/ miércoles 8 de junio de 2022

La lucha de poder entre el Estado y las multinacionales

Alfonso Segura de la O

Desde hace algunas décadas las empresas multinacionales se han convertido en actores de gran influencia en el equilibrio de poder del sistema internacional. Su objetivo ha sido incrementar sus utilidades a través de la expansión global.

Las grandes corporaciones modernas emergieron a final del siglo XIX como resultado de la producción y la distribución en masa. Sin embargo, no fue sino hasta la década de los años noventa a raíz del proceso de la globalización que las multinacionales se convirtieron en los actores de mayor relevancia en el sistema internacional, desarrollando su propia política exterior y adquiriendo un poder económico y político incluso mayor que el de algunos estados.

Hoy en día el poder es más competitivo e intangible, las grandes empresas tecnológicas, farmacéuticas y energéticas han cavado su trinchera frente al interés general del Estado. Estas grandes corporaciones han comenzado a jugar un papel más significativo en la vida de la sociedad pues tienen garantizado por el Estado el monopolio del comercio en determinadas zonas geográficas, logrando así poder cobrar impuestos, firmar acuerdos comerciales y declarar guerras.

Para poder dimensionar el poderío de las grandes corporaciones en la actualidad, la Fundación Global Justice Now elaboró un estudio basado en la lista de las mayores entidades económicas del mundo. Este ranking toma como referencia el Producto Interno Bruto (PIB) de los países y la facturación de las empresas para poder identificar las burbujas de mayor concentración económica. El resultado fue muy interesante, pues el valor combinado de empresas como Walmart, National Petroleum, Shell, ExxonMobil, Toyota y Apple es comparable al PIB de los 180 países más pequeños del planeta, como lo son: Polonia, Ghana, Vietnam y Uruguay. Aunado a esto, 69 de las 100 principales entidades económicas del mundo son empresas y solo 31 son países. Por ejemplo, a Apple le sobra tanta liquidez que ha recomprado 90.000 millones de acciones propias, más o menos el equivalente al PIB de Kenia y, si fuera un país, tendría un tamaño similar al de la economía de Holanda o Turquía.

Hoy en día, la concentración de poder es especialmente evidente en el sector tecnológico que controla grandes volúmenes de negocio como resultado de los avances tecnológicos de las últimas décadas. Los gigantes tecnológicos han transformado el poder corporativo, mientras ganan peso en los mercados y en las nuevas formas de inversión.

El filósofo William James (1842-1910), tenía razón cuando mencionó que en el mundo existen universos paralelos, el primero habitado por la gente común y el segundo por los intereses de los altos ejecutivos y las grandes corporaciones.

Este es un nuevo mundo en donde el azúcar, las frutas, los ferrocarriles o el petróleo de los Rockefeller quedó atrás. Tentativamente, la historia se vuelve a repetir, los olvidados de la tierra serán más pobres y los privilegiados más ricos. Lo más dramático es que desde las entidades públicas no se ha actuado con severidad para evitar la acumulación de poder, sino que, en algunos casos, se ha alentado a esa concentración.

Entonces, ¿Son estas empresas una amenaza no por su poder de mercado, sino por su poder político? Debemos destacar que a través de la historia hemos aprendido que todas las concentraciones de poder son malas, porque existe el riesgo de abusar.

En las democracias occidentales, el público debería tener la última palabra. Sin embargo, en occidente, la intromisión del Estado en las empresas no suena socialdemócrata, sino a comunismo, por lo que podemos concluir que las multinacionales promueven el orden mundial vigente, un orden que les permite proteger sus interés y ganancias, además de influir en las estructuras de todos los niveles de la gobernanza mundial.

Twitter: @Alfonso_dela0

Alfonso Segura de la O

Desde hace algunas décadas las empresas multinacionales se han convertido en actores de gran influencia en el equilibrio de poder del sistema internacional. Su objetivo ha sido incrementar sus utilidades a través de la expansión global.

Las grandes corporaciones modernas emergieron a final del siglo XIX como resultado de la producción y la distribución en masa. Sin embargo, no fue sino hasta la década de los años noventa a raíz del proceso de la globalización que las multinacionales se convirtieron en los actores de mayor relevancia en el sistema internacional, desarrollando su propia política exterior y adquiriendo un poder económico y político incluso mayor que el de algunos estados.

Hoy en día el poder es más competitivo e intangible, las grandes empresas tecnológicas, farmacéuticas y energéticas han cavado su trinchera frente al interés general del Estado. Estas grandes corporaciones han comenzado a jugar un papel más significativo en la vida de la sociedad pues tienen garantizado por el Estado el monopolio del comercio en determinadas zonas geográficas, logrando así poder cobrar impuestos, firmar acuerdos comerciales y declarar guerras.

Para poder dimensionar el poderío de las grandes corporaciones en la actualidad, la Fundación Global Justice Now elaboró un estudio basado en la lista de las mayores entidades económicas del mundo. Este ranking toma como referencia el Producto Interno Bruto (PIB) de los países y la facturación de las empresas para poder identificar las burbujas de mayor concentración económica. El resultado fue muy interesante, pues el valor combinado de empresas como Walmart, National Petroleum, Shell, ExxonMobil, Toyota y Apple es comparable al PIB de los 180 países más pequeños del planeta, como lo son: Polonia, Ghana, Vietnam y Uruguay. Aunado a esto, 69 de las 100 principales entidades económicas del mundo son empresas y solo 31 son países. Por ejemplo, a Apple le sobra tanta liquidez que ha recomprado 90.000 millones de acciones propias, más o menos el equivalente al PIB de Kenia y, si fuera un país, tendría un tamaño similar al de la economía de Holanda o Turquía.

Hoy en día, la concentración de poder es especialmente evidente en el sector tecnológico que controla grandes volúmenes de negocio como resultado de los avances tecnológicos de las últimas décadas. Los gigantes tecnológicos han transformado el poder corporativo, mientras ganan peso en los mercados y en las nuevas formas de inversión.

El filósofo William James (1842-1910), tenía razón cuando mencionó que en el mundo existen universos paralelos, el primero habitado por la gente común y el segundo por los intereses de los altos ejecutivos y las grandes corporaciones.

Este es un nuevo mundo en donde el azúcar, las frutas, los ferrocarriles o el petróleo de los Rockefeller quedó atrás. Tentativamente, la historia se vuelve a repetir, los olvidados de la tierra serán más pobres y los privilegiados más ricos. Lo más dramático es que desde las entidades públicas no se ha actuado con severidad para evitar la acumulación de poder, sino que, en algunos casos, se ha alentado a esa concentración.

Entonces, ¿Son estas empresas una amenaza no por su poder de mercado, sino por su poder político? Debemos destacar que a través de la historia hemos aprendido que todas las concentraciones de poder son malas, porque existe el riesgo de abusar.

En las democracias occidentales, el público debería tener la última palabra. Sin embargo, en occidente, la intromisión del Estado en las empresas no suena socialdemócrata, sino a comunismo, por lo que podemos concluir que las multinacionales promueven el orden mundial vigente, un orden que les permite proteger sus interés y ganancias, además de influir en las estructuras de todos los niveles de la gobernanza mundial.

Twitter: @Alfonso_dela0