/ martes 7 de mayo de 2019

La marcha

La libertad debe ser el objetivo de toda democracia que se presuma verdadera; la soleada mañana del 5 de mayo fue testigo de un ejercicio de libre manifestación, del derecho de todo ciudadano conforme a un gobierno que reconoce y garantiza la posibilidad de disentir.

La marcha “antiamlo” transcurrió sin problemas mayores, salvo casos aislados de agresión verbal a periodistas considerados a favor del tabasqueño, principalmente quienes participan en medios digitales. Fuera de esas muestras de intolerancia, podría decirse que las marchas en las ciudades donde las hubo, registraron saldo blanco como la ropa utilizada por los asistentes.

A pesar de lo anterior, observamos la tremenda polarización vivida en nuestro país, lejos de diluirse con el tiempo se acentúa como una especie de guerra de clases; los insultos manifestados en redes sociales hablan de rencores, intolerancia y la discriminación se manifiesta en todas sus modalidades: racismo, homofobia, clasismo, años de desigualdad purulenta sacan el odio germinado en una sociedad que ha sufrido afrentas de todos sus gobernantes.

Lo anterior da como resultado un indeseable escenario de encono, que poco parece importar a los actores políticos de esta enredada trama; se antoja inadmisible el problema añejo de la falta de capacidad para conectar el dedo tuitero o la lengua con el cerebro, ejemplos sobraron, Javier Jiménez Espriú quien por cierto debería estar más concentrado en la importante responsabilidad al frente de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, ironizó burlándose de la cantidad de asistentes a la marcha, ignorado el tacto político, una imprescindible cualidad para un funcionario de primer nivel.

Del lado contrario también se cuecen habas, un personaje con estatura física más nunca moral como Vicente Fox o un personaje obsesionado por volver a los primeros planos, entiéndase Felipe Calderón, (culpables y partícipes de muchos de los problemas actuales del país, reclamando a la nueva administración). Ambos callar y darse cuenta que incluso abonan negativamente al posible nacimiento de un frente opositor, en donde sin duda los partidos políticos perdieron el pasado mes de julio ya no tienen cabida.

Si algo se percibe en ese incipiente movimiento, es la ausencia de partidos políticos y líderes específicos, la gente quiere manifestar un legítimo rechazo pero sin incluir a personajes del pasado que resten credibilidad a su reclamo.

Es necesario alejarse del odio irracional, los mexicanos no debemos permitirnos una lucha de castas en pleno siglo XXI, no debe esgrimirse como recurso de descalificación el color de piel o el estatus social de un sector que protesta o apoya, la palabra “fifí” o “chairo” son vehículo de intolerancia y deben desaparecer del vocabulario popular.

La desigualdad social es ofensiva por sí sola y no requiere de adjetivos infames, desgraciadamente esto se logrará solo con la voluntad popular, a los políticos no les interesa, por el contrario parece encantarles como estrategias mediocres para ganar votos, que los mexicanos se ataquen de forma fratricida.

La ciudadanía no necesita fotos falsas como la que subió Javier Lozano sobre una multitud inexistente y no se necesitan porque no importa si los inconformes son 100 o un millón, todos requieren ser escuchados, todos pueden y deben exigirle al gobierno cumplir lo prometido, procurar bienestar para sus gobernados y desarrollo para cada región del país, sea o no afín.

Es importante un sano debate de ideas, apegado a que si le va mal a Andrés Manuel López Obrador le irá mal a México.

La libertad debe ser el objetivo de toda democracia que se presuma verdadera; la soleada mañana del 5 de mayo fue testigo de un ejercicio de libre manifestación, del derecho de todo ciudadano conforme a un gobierno que reconoce y garantiza la posibilidad de disentir.

La marcha “antiamlo” transcurrió sin problemas mayores, salvo casos aislados de agresión verbal a periodistas considerados a favor del tabasqueño, principalmente quienes participan en medios digitales. Fuera de esas muestras de intolerancia, podría decirse que las marchas en las ciudades donde las hubo, registraron saldo blanco como la ropa utilizada por los asistentes.

A pesar de lo anterior, observamos la tremenda polarización vivida en nuestro país, lejos de diluirse con el tiempo se acentúa como una especie de guerra de clases; los insultos manifestados en redes sociales hablan de rencores, intolerancia y la discriminación se manifiesta en todas sus modalidades: racismo, homofobia, clasismo, años de desigualdad purulenta sacan el odio germinado en una sociedad que ha sufrido afrentas de todos sus gobernantes.

Lo anterior da como resultado un indeseable escenario de encono, que poco parece importar a los actores políticos de esta enredada trama; se antoja inadmisible el problema añejo de la falta de capacidad para conectar el dedo tuitero o la lengua con el cerebro, ejemplos sobraron, Javier Jiménez Espriú quien por cierto debería estar más concentrado en la importante responsabilidad al frente de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, ironizó burlándose de la cantidad de asistentes a la marcha, ignorado el tacto político, una imprescindible cualidad para un funcionario de primer nivel.

Del lado contrario también se cuecen habas, un personaje con estatura física más nunca moral como Vicente Fox o un personaje obsesionado por volver a los primeros planos, entiéndase Felipe Calderón, (culpables y partícipes de muchos de los problemas actuales del país, reclamando a la nueva administración). Ambos callar y darse cuenta que incluso abonan negativamente al posible nacimiento de un frente opositor, en donde sin duda los partidos políticos perdieron el pasado mes de julio ya no tienen cabida.

Si algo se percibe en ese incipiente movimiento, es la ausencia de partidos políticos y líderes específicos, la gente quiere manifestar un legítimo rechazo pero sin incluir a personajes del pasado que resten credibilidad a su reclamo.

Es necesario alejarse del odio irracional, los mexicanos no debemos permitirnos una lucha de castas en pleno siglo XXI, no debe esgrimirse como recurso de descalificación el color de piel o el estatus social de un sector que protesta o apoya, la palabra “fifí” o “chairo” son vehículo de intolerancia y deben desaparecer del vocabulario popular.

La desigualdad social es ofensiva por sí sola y no requiere de adjetivos infames, desgraciadamente esto se logrará solo con la voluntad popular, a los políticos no les interesa, por el contrario parece encantarles como estrategias mediocres para ganar votos, que los mexicanos se ataquen de forma fratricida.

La ciudadanía no necesita fotos falsas como la que subió Javier Lozano sobre una multitud inexistente y no se necesitan porque no importa si los inconformes son 100 o un millón, todos requieren ser escuchados, todos pueden y deben exigirle al gobierno cumplir lo prometido, procurar bienestar para sus gobernados y desarrollo para cada región del país, sea o no afín.

Es importante un sano debate de ideas, apegado a que si le va mal a Andrés Manuel López Obrador le irá mal a México.

ÚLTIMASCOLUMNAS