito.

Invito a todos las catequistas a pensar en voz alta en el caso de los sacramentos de iniciación cristiana: por qué no articular el retiro de cada año de la catequesis con las experiencias vivenciales de movimientos para adolescentes, y de igual manera pensar en los papás y padrinos también con algunos retiros vivenciales para adultos, y podríamos pensar otras propuestas multidisciplinarias factibles, también sé que muchas parroquias así lo hacen, obteniendo mejores resultados para incluir más laicos comprometidos con la Iglesia.

Hablamos de un quehacer creativo catequético pastoral. Tenemos el reto de aprovechar una gran ventaja: los fieles por sí solos acuden a estos espacios de formación, están conscientes de que es un deber cristiano el asistir. Pero de nosotros depende en gran medida o por lo menos es nuestra misión, no sólo transmitir un discurso doctrinal sino llevarlos a ese encuentro personal y vivencialmente salvífico con nuestro maestro de Nazareth.

Porque la fe no es discursiva, conceptual o de normatividades sino de una profunda experiencia de amor y sanación evangélica. Nadie sigue al Galileo, sin antes dejarse mirar por él; Zaqueo no baja del árbol hasta que se encuentra con esa mirada del Hijo de Dios, Mateo no deja su mesa de recaudación de impuestos hasta que escucha con el corazón la invitación de su señor, Tomás no cree en el Cristo resucitado hasta que lo toca; los pescadores no dejan de remendar sus redes hasta que la propuesta del profeta se hace encantadora: pescadores de lo humano, y así podemos proseguir con cada uno de los seguidores de Jesucristo; no hay discípulos sin seguimiento, y no hay seguimiento sin encuentro personal. Llevémoslos a ese encuentro que nos hizo también a nosotros más conocerlo para más amarlo y más seguirlo.